000. Después de la tragedia.

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"Nuestra historia comenzó en lamentos y terminó en desgracias."

EEN LA TARDE DE AYER dieciséis puntos alrededor del mundo fueron atacados por espíritus

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EEN LA TARDE DE AYER dieciséis puntos alrededor del mundo fueron atacados por espíritus. Un sinnúmero de muertos y heridos se aglomeraban en las morgues y hospitales, dejando huérfanos a millones de almas en pena con los ojos bañados de lágrimas. Niños, adolescentes, adultos y ancianos; los espíritus malignos asesinaron a diestra y siniestra sin discriminaciones.

Entre las víctimas de la catástrofe que había marcado al mundo se encontraba el joven Italiano Mikhael Vercetti, que se frotaba las lágrimas con los puños de su abrigo mientras vociferaba el nombre de su madre. Con el marasmo de la noche en vela, observando a la mujer que le dio la vida y de vivir conectada por una infinidad de tubos y cables danzando en la fina e imparcial línea de la vida y la muerte, en un coma inducido por inhalación de humo y gases tóxicos que, a su vez, al no recibir sus órganos suficiente oxigeno sufrieron daños permanentes no identificados.

El joven Italiano no conseguía descargar su ira, simplemente lloraba vociferando y temblando en los brazos de una enfermera. Observaba el delicado estado de su madre a través del ventanal de cristal de su habitación. Con una clara prohibición de pasar a despedirse de ella, viéndola padecer lentamente sin tener el poder de interferir. Sus ojos presenciaban los últimos respiros de su madre en una gélida cama de hospital, sin la presencia de su hijo a su lado y sin esperanzas.

Todas sus fuerzas escapaban de su cuerpo como la arena se escapa entre los dedos. Y el reloj marcaba las horas en las que vería a su madre con vida por ultima vez. Dichas horas, a su vez, marcaban en su corazón el nuevo propósito por el que se movería su vida: libertad. La libertad de un mundo sin espíritus, donde nadie tenga que vivir con la incesante inseguridad de no volver a casa, o de un ataque como el recientemente ocurrido. En un segundo, el italiano sintió que vivió mil vidas y perdió su alma.

Las horas pasaron y las amables enfermeras le habían suministrado un calmante, de igual forma habían curado las heridas de sus manos provocadas por su iracunda reacción. Aquellas mujeres parecían estar tratando a una marioneta de la mala suerte, alguien quien no reaccionaba a estímulos, muchos menos a palabras. Alguien que no tenía la capacidad mental de interferir si quiera cuando la enfermera a cargo lo sacó del hospital con la promesa de que volviese mañana por la mañana, día en el su madre estaría ya en la morgue.

—Por cierto, muchacho, ¿qué edad tienes? — La enfermera quien lo había acompañado a la salida cuestionó, preocupada. Era joven, claro, pero daba la impresión de ser mayor de edad. Si el caso fuera otro entonces tendría que quedarse en custodia hasta contactar a una trabajadora social.


Mikhael era consciente de aquello. Sabía que no quería permitirse pasarse los tres años que le restaban en un orfanatorio, trémulamente mintió: —D-dieciocho...

La enfermera asintió dudosa observando el portafolios que cargaba con el expediente de la madre del italiano, por el trajín de la noche solo constaba con el diagnostico, mas no la información personal del paciente. Consideró pedirle su identificación, pero cuando alzó la vista, se había esfumado.

Presionó sus labios, regañándose por no hacerlo desde un principio.

Mikhael caminaba bajo el álgido invierno, que con su carencia de astros parecía comprender lo deprimido del muchacho, cuyas lágrimas manchaban los suelos con pesadumbre. La noche agobiante, era iluminaba por las luces policiacas y animada por las sirenas de las ambulancias quienes junto a los rescatistas aún buscaban víctimas entre los escombros de un amplio radio.

Su casa y vecindario estaba destrozado, y no tenía puertas confianza que tocar para pasar la noche. Estaba cansado, sus ojos se cerraban y sus pasos eran arrastrados. El hospital comenzaba a perderse cuando visualizó una banca en la que se acostó, negándose a ir más lejos.  


🫐HELLO SPIRITS🫐

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🫐HELLO SPIRITS🫐

Es muy corto, lo sé. Pero se llama «Después de la tragedia»  por eso, por que es una introducción corta a lo que sucedió que cambio a mi solecito Khael. El próximo capitulo es donde realmente comienza la historia y el salseo *guiño*.

¿Pensamientos? Hubo mucho dolor implantado en metáforas aquí, pero ustedes son libres de interpretar porque en narrador omnisciente realmente no se "vive" el dolor, según yo.

¿Les pareció inteligente o estupida la decisión de Khael de ir al hospital? Cuenten que habrían hecho ustedes.

Información adicional: Este capítulo contiene 811 palabras

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Información adicional: Este capítulo contiene 811 palabras.

The Lost Dimension ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora