— ¿Entonces es el de la camisa a rayas?—preguntó Miranda.
—No.
— ¿Polo verde?—volvió a preguntar volteando a ver a su compañera.
—Es el de la máquina de sodas. —respondió Sasha.
— ¿Y para que lo buscas?
—Necesito devolverle su casaca.
—Y... ¿Por qué tienes su casaca?
— ¿No te lo conté?—preguntó sin despegar los ojos del joven. — Él me llevo a mi departamento al terminar la fiesta y me prestó su casaca.
— ¡Estas bromeando!—gritó, llamando la atención de muchas personas. — ¿Por qué no me lo contaste? Es la prefecta historia de amor.
—Mmm... Tal vez ¿Porque nunca me contestaste el celular?—dijo sarcásticamente y evadiendo sus cursilerías.
—Lo siento, pensé que estarías molesta conmigo por haberte dejado plantada.
—Ya vengo. —se paró y arrimo su silla a un lado.
"No se puede estar tan segura de lo que se hace si es que solo estas pensando en la sonrisa de la persona con quien hablaras ¿verdad?"
Sasha camino hacia él. Sintiendo que cada paso que daba era uno más hacia atrás. No era el momento correcto, pensó. ¡Claro! sería eso. Decidió volver a la mesa que estaba siendo ocupada por su amiga quien intentaba decirle algo desde lo lejos. Sus gestos lo dirían todo. Era una de esas miradas de un "¿Qué carajos haces? ¡Vuelve ahí! Pero ella sentía que no podría hacerlo. ¡No puedo! intentó decirle con mímicas yendo hacia su lugar...
— ¡Señorita Pieterse! Es un gusto volver a verla en el club de tenis.
—Oh...Buenas tardes Sra. Cronwell. —respondió a aquel cumplido que había llamado la atención de Harry. —Es un gusto verla a usted también.
—Bueno, ya nos estamos viendo. —finalizó.
Respiró profundo y volteó sintiendo un profundo cosquilleo en su estómago.
—Hola —sonrió mientras colocaba sus manos a los lados, sin soltar la casaca que estaba entre sus brazos, intentando secar el poco sudor que llevaba en las manos.
—Hola— respondió, devolviéndole la sonrisa de manera despreocupada.
Él miró hacia sus brazos donde llevaba su casaca de cuero.
¿Debería dársela ya? Parecía que sí. Surgieron los segundos más largos sin decir palabra alguna hasta que...
—Gracias por la casaca. —dijo la joven entregándosela, seguido por una mirada a la nada.
—No hay de que. —respondió sonriendo nuevamente. — ¿Te...e parece si te invito una soda? —preguntó con cierto tono de tartamudeo.
—Estoy bien, gracias.
—Por favor. Será rápido.
Tomaron una lata de soda y se dirigieron a una mesa que estuviera deshabitada. Sasha miro hacia la mesa donde estaba con su compañera, pero ésta ya se había retirado del lugar.
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