I. Despertar

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Ese sentimiento de asfixia que le impide a tus pulmones tomar otra inhalación de aire era indescriptible. Podía percibirse como tu corazón era sujetado y presionado por unas grandes y siniestras garras.

Lorent estuvo ciego gran parte de su vida, y ahora, debía superar lo que le había sido revelado. Su corazón se hallaba contaminado por una oscuridad antigua, una que tenía un nombre en específico: Gael Keller.

Su tío se había encargado de sembrar una semilla de odio y rencor en su corazón, regándola cada día con intrigas y manipulaciones. Ese despreciable sujeto destruyó sus lazos con el resto de su familia para aislarlo y hacerlo dependiente de su persona, generando en él una necesidad por obedecerle y mantenerlo "contento" para que así no se apartara y lo dejara totalmente solo.

Cuando los ojos del rubio — los cuales podían compararse con el celeste de los glaciares — se abrieron, no pudieron ver absolutamente nada. Todos sus sentidos estaban funcionando correctamente a excepción de la vista. Su mirada no se adaptaba a la oscuridad de donde estaba.

Olfateó un poco y logró saber en dónde se encontraba; era la guarida de su tío.

El Keller mayor guardaba sus sustancias extrañas en ese lugar, de ahí fue de donde Lorent extrajo el matalobos para ayudar a su papá. Eso tuvo consecuencias terribles, él siempre supo que su tío tomaría cartas en el asunto porque sus acciones serían vistas como traición.

Podía recordar el tono tan desesperado con el que la voz de su padre hablaba sobre la necesidad del matalobos, el rubio de ojos celestes corrió hasta esa guarida que se hallaba bajo tierra en uno de los bordes de la barrera. Cuando sacó el matalobos necesario, corrió de regreso, encontrándose con Erik y Sara discutiendo.

Ver las caras de su hermano cuando al fin se enfrentaron le hizo sentir cosas, prefirió irse hacia su habitación con el matalobos escondido en su ropa.

Ahora que sabía toda la verdad, podía verse a sí mismo como Erik lo veía, un monstruo que lo destruyó sin que él le hubiese hecho nada. Lastimó a su hermano una y otra vez sin motivo alguno, porque en realidad, nunca tuvo uno; sólo era él tratando de buscar una justificación para no sentirse mal consigo mismo por las cosas que le hizo al menor.

Se puso de pie y — estando a ciegas — caminó hasta donde creía que estaban las sustancias prohibidas de Gael. Tanteaba el lugar, manteniendo sus manos siempre delante de él. No quería causar un accidente y envenenarse con las cosas que había ahí.

Buscaba algo que no veía desde hace mucho, pero sabía que lo había escondido ahí. Tocó hasta el suelo, y en una esquina detrás de un montón de cosas, lo encontró, el peluche de Erik.

Lerh.

Se lo había quitado el primer día en que comenzó a tratarlo mal. Podía recordarlo con total nitidez... Las palabras que dijo, la manera en la que se comportó, la forma como lo apartó...

No había ningún tipo de disculpa que pudiera compensar el abuso al que sometió a su hermano. A su mente llegaron las memorias de aquel momento, el día donde él puso a su tío por encima de su familia.

La mañana no había sido la mejor, casi dos semanas habían pasado desde la muerte de Selene y para el rubio de ojos celestes era muy duro aceptar su partida. Toda ella seguía muy presente en él; el olor de su cabello, la temperatura de sus manos cuando sujetaba sus mejillas y lo acariciaba, la calidez de su corazón.

Apenas tenía doce años y debía enfrentar una batalla que nadie estaba listo para librar, su mente era un caos, miles de susurros pasaban por su cabeza como una helada ventisca que estaba dispuesta a congelar su corazón malherido, curiosamente dicha voz tenía un parecido muy grande con la de Gael Keller...

Lorent © |Complemento 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora