CAPÍTULO 5

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Hogar dulce hogar.

Después de esa pequeña conversación con el tipejo ese, llegue a casa, al fin. Me tardé un poco ya que en el camino me encontré a un vendedor de helados y compre uno para refrescarme un poco y se me quitara el gran calor que tenía. Subí las escaleras y me encerré en mi habitación. Deje mi mochila en la cama y me adentre al baño donde me quite mi ropa y quede en ropa interior, para luego meterme a la ducha y darme un baño.

Me tarde 30 minutos en bañarme y vestirme. Me puse una camisa corta, era blanca y me llegaba hasta la mitad de mi estómago y unos vaqueros ajustados medio rotos de las rodillas y me puse unos tenis negros.

Ya lista, me eche en mi cama y decidí mirar mi celular y vi lo de la pantalla rota. Recordé lo que había pasado en el aeropuerto y mi mal humor volvió. Gracias al imbécil del tipo ese, tendría que ir a comprarme uno nuevo. No conozco los lugares de San Francisco así que... ¿Por qué no damos una aventura?

Me levanté de la cama y agarre mi bolso que estaba en mi mesita de noche. Me aseguré de que tuviera dinero suficiente y salí de mi habitación. Baje rápido las escaleras y me encamine hacia la puerta de la casa, pero antes de abrirla me detuve. Por el rabillo del ojo, a mi derecha, capte que habían dos personas en la sala. 

Eran mi madre y otra persona que estaba sentada junto a ella. Era un hombre. Tenía la piel morena clara y su cabello color marrón. También tenía una barba del mismo color pero no era tan larga. Se veía que tenía 32 años, casi como la edad de mi madre. Iba vestido muy elegante, de un traje completamente negro al igual que sus zapatos y traía una corbata color azul. Con solo verlo, el hombre se veía poderoso e implacable.

Y atractivo.

Por Dios, pero ¿Qué dices?

Es la verdad

Claro que no.

Tú lo pensaste.

Yo no pienso eso.

Yo solo soy como tu otro yo que te dice que es lo que pasa por tu mente o lo que no te atreves a decir, así que calla y admítelo.

Yo no voy a...

Shtt, hazlo.

Que yo no haré es...

— ¡Cielo, hola! —Mi madre me sacó de mis pensamientos y de mi pelea conmigo misma. Yo le dediqué una sonrisa. 

— Hola, madre. No me dijiste que habías llegado.

— Hace unos 5 minutos llegue. Supuse que estabas dormida y por eso no subí a verte.

— Está bien. Yo iba a salir ¿Puedo? —le pregunté.

— Oh, claro que puedes, pero antes quiero presentarte a alguien. —se volvió a ver al hombre— Madelin, él es el Sr. William, mi nuevo jefe.

El hombre se levantó del sofá para estrechar la mano con la mía y me dedicó una sonrisa amable a lo que yo también se la devolví.

— Un placer conocerte, Madelin. Tu madre me ha hablado mucho de ti desde que la contrate como mi nueva diseñadora de moda. —me dijo el Sr. William.

— El placer es mío.

Se hizo un silencio. Eran de esos silencios en lo que ya no sabías que más decir porque no se te ocurre ya nada.

— Y bueno, ¿A donde iras, cariño? —preguntó mi madre unos segundos después.

— Eh, si... Iré a comprarme un nuevo celular. No te había contado, pero en el aeropuerto me tope con un imbécil que gracias a él se me quebró la pantalla. —le comente con desagrado. Recordar el tipo me ponía la boca amarga.

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