Parte 8

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Xión no puede negar que su mente no se encuentra en la órbita griega. Su nave está circulando con el piloto automático mientras ella no se quita esos ojos de la cabeza.

No puede dejar de pensar en la mirada de la joven que fue Captada en la nave de recreo, justo delante de sus narices.

El escondite de Xión era impecable. Para su sorpresa, solo esa chiquilla la descubrió. No la halló ningún adulto, vigilante o Agente de la Autoridad: solo esos ojos, rosados y misteriosos, bien despiertos en ese rostro que no habló ni una palabra desde que la Captadora acudió a hacerle su oferta.

La joven era bonita. Más o menos tenía la edad de Xión, el cabello negro y largo hasta las caderas, y lucía perfecta bajo su traje espacial azul celeste. Ante la atenta mirada de todos los presentes, Captadora y Captada se comunicaron por medio de la Movitab de la joven genio, utilizando algún tipo de telepatía escrita que ella misma hubiese desarrollado.

Claro. Con semejante descubrimiento a tan corta edad, era más que natural que una Captadora hubiese acudido a llevársela, delante de las narices de sus padres. Su vida ya no volvería a ser la misma, y sus progenitores estaban haciendo un esfuerzo para contener las lágrimas.

En su escondite, Xión le negó con la cabeza. No conocía a esa chica de nada, pero le salió ese gesto como un acto reflejo. Quizá ese rosa en sus ojos le recordó al rosa del pelo de su hermana o quizá ese parecido le despertó el instinto de protección, sin más.

Pero, por supuesto, la joven genio hizo caso omiso a la señal de Xión. Asintió sin sonreír y se dejó llevar, como habría hecho cualquier otro científico en su situación.

El cruce de miradas le puso las cosas difíciles a Xión. Nadie entendía por qué la joven sordomuda se había quedado mirando hacia la rejilla del túnel de emergencia. Tras el estupor de la Captación en directo, los Agentes a bordo revisaron la nave de arriba abajo, pero Xión continuó siendo lo bastante escurridiza como para aguantar escondida el resto del viaje.

Ahora, Xión se repite esa escena en su cabeza una y otra vez. Ha bajado un pelín la guardia a los mandos de su nave y se ha desviado del camino en dos ocasiones.

Pero, desde luego, la peor de todas sus distracciones ha sido esta.

Xión estaba tan absorta que ha dejado que su padre le reviente de calor el motor principal de la nave parapente.

—Urg...

Xión se ha llevado el mayor tortazo de su aventura, pero al menos su nave ha conseguido aterrizar sobre algo firme, ha logrado arrebatarle la llave a Heine al vuelo y no se ha matado por tener a un padre idiota. Su mejilla derecha pronto estará hinchada y siente que ha perdido la capacidad de respirar con el pulmón del mismo lado, pero por lo demás se encuentra bien.

Para cuando se recupera de su embotamiento y consigue sostenerse en pie, su tía Ángela ya está delante. La Compass Rose solo es un punto diminuto en la distancia, pero eso para Ángela no supone la menor barrera.

«Maldita teletransportación», piensa Xión.

—¿Estás bien, Xión? ¿Qué haces aquí?

La pregunta de Ángela se puede responder ella sola. La responde, de hecho, la llave que tendría que sostener su tío y que está sosteniendo la pelirroja.

Los flujos de energía de la Puerta de Tao continúan su camino alrededor de las dos, proporcionándoles luz y protección. Xión clava sus ojos boscosos en los de su tía, y Ángela le dedica una disimulada ojeada a la llave.

—Xión... Dame eso —le pide—. Deja que lo hablemos antes de que hagas ninguna tontería...

—¿Tontería?

Compass Rose - El viaje a la Puerta de TaoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora