𝗰𝗮𝗽𝗶𝘁𝘂𝗹𝗼 𝗻𝘂𝗲𝘃𝗲: 𝗅𝖾 𝖼𝗋𝖾𝗈.

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— Jamás te mentí — se agacha a mi y me abraza.

—Nunca preguntaste sobre mí — nos sentamos en la cama.

—¿A qué vinieron a la empresa? — le digo enojada, desilusionada, por favor no me digas que soy tu objetivo, pensé que íbamos en un buen camino.

—Solo es inversión, créeme que no los involucraremos en nada — me toma de las manos.

—Por mi cuenta va que no le pasará nada a tu familia ni a la empresa.

Su mirada es profunda, y hasta sincera, mi corazón dice que le crea.

—Prometelo — digo con la esperanza de que no me arrepienta.

—Lo prometo — se acerca a mi, me toma de las mejillas, sus grandes manos son cálidas, sus labios se acercan a los míos, el calor y la humedad nos envuelve.

Me abraza y mi cara se acurruca en su pecho, su calor, su aroma, su sóla presencia me da seguridad.

—Y otra cosa más — le digo separándome de él.

—No quiero que haya secretos entre nosotros, y no quiero que me enteré que hay más mujeres — nos quedamos mirando.

—Quiero ser tú única — vuelvo a sus brazos.

—Eres mi única, pequeña, no te preocupes, yo estoy aquí — me da un beso en la frente.

Nos pasamos el rato platicando, le cuento sobre Daiki y le digo que no quiero que le haga daño, que ella sólo estaba viendo por mi bien, a Ran casi se le salen los ojos cuando le dije que me besó.

—¿La pelirroja? — me dice entrecerrando los ojos.

Asiento, durante el tiempo que hemos chismeado nos hemos puesto mascarillas, y pedimos bocadillos, Ran se ve muy guapo y tierno con la diadema de conejito que le he puesto.

—Es hija de los dueños de una plataforma de internet —tomo su mano para pintarle las uñas de un color negro.

Me emociona demasiado que Ran no se negó a hacer este tipo de cosas, tuve una idea equivocada de juzgarlo que por ser un criminal tenía la masculinidad frágil.

—Pero la información que hay en ese folder está errónea, te contaré toda la verdad... — Ran comienza por su ciudad natal Roppongi, después peleas, muchas muertes, tenjicama o Tenjiku algo así y que por eso estuvo en la cárcel, muchas más cosas, Bonten y su esquizofrénico jefe.

Nos vamos al baño a enjuagar nuestras caras.

—¿Enserio? — digo admirandolo, a su edad yo lloró por mis personajes de series tiesos o porque mi delineado no me sale.

—Asi es, así que dime quién te molesta y de seguro jamás volverá a hacerlo — me sujeta mi mejilla, y su otra mano está en la mitad de su cara secandose.

—Es obvio porque los muertos no hablan — me río bromeando.

El no niega.

Tomó un espejo para retocarme el maquillaje.

—Luces preciosa, no sobre esfuerces tus ojitos, has llorado y se te van a irritar — me besa la mejilla.

Mi corazón late y me siento feliz por haber arreglado las cosas. Lo acompaño a la salida y lo veo irse.
Me siento más tranquila.

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𝐃𝐀𝐃𝐃𝐘 𝐈𝐒𝐒𝐔𝐄𝐒 | Ran Haitani | tnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora