Prólogo

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Mis pasos resuenan bajo el negro reluciente del suelo de madera del escenario, haciendo crujir alguna de las tablas. Entonces, salgo de ese mar de oscuridad, y me envuelve la luz de los focos, la superficie. Respiro hondo, como si por primera vez en mucho tiempo pudiera tomar aire. Por fin me encuentro en tierra firme.
Entonces, observo de reojo una mirada que me es más que familiar, asomándose entre una de las largas cortinas del escenario, que se abre un poco más para mostrarme una sonrisa, y seguidamente articular "suerte, tú puedes". No puedo evitar sonreír, y en seguida veo como se abre el telón. Se me hace raro que esta vez sea real lo que he soñado despierta tantas veces, pero aquí estoy. Quien me lo diría hace dos años, cuando llegué con la mirada perdida entre tantos edificios a través de la ventanilla del coche de mis padres, con las ruedas aún algo polvorientas del camino de nuestra granja, en la que dejaba tantos recuerdos. Los edificios, en cambio, me parecían una fábrica de otros nuevos. Pero tal vez no imaginaba todo lo que se puede aprender en dos años.

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