10

4 0 0
                                    

Leia

Avanzamos unos cuantos metros en silencio, porque no me atrevo a decir o hacer algo más desde que decidí tomarle la mano para alejarnos de su amigo. Y tampoco pretendo mirarlo por ahora, porque el calor que siento en las mejillas no es buena señal. Pero como siempre, al menos desde que él es parte de mis días; Dante tiene otros planes.

Al pararse en seco, por inercia hago lo mismo. Su reacción es más rápida que la mía, y en un abrir y cerrar de ojos tira gentilmente de mi barbilla con la mano que tiene libre, y mi mirada se encuentra con la suya. —¿Todo bien? —pregunta, preocupación genuina en su voz.

Yo sólo le sonrío. —Todo bien.

Él enarca una ceja. —¿Sabes qué creo? —dice, cambiando de tema y descansando una mano en mi espalda baja para guiarme entre la multitud.

—..¿Qué?

—Que mientes.

—No estoy mintiendo. —miento, aprovechando que no puede verme bien para refunfuñar.

Él suspira y me toma de la mano nuevamente, sus piernas largas acelerando el paso sólo lo ideal para que yo pueda acoplarme a su ritmo. Una vez salimos del bullicio da media vuelta para quedar de frente a mí, y se inclina para estar a la altura de mis ojos. —No le des demasiadas vueltas a la situación o terminarás mareándote, ricitos. Conmigo puedes ser y hacer mil cosas, —continúa, una media sonrisa formándose en la comisura de sus labios, —y de entre todas ellas te aseguro que jamás habrá una que involucre el que debas sentirte avergonzada.

—No me da vergüenza tomarte la mano.

—¿Ah si? Entonces no entiendo por qué estás tan colorada. ¿Tienes calor?

Trágame tierra.

¡Dante! —llama una voz masculina de repente. Mi novio -de mentira, Leia, no lo olvides- se endereza y no hace esfuerzo por disimular la frustración reflejada en sus facciones.

—¿Qué es tan urgente que decidiste seguirme fuera de clase? —pregunta Dante, malhumorado.

—Hombre, qué pesado. —bromea la voz, y cuando por fin aparece en mi periferia un jadeo de sorpresa escapa de mis labios. Él me mira extrañado por un momento, entrecierra los ojos y con horror me doy cuenta del momento exacto en el que reconoce mi cara. —¡Ohhh! —exclama, señalándome.

Dante se adelanta sin hacer preguntas, acercándose a mí y resguardándome detrás de él. Me queda suponer que ambos están asimilándose en silencio porque mi estatura no me permite más. —¿Leia? —pregunta con un atisbo de preocupación. Quiere saber si leyó la situación correctamente. Y quiere que le diga qué hacer.

—Así que te llamas Leia. —dice él en tono burlón. —¿Es tu novia, Dante?

—Leia, adelántate.

—Oh, vamos. Sé que por su reacción pareciera que le he hecho algo pero ella puede refutar eso, ¿verdad? —me pregunta, asomándose con precaución para encontrarme.

Sin dejar de mirarlo, tomo el brazo de Dante y dejo que mi mano encuentre la suya. —No te preocupes, tiene razón.

—Te lo dije. —le reprocha a Dante, y toma dos pasos atrás antes de inclinarse de forma juguetona en reverencia. —Ethan, para servirte.

—Dudo que puedas servirle en algo.

—Bueno, —Ethan encoge los hombros, pensativo. —seguramente no, dado que es buenísima cuidando de sí misma.

—En efecto. —contesto con la cabeza un poco más fría. Mis ojos encuentran los de Dante y le sonrío esperando alivianar la tensión que irradia de su cuerpo. —Lo siento, voy a explicarte toda esta situación pero prefiero hacerlo cuando estemos solos. ¿Podemos irnos?

—Claro.

—Supongo que esa es mi señal para irme. —agrega Ethan con sarcasmo antes de suspirar. —Pero antes, quiero decir dos cosas. —dice, sonriéndonos. —Uno, desde esa noche me alejé de esas personas. —aclara para mí antes de voltear a ver a Dante. —Y dos; Dante, más tarde te llamo para ponernos de acuerdo sobre la película que quedó ver para el proyecto. —se despide con dos dedos sin más y rápidamente desaparece entre la multitud de estudiantes.

—¿Qué fue todo eso?

—Es una larga historia, —contesto, suspirando y sacando del bolsillo mi celular. —dame un momento para avisarle a June que no almorzaremos con ella.

Él sólo asiente, metiendo ambas manos a los bolsillos traseros de sus jeans y desviando la mirada para darme privacidad al escribir.

—Bien, —anuncio, guardando mi celular e inclinando un poco la cabeza para poder verlo. —vayamos..

El motor incesante de una motocicleta acercándose a toda velocidad nos interrumpe, y como siempre, la reacción de Dante es más rápida. Con un simple movimiento me tiene entre sus brazos, esquivando conmigo lo que pudo haber resultado en un accidente. En el bajón de adrenalina tomo en cuenta que mi cabeza está ligeramente presionada contra su pecho, su corazón palpitando activamente contra mi mejilla.

—¡Lo siento! —grita a todo pulmón quien sólo asumo es el motociclista, sin detenerse.

—Idiota. —murmura Dante antes de tomar mi cara entre sus manos e inclinarse para estar a la altura de mis ojos. —¿Estás bien?

Yo asiento, el calor volviendo con rapidez y desvergüenza a mis mejillas.

—¿Segura? Creo que tiré de ti muy fuerte. ¿Te duele el brazo?

—No. —contesto amortiguado, porque sus manos siguen apretando mis mejillas. —Puedes..

—¿Cómo se le ocurre pasarse por aquí con tanta gente andando? —resopla, frunciendo el ceño. —Leia, yo.. —para en seco cuando mis manos tocan las suyas. Con cuidado las aparto de mi cara y las entrelazo con las mías.

—Estoy bien, no te preocupes.

—Lo siento, te apretujé sin querer.

—No tienes nada por que disculparte, gracias por quitarme a tiempo del camino. —le sonrío, intentando ignorar el propio latido desbocado de mi corazón. —Vamos, conozco un lugar donde podemos hablar tranquilamente.

What if...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora