La fabrica se encuentra pegada junto al río Paraguay, por lo que tiene un muelle en la costa y allí se encuentra la toma de agua para acopio. Este muelle sufrió dos colisiones contra los barcos de transporte de cargas; al cruzar por el puerto de la ciudad, deben realizar maniobras de giro muy pronunciadas debido a la longitud de los acoplados que transportan y a las curvas que presenta el río. Esto último fue el causante de los choques acontecidos, aún así el muelle siguió de pie.
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Generalmente muchas personas se aproximan a los alrededores del muelle para ir a pescar. Es una zona donde el suelo posee una malla y arriba una capa de rocas pesadas, pues la curva y dirección del río podrían llevarse la tierra cuesta abajo, consumiendo la costa.
A causa del tipo de contención que posee el suelo, muchas veces pude apreciar desde el muelle como los pescadores reniegan cuando se enganchan sus anzuelos en el fondo del agua; pero pese a esto último, siempre suelen salir buenos pescados.
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Años atrás, cuando la planta era acusada de arrojar desechos contaminantes sobre las afluencias del río, los directivos de la empresa se vieron en la obligación de contratar buzos. Personal que pueda tomar medidas del pH y la estabilidad del agua, los sedimentos alojados en el fondo del agua y controlar el estado de los cimientos del muelle; todo esto para expresar públicamente que la fabrica no representaba un peligro para el río y su ecosistema.
Los buzos no hablaban español, más bien eso sonaba como alemán y debían comunicarse con los superiores de la planta a través de un traductor. Los analistas químicos e ingenieros le daban instrucciones al traductor para que él transmita al personal extranjero, así una vez sumergidos por lo menos 20 metros solo se enfocarían en sus tareas.
Todo parecía marchar con total normalidad, era solo cuestión de esperar a que regresen los buzos para informar de la situación allí abajo.
Volvieron? Claro, sí volvieron, pero antes de lo previsto; subieron rápido, se lanzaron sobre la costa agitados y murmurando algo entre ellos.
Nadie entendía nada y los directivos querían explicaciones, entonces el traductor mencionó que dijeron haber visto algo allí abajo y que no se sumergirían de vuelta, claro que no.
Una vez calmados, comenzaron a relatar el motivo de su huida:
Una de sus tareas sería tomar bajo agua el grado de vibración producido por la planta; fue ahí que sintieron unos zumbidos ajenos a la fabrica. Era como un sonido grave, corto e intermitente, que se repetía cada 10 segundos. Ignorando esto último prosiguieron con sus tareas de medición; fue ahí que observaron que algo se aproximaba hacia ellos. Era una silueta obscura, con la forma de algún animal acuático; cuando se acercó más y más lograron distinguir que era grande, robusto y tenía una longitud de 15 metros. De ahí venian esos zumbidos aterradores! Y esa cosa se aproximaba hacia ellos!
Lo único que pudieron pensar los buzos fue en dejar toda tarea que estaban haciendo y huir despavoridos de aquello que los asediaba.
Jamás se supo que era aquel animal que aparentemente vive bajo el muelle y en las aguas del río. La historia no tardó en llegar a los pescadores de la ciudad, quienes hasta el día de hoy aún sueñan con tener un encuentro con aquella criatura.