IV. Lycante

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Cuando un cúmulo de emociones gélidas y oscuras se comienza a generar en tu alma por culpa de algo externo, no puedes reconocer a tiempo que estás siendo infectado. La maldad y pensamientos siniestros afectan tus palabras y tu forma de actuar; no dejas de tropezar una y otra vez con el mismo error mientras crees que lo que estás haciendo es lo correcto. Sin embargo, en el momento en el que al fin consigues ser libre de toda esa bola de oscuridad que luchaba dentro de ti, es cuando empiezas a ver todo el daño que esa destrucción glaciar que provocaste hizo: el daño a tu entorno, a tus seres queridos, a ti mismo.

Ahora sólo queda poder superar el pasado, sanar y buscar la forma de crear nuevos cimientos lejos de todas esas emociones profanas que alguna vez destruyeron a quienes amabas y a tu persona en el proceso.

El lobo de ojos celestes miró las ramas del árbol de las tres y sus rojizas hojas. Estaba pensando en la situación de Heis y el cómo ese árbol sobrenatural seguía intacto a pesar de la maldición. Lo que podía entender era que ésta está exactamente en la aldea, pero el clima invocado abarca un poco más, afectando su entorno, por eso había una división tan exacta. No era una situación normal, sino una conjuración. Precisamente por eso el árbol no podía actuar y eliminar la maldición, así como tampoco se veía afectado; ella no estaba en sí lanzada cerca de él.

«Debo dejar todo lo malo atrás» se dijo a sí mismo viendo los copos de nieve caer. Dentro de poco llegaría la luna llena, debía prepararse y sabía que no podría dar su máximo potencial si su mente se encontraba con una bruma oscura de recuerdos tortuosos y palabras hirientes.

—Tengo que perdonarme por lo que hice —Musitó con una sonrisa cansada en sus labios, sabía lo que debía hacer.

Se puso de pie y corrió de regreso a Heis. Atravesó la barrera y se dirigió a la casa Gómez.

Josh estaba sentado con su mamá, se le veía algo triste y estaba encogido en ella, mientras que pudo escuchar a John en su habitación. Aparentemente seguían peleados. La pelirroja lo vio entrar y se miraron.

—Voy a ayudarlos a liberarse del lycante —Dijo con total determinación.

—Lorent... —Susurró la mujer para ponerse de pie y darle un sincero abrazo— muchísimas gracias por esto. Estaremos en deuda contigo.

—No es necesario, Ashanti. Me has ayudado... Y los gemelos me agradan —Soltó el Keller.

—Y ahora, ¿qué harás? ¿Qué haremos? —Se incluyó en la batalla que estaba próxima por llegar.

—Lo primero que debo hacer es limpiar esa oscuridad que está aferrada a mí. Por eso vine a buscar algo —Tomó unos materiales para encender fuego junto al peluche Lerh y la mujer asintió en señal de apoyo. El lobo regresó al árbol de las tres con mucha paciencia. Estaba eligiendo qué palabras decir y cómo hacerlo, pero se dio cuenta de que lo mejor era simplemente ser honesto y hablar desde el corazón, no hacer que todo pareciera mecánico o que estaba siguiendo un guion.

Cuando llegó al sitio, se dirigió hasta el punto donde ambos climas chocaban, cruzó hasta el verdor del bosque y buscó unas cuantas ramas que le ayudaran a hacer fuego.

Se sentó en unas rocas cerca del río e hizo una fogata. Miró al señor Lerh y lo sostuvo en sus manos mientras suspiraba con fuerza. Su vista se posó por unos segundos en las lenguas de fuego, en cómo subían y en el sonido que producir la madera quemándose. Ese traqueteo constante mezclado con el sonido de las aves y del agua lo impulsaron a empezar.

Sus dedos acariciaron el rostro del peluche y se proyectó a sí mismo como si él fuera ese objeto. Su yo niño que fue lastimado y utilizado para una venganza de la que él ni siquiera era consciente.

Lorent © |Complemento 1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora