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—Joven JungWoo. —saludó la mujer sentada frente al escritorio, estirándose—ya estamos aquí, por favor firme este papel irse de esta empresa—y le entregó un bolígrafo.

Tenía cara de póker, nisiquiera dijo nada cuando agarró el lápiz y firmó el papel. Hasta que un pequeño robot no más de 1 metro de altura se acercó con una taza y una jarra de café.

—¿Quiere? —la voz mecánica sonó, JungWoo asintió y el robot llenó lentamente la taza pasándosela.

—Listo entonces, ya no eres parte de La corporación Mandela. Qué te vaya bien. —suspiró, y se paró como dice el protocolo para darle una reverencia.

—Gracias a tí también, Bora.

...

Salió del edificio y lo primero que vieron sus ojos fue ese maldito auto.

Arrepentimiento.

Eso sentía.

Intentó ignorarlo para irse a la dirección contraria. Sintió tanto asco cuando Doyoung lo tocó que si no hubiera llegado esa llamada toda la mueblería de miles de dólares que tenía hubiera sido pintada en bilis.

Cuando sentía que ya había ido demasiado lejos, paró para descansar. Seguro ya lo perdí, pensó. Iba a suspirar con tranquilidad cuando una mano tocó su hombro.

—Tenemos un contrato. —sonó, una voz tan grave que JungWoo sintió muchísimo miedo de repente. Dio media vuelta y resignado lo enfrentó, aunque realmente no dijo nada.

Doyoung lo agarró de la mandíbula para alzar su cabeza y mirarlo a los ojos. Tenía una mirada tan oscura que parecía que se lo quería comer vivo, destrozarlo ahí mismo en ese callejón donde se encontraban y cualquier persona podría pasar.

¿Quién lo detendría? Nadie.

Entonces lo agarró tan fuerte de la mandibula que la cara de JungWoo empezó a doler, y lo besó.

Pero no fue un beso suave, ni tampoco lujurioso, fue salvaje y lleno de rencor. Rencor ¿Por qué? Tal vez solo él lo sabía.

Lo besó tan fuerte que su cabeza se golpeó contra la pared y un dolor empezó a recorrerle por todo su cuello, quería que Doyoung parara, alejarse de él tanto que su única salida fue morderle el labio y una mancha de sangre fue lo único que hizo que el contrario lo soltara.

—Bestia... —soltó intentado sostenerse de la pared detrás de él, sentía que en cualquier momento iba a caer desmayado.

Doyoung no dijo nada, sólo lo vio mientras limpiaba la sangre en su labio con su lengua, saboreándola. Totalmente salido de sus cavales.

Se acercó lentamente acorralando otra vez a JungWoo, esta vez no lo besó, pero puso su cara entre el cuello y su hombro, recostando totalmente su cuerpo en él.

JungWoo empezó a temblar, dejando que las manos de Doyoung cubrieran totalmente su cintura y una mano bajara hasta su pelvis, masajeando su miembro encima de la ropa. JungWoo se soprendió, y gimió, oh realmente acababa de gemir, en un callejón con gente alrededor y para encimar por que un hombre lo estaba tocando. Entró en pánico pero Doyoung no iba a parar.

Puso su pierna en su miembro también, para frotarse en él. Se sentía raro, no era como cuando estaba con Jiyu, no era cuando tenía sexo con ella, era totalmente diferente.

Quería más, su mente volaba en las nubes cuando Doyoung lo tocaba pero también sentia tanto asco, no se entendía ni él.

Sus brazos se entrelazaron en el cuello de Doyoung, mordiéndose el labio sin querer hacer ningún ruido, sus espamos y temblores los sentía todos el otro hombre quién gruñó entre el placer. Cuánto quería que la ropa no estuviera, cuánto quería entrar en el agujero de su pasión y llenarlo de tanto semen que hasta podría dejarlo embarazado.

Acelerando los movimientos JungWoo ya había sentido muy húmedo, su mente nisiquiera reaccionó cuando su vista se volvió toda blanca y Doyoung paró jadeando, viendo como sus entrepiernas estaban hechas un desastre.

Se quedaron viendo un rato sin decir nada cuando Doyoung rompió el silencio:—En mi auto, tengo ropa.

inmundicia  |  dowooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora