2

10 3 5
                                    

Dante

Carajo.
¿En qué momento se me ocurrió la idiota idea de estropearlo todo?
Idiota, soy un idiota.
Todo está jodido.
Y lo peor de todo es que aún cuando lo hice para ayudarla, nadie lo vio de esa manera. Ni siquiera ella. Y eso es lo que más me jode. Siento como si hubiera desperdiciado otro año de mi vida en eso a pesar de que tenía mucho tiempo que habíamos terminado. Ya no la quiero, no de esa manera. Pero tal vez las cosas habrían resultado mejor para mí si hubiera dejado de quererla como a una amiga, también. Si hubiera dejado de preocuparme por ella, no habría jodido la mísera relación que tenía con mi padre. Si me hubiera alejado de ella y de todos los problemas que arma sola, no me habrían expulsado de mi hogar. De mi familia, de mi maldito país. Hubiera, hubiera, hubiera. El hubiera no existe.

Y ahora que estoy a cientos de kilómetros del lugar donde pertenezco, al menos por un maldito año hasta que me levanten el castigo, el peso de mi error me agobia aún más. ¿Qué se supone que haga? ¿Sólo seguir estudiando y pretender que las últimas 48 horas no ocurrieron? ¿Hacer amigos, seguir con mi vida hasta que mi padre decida que es suficiente y me arranque de tajo de un lugar que tal vez llegue a significar algo para mí aunque no quiera? Porque sí, me molesta estar aquí. En otro país que no es mi hogar. Me molesta estar rodeado de extraños, y podría pasármela un año intentando no hablarle a la gente, pero la vida no funciona así. El ser humano no puede abstenerse de toda interacción.

No entiendo por qué sigo sopesando cosas que están fuera de mi control. Ya todo ocurrió, no hay vuelta atrás. Ya estoy aquí, no tiene sentido seguir perdiendo el tiempo con los hubiera y los por qué, no soy tan estúpido como para fingir que no sé la respuesta a cada una de las preguntas que me he hecho. Al fin y al cabo, yo derramé el agua de mi propio vaso.

Expulso una bocanada de humo y le doy otra calada al cigarro antes de inclinar la cabeza hacia atrás para contemplar el cielo. Me siento tan patético que podría reírme de mí mismo.

—Hola. —el saludo me toma desprevenido, y mi atención rápidamente se centra en la voz que lo emitió. Es una chica. Mis ojos la recorren de pies a cabeza, curiosos. Lleva tacones y no la escuché. ¿Así de inmerso estaba?

—Hola. —le contesto después de un momento, dubitativo. Apago el cigarro en el concreto y lo dispongo en la basura. Cuando vuelvo a centrarme en ella, me mantengo impasible aún al notar que sus mejillas se tintan de un leve rosa, no es nada nuevo que tenga este efecto en las mujeres.

—Ah.. Sí, perdón. —dice, avergonzada. —Es sólo que te he visto muy solo y parece que eres nuevo por aquí.

Enarco una ceja, dedicándole una media sonrisa. —Asumes bien.

—Eh.. Gracias? —contesta, el color de sus mejillas intensificándose. Ojalá no tuviera que sentirse tan abochornada. Desliza los dedos por su cabello suelto, peinándolo y haciéndome seguir el movimiento. —Bueno.. A lo que he venido es a invitarte a una fiesta. —Comienza a gesticular rápidamente con las manos en cuanto nota que he enarcado ambas cejas. —Te entregaría un panfleto pero se nos han acabado y la fiesta ya ha comenzado. Considéralo una bienvenida a la facultad, y sin problema puedo llevarte para que no te pierdas con la dirección.

¿Una fiesta en Domingo? La gente de aquí a veces me parece tan diferente.

—Si no quieres ir está bien, también, no hay problema por eso, sólo quería..

What if...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora