Túnicas de cuello largo con grabados de Lagrimas

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Cuando los gritos en aquella habitación cesaron, el aire seguía igual o más lúgubre que antes. En sus brazos, una carita pálida yacía recostada en su pecho, con vendajes cubriendo la mayor parte y lágrimas mojando estos.

El cuerpo tembloroso del dolor y la agonía.

Fuera, los gritos y las llamas cada vez se sentían más cerca de la pequeña aldea.

—Descansa un rato. . . Mi querida Alteza. — el cuerpo de su Alteza Real descansaba por fin inconsciente después de aguantar un severo dolor.

Pero no había disminuido ni un poco. Guoshi cada vez se sentía más impotente. Por lo menos ahora haciendo uso de la poca energía espiritual que había obtenido durante esos dos meses habían ayudado de algo.

Toda la habitación estaba plagada de esencia maldita, el aire contaminado de la misma y estaba seguro que cualquier mortal que se acercara no resistiría ni un segundo y se ahogaría antes de saber que es ese olor.

Y toda esa esencia del mal emanaba del grillete maldito de humillación que Su Alteza Real, una vez el Príncipe heredero de WuYong y una vez un sol de protección en el cielo, llevaba en el cuello.

Y mientras las llamas de la guerra ardían debajo de la montaña, el corazón del príncipe se volvía cada vez más lento.

Todo estaba empeorando a un punto de no retorno. Y ni siquiera podía ayudar el comprar incluso de las mejores medicinas. Eso solo mostraría la desesperación que presentaba.

Ningún medicamento mundano podría contrarrestar los efectos de una sentencia celestial.

Y el Emperador era el culpable de todo.

Ese maldito hipócrita se había atrevido a tanto. Que jura por amor a todo lo que es santo y a lo que no, que lo hará pagar por su atrevimiento. Y si no lo hacia, entonces se aseguraría que fuera víctima de la peor de las calamidades celestiales.

Era totalmente injusto.

El cabello de su Alteza, una vez negro con la obsidiana, ahora tenía algunos mechones delanteros del lado izquierdo de su cabeza, de color blanco como el Jade.

No eran canas, ni tampoco producto de algún demonio.

Era la esencia del mal inyectada en su sangre, haciéndose más espesa con el pasar de los minutos, dificultando la tarea de su desgastado corazón de bombear aquella sangre infectada.

Respirando con dificultad, su Alteza pronunció: —Duele.

Solo pudo quedarse ahí, acariciando su cabello con una gentileza con la que nadie más se dignaba a tratarle desde que fue desterrado. Con un suave "Shhh" volvió a recostar a su Alteza en el colchón. Y así, con su cabeza acurrucada en el pecho de Mei Nian Qing, un sollozo se escucho.

—No puedo . . . más. — Su voz estaba ronca y unos hilos delgados de sangre se colaron por las comisuras de sus labios.

Mei Nian Qing solo podía consolarlo y limpiarlo.

No podía hacer nada más, el destino de su Alteza ya estaba sellado. Y el como el buen inútil que es solo podía acompañarlo mientras su cuerpo se debilitaba hasta desfallecer.

Pero no podía aceptar que este fuera el final y ya.

No después de todo lo que han pasado.

Y cuando estaba apunto de aceptar el destino, con su Alteza volviéndose más pálido con el pasar del tiempo, un destello paso por su mirada. Su vista se fijo en una pequeña perla de coral blanca, incrustada en el cuero del tomo de un libro.

Mi Alma Cautiva Disfruta tu Compañía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora