006. Lágrimas de decepción, lágrimas de asco.

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""Lo más valiente que he hecho fue continuar con mi vida cuando quería morir"
–Juliette Lewis.

ANNIKA SE CRUZÓ DE PIERNAS apoyando su cabeza en su brazo, las energías de la habitación eran turbias y asfixiantes; alteraban su estado parsimonioso

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ANNIKA SE CRUZÓ DE PIERNAS apoyando su cabeza en su brazo, las energías de la habitación eran turbias y asfixiantes; alteraban su estado parsimonioso. Podía sentir las emociones de los presentes reflejadas en su alipori.

Observó el piso lamentándose de que su físico tan solo sea una vasija ya que de ser real, hubiese tomado un suspiro o quizá, hubiese sentido algo más... vigoroso.

Frente a ella muchas cosas sucedían y muchos temas se discutían, todos haciéndola ver como una baldragas irresponsable. Un espíritu que se aprovecha de su nepotismo para violentar el reglamento y método poniendo en peligro la vida de cinco niños y un adulto.

Cosa que Annika en ningún momento refutó, porque era una perdida de tiempo buscar trifulca con alguien que se ahoga en sus razones y no escucha opiniones. No le interesaba lo que los demás pensaran. Hiciera lo que hiciera los demás siempre buscarían la manera de hundirla y una vez en el fondo, seguirían apuntando sus índices a ella por haber caído.

Nadie buscaba empatizar y comprender que aunque fuese la mejor maestra de la historia —que lo era, a su entender— nadie podría lidiar con un niño enfurecido con la vida quien solo llevaba dos semanas de terapia y una carga lo suficientemente grande como para quebrarlo una y mil veces más, en mil vidas más. Y una discordia auspiciada por la mismísima Eris, donde existían un choque de crianzas, culturas y problemas más allá de lo que ella pudiese reparar en dieciocho semanas.

Sus alumnos se llevaban bien, aparentemente, pero existía este muro que los dividía, que les impedía congeniar y les evitó en aquel momento el poder trabajar en equipo. Porque no es tan sencillo como suena. En cuanto la muerte toca tu puerta, cada uno vela por su bienestar. Sería difícil para ellos sacrificarse por el otro cuando también buscaban vivir.

Aun así, no era justificable del todo ya que Mikhael no era el único afectado por la tragedia, de hecho, de los ciento dos alumnos de nuevo ingreso cuarenta y seis habían perdido a alguien o a todos y les había ido mejor, no bien, pero no habían rozado el punto de descuartizar vivo a su compañero en un ataque de rabia.

—¡Un maldito fracaso! —Vaden vociferó — Te entregué en bandeja de plata a los seis alumnos con mejor potencial y ¿esto es lo que me devuelves? ¿esta mierda de resultados?

—Los resultados se verán con el tiempo. Dos semanas no son suficientes ni para germinar una vida.

—¿Será que tú razonamiento de espíritu comprende a lo que nos enfrentamos?

—Que si mi razonamiento de espíritu... — Se interrumpió a sí misma para soltar una carcajada —Que sí... — continuó riendo, exasperando a los otros dos maestros rusos que se encontraban en la sala. — No, señor Lacasse, mi razonamiento de espíritu no comprende una mierda. Soy tan superflua que debería irme para ver como se hunden en la propia mierda que han creado.

The Lost Dimension ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora