Capítulo 7

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Capítulo 7

Jueves, 11 de abril

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Jueves, 11 de abril

18:00 pm

Ya habían pasado tres semanas desde la muerte de Catalina. El ambiente a mí alrededor seguía raro, empezando porque la semana pasada habíamos vuelto a juntarnos el viernes y no fue un buen momento.

Facundo no había soltado ninguna palabra y parecía que no se bañaba en días, claro que nadie comentó nada al respecto para no hacerlo sentir mal. Bueno, casi tuve que taparle la boca a Belén, pero por suerte mirarla levantando y bajando una ceja fue suficiente para que se contuviera.

Theodore seguía sin hablarle, sólo lo hacía con Brendan, después de todo era su mejor amigo, y con Alex, a mí solo me saludaba al verme. Entonces, que la ignorara durante tanto tiempo causó que ella también se molestara con él, así que ambos se estuvieron ignorando. Hasta ese día donde no faltaron los insultos. Se gritaron como dos niños mientras coincidieron en la cocina, mientras la mayoría tratábamos de ver una película, Facundo miraba por la ventana y no dejaba de dar golpecitos con el pie en el suelo.

Un viernes para recordar.

Por otro lado, la policía no nos había vuelto a contactar ni nosotros a ellos, no sabíamos nada de lo sucedido con Cata, nunca nos contaba mucho de su vida, así que si tenía algún problema nunca lo habríamos sabido, tampoco la hubiéramos podido ayudar. Ellos estaban pensando en dejarlo todo como un accidente, aunque eso no explica qué hacía sola en esa casa abandonada. Sus padres estaban más peleados que nunca y se echaban la culpa mutuamente, lo sé porque los míos habían hablado con ellos. Y por lo que me contaron, ninguno tenía nada positivo que decir del otro.

Como era de suponer, en el pueblo seguían hablando, menos que antes, pero lo hacían. Los vecinos, ignorando a la policía, hablaban de un suicidio, no sería la primera vez que una adolescente lo hiciera. Decían que tenía problemas con sus padres, sumando supuestos problemas con su novio, Facundo, provocó que ella se cansara y tomara el camino fácil. Eso sí, hablaban de mi amigo de la misma manera que de sus padres, como si los conocieran y fueran personas terribles. De sus padres no puedo decir mucho, pero Facu era amable y divertido, extrovertido y también amante de los videojuegos. No era malo como querían hacerlo ver. Quienes lo conocían podían asegurar que si Catalina se suicidó, fue por algo ajeno a él.

Salí de mis pensamientos al notar la presencia de Brendan a mi lado, estábamos en la biblioteca del pueblo, él quería buscar un libro para leer antes de irse a su entrenamiento de fútbol, por lo visto ya lo había encontrado.

− ¿Jane Austen? -Lo miré con una sonrisa al notar sus mejillas sonrojadas.

− ¿Quién dijo que sus obras solo eran para mujeres? Estoy enamorado de Lizzie Bennet desde los 10 años. -Ambos comenzamos a reírnos. Recuerdo que al conocerlo una de las primeras cosas de las que me habló fue de su amor por ese personaje.

−Siento lastima por tu futura novia, Lizzie deja la vara muy alta.

−No creo que para alguien en particular sea difícil pasar esa vara. −Dijo en voz baja, mirando el suelo, para luego mirarme a los ojos. Me quedé en silencio.

Nos miramos por varios segundos antes de notar otra presencia a nuestro alrededor. Una persona estaba a varios metros de nosotros dándonos la espalda y se le acababan de caer varios libros de una estantería. Lo raro es que no parecía estar dispuesto a levantarlos. Simplemente dio un par de pasos hacia atrás y desapareció de nuestra vista.

Con Bren nos miramos una vez más sorprendidos y nos dispusimos a ir a recoger aquellos libros del suelo y acomodarlos.

−Que... no le costaba nada acomodar lo que tiró. -Dijo un tanto molesto.

−Hay personas mal educadas en todos lados, Bren. No debes preocuparte por eso, vos sos todo lo contrario. -Le di un pequeño empujón jugando.

−Ya, siempre me dices lo bueno que soy.

−Es que lo eres. -Me dedicó una mirada como diciendo ¿en serio?, claro que con sarcasmo−. Eres demasiado amable. Todo un Goodboy, como en los libros.

−Lo dices porque soy tu mejor amigo.

−No, solo te digo la verdad, y lo haré hasta que te lo creas vos mismo.

−Soy tan pecador como todos, Sel, nadie es perfecto. -Me afirmó, lo miré.

−Bueno, pero no creo que alguien que va a misa todos los domingos, que siempre dice sí cuando le piden ayuda en lo que sea y que se pasea rezando un Rosario por su casa, pueda pecar mucho.

− ¿Cómo sabes lo del rosario?

−Puede ser que sea algo observadora.

− ¿Así que me observas?

−Desde que te conocí, no es como si pudiera ignorar esa cabellera. -Le revolví el cabello−. Pero sí, cuando estoy en tu casa siempre veo que andas con el Rosario en la mano en algún momento del día y tienes los auriculares puestos, antes pensaba que escuchabas música. Después me di cuenta de que era porque escuchabas oraciones.

−Bueno, cuando quieras las escuchamos juntos, pareces estar muy interesada.

−No creo que sea lo mío. -Arrugué mi nariz y él me la apretó−. ja ja ja no hagas eso.

−Pero de verdad, me haría ilusión que me acompañes mientras rezo. − Lo decía con cierta emoción en sus ojos.

−Lo pensaré, ¿sí? -Asintió con la cabeza mientras me acariciaba la mano y en su cara se formaba una pequeña sonrisa torcida.

Al salir de la biblioteca él se fue a su entrenamiento y yo a mi casa. Miré la hora en mi celular. Dentro de poco el sol se ocultaría.

Ya era otoño, por lo que mientras caminaba iba pisando las hojas caídas de los árboles, me gustaba pisarlas, de niña era un juego saltar sobre ellas y escuchar el ruido que hacían al romperse. De niña todo parece ser un juego, hasta que ya no lo es.

Suspiré, levantando la cabeza y observé la calle por si venia algún auto antes de cruzarla. Seguí caminando. Mi casa estaba algo lejos de la biblioteca, todavía me faltaban varias cuadras para llegar.

No andaban muchas personas a esa hora por estos lugares, era un barrio de los más apartados del centro, aunque no es como si un pueblo con ocho mil habitantes fuera muy grande.

Sólo escuchaba mis pasos, que a veces iban a acompaños del crujir de las hojas, y mi respiración. A lo lejos escuché a una madre regañar a sus hijos, eran dos niños, vivían cerca de mi casa, los saludé con la mano. Los más pequeños me saludaron con entusiasmo, provocándome una sonrisa.

Cuando llegué a mi casa, las luces estaban apagadas, parecía ser que mis papás no habían vuelto aún. Miré la hora de nuevo; ya iban a ser las seis y media. Papá debía seguir en el trabajo, era veterinario, y mamá estaría haciendo alguna compra para la casa, ella en cambio era trabajadora social en la escuela primaria.

Ya dentro de casa, prendí las luces y me dispuse a seguir haciendo mi tarea, había dejado de hacerla cuando Brendan me llamó pidiendo que lo acompañara.

Sonreí al recordarlo. Brendan provocaba eso, que sonriera.

No Mires Hacia Atrás #PGP2024Donde viven las historias. Descúbrelo ahora