Leia
Estoy jodida.
Total e irrevocablemente jodida.El calor que se apodera de mis mejillas no se compara al de hace unos minutos. Siento que toda mi cara está ardiendo. Él descansa los codos en la mesa, mirándonos con interés. Lleva puesta una sudadera negra y tiene la capucha arriba, y podría (quisiera) comenzar a descartar la posibilidad que no haya estado sentado detrás de mí todo este tiempo de no ser por la sorpresa aún visible en los ojos de June y el interés que exuda.
—Buenos días, señoritas. —nos saluda.
—Tú.. —empieza June, entrecerrando los ojos y apretando los puños.
Yo no hago más que ver el intercambio, completamente muda.
Él enarca las cejas al ver las manos de June y una sonrisa burlona comienza a asomarse en la comisura de sus labios, pero antes de que cualquiera de nosotros dos pueda reaccionar a lo que se avecina, June toma la agenda que descansaba a un lado de su malteada y le suelta un golpe cerca de la sien a Dante.
Mi voz regresa con otro sonido de horror escapándose de mis labios antes de que Dante comience a quejarse, sobando la piel enrojecida con una mano. —¿Qué demonios..?
—¡Deja de husmear en asuntos ajenos!
—¡Pero si estaban hablando de mí!
—¿Y eso a ti qué? ¡Era indirecto, fenómeno!
—¡Fenómeno! —exclama en tono de estupefacción. —Fenómeno, foráneo, ¿qué sigue?
—Créeme, tengo más términos bajo la manga y tú...
Escuchó todo.
Lo ha escuchado todo.
Quiero hundirme en el hoyo más profundo de la tierra y no salir jamás.
Realmente creí que mi vida adulta sería más seria, pero siempre me equivoco.Cuando dejo caer mi cabeza en la mesa, mi frente haciendo contacto con la superficie fría, ambos dejan de hablar. Al menos por un instante.
—¿Leia? —me llama Dante, dubitativo. No tarda en deslizarse en el sillón a lado mío y comenzar a darme pequeñas palpadas incómodas en la espalda.
—¿Estás bien, Lei? —pregunta June con preocupación.
Un escalofrío me recorre la espalda, hasta llegar a mi nuca. —Leia.. —empieza Dante, pero en un frenesí alzo la cabeza de golpe y emito un quejido cuando mi cabeza impacta contra su barbilla. —¿Qué les sucede a ustedes con golpearme?! —protesta, masajeando su barbilla con los dedos.
—¡Lo siento! —exclamo, sobando mi cabeza. Mis mejillas están ardiendo. Mi cuello está ardiendo. Trágame tierra.
—Eh... —todos nos volvemos, la camarera regalándonos una expresión de disculpa antes de dirigirse a Dante. —¿Te gustaría un refill? —levanta la taza de café vacía. —Estabas en la mesa de atrás, ¿no?
—Ah, sí. —contesta él casualmente, recargándose en el respaldo del sillón. —Un refill estaría bien, por favor.
Ella asiente y se vuelve hacia nosotras. —¿Les puedo servir algo más?
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What if...?
RomanceTodo empezó con una fotografía. Ambos creyeron que el juego terminaría ahí. Que la mentira no traería consecuencias. Pero los juegos no tienen sólo un segundo de duración. Y las mentiras suelen agravar cualquier situación, así las consideremos peque...