Es la primera vez que Heine se ha incorporado de la cama desde que él, su esposa y Red Heat tomaron el ascensor espacial, hará ya unas veinticuatro horas. El ingeniero ha sufrido una de sus habituales crisis de migraña de la que no ha querido hablar con nadie. Hasta que no lleguen a la cima del ascensor (alcanzando la base espacial de El Fuerte, esa que conecta el planeta Corinto con la inmensidad del espacio), no van a tener al doctor ni a la piloto a bordo. Por tanto, Heine tendrá que sobrevivir al crónico malestar como buenamente pueda.
Parece que un poco de descanso le ha sentado bien. Evidentemente, también le ha ayudado el Curador, esa máquina de bolsillo tan parecida a una Movitab que les salva la vida a quienes no cuentan con un doctor permanentemente en casa. El Curador le ha suministrado medicamentos variados, siempre dando la recomendación de acudir a un doctor, hasta que Heine lo ha mandado al cajón de un manotazo. Es fácil terminar harto de drogarse y de sufrir la retahíla de una inteligencia artificial.
El dolor de cabeza no se ha ido del todo, pero al menos Heine ya no siente que el cráneo vaya a estallarle. Tras una breve ducha que lo termina de despejar, se viste, se coloca las gafas cuadradas y sale a pasear por la Compass Rose con tranquilidad. Suerte que los últimos ajustes técnicos de la nave los realizó antes del despegue y que los motores no han trabajado por el momento. Es la inercia del ascensor la que los está elevando, sin necesidad de que los motores internos empleen más energía de la requerida para las funciones básicas de oxigenación o iluminación general de la nave.
La estructura del ascensor es un milagro tecnológico que ni siquiera los ingenieros más avanzados han logrado desentrañar del todo.
La Movitab marca que se encuentran en periodo de sueño, así que Heine no espera encontrarse a Ángela ni a Orión. Es momento de seguir estudiando y preparándose para lo que está por venir en la Puerta de Tao.
Heine acaba adentrándose en la espléndida cocina de la nave, repleta de formas redondeadas y blancura brillante bajo la luz artificial. Tiene forma hexagonal, con una isla de cocina con despensas y diversos aparatos en su centro. Se sienta y empieza a leer los artículos sobre Puertas Griegas que tiene almacenados en su Movitab.
Pero la tranquilidad le dura demasiado poco.
Al poco tiempo de adentrarse en la cocina, Orión Smaragdi aparece allí casi de la nada.
Heine no sabe cómo no ha caído en la cuenta. Ángela debe estar dormida como un bebé, pero Orión no duerme casi nunca.
Tras servirse una jarra de souv y una infusión respectivamente, Orión y Heine pasan un buen rato charlando de temas irrelevantes. Orión se muestra más sonriente, coqueto y desenvuelto de lo normal. A pesar de compartir la cavidad del ascensor espacial con otras naves que podrían necesitar una comunicación con ellos en cualquier momento, de tener un cierto rango y todo eso, el capitán ha decidido prescindir del traje espacial y casi hasta de la ropa, pues lleva unos pantalones de algodón terrestre con una marca famosa bordada en la pierna como única vestimenta. En cambio, Heine ya está vestido con su mono espacial, como si su salida a las estrellas fuese inminente (aunque aún les queden varios días para ello).
El ingeniero le sigue el juego en la distendida conversación, pero ni siquiera el embotamiento en su cabeza le impide percatar en lo que Orión le está sugiriendo.
A la que ve un hueco en su entusiasmado monólogo, Heine le suelta:
—¿Te me estás insinuando, Orión?
Orión suelta una carcajada y se levanta para deambular por la cocina.
—Es que hace calor —bromea, diciendo algo sin sentido dada su habilidad Termo—. ¿Tú no tienes calor?
ESTÁS LEYENDO
Compass Rose - El viaje a la Puerta de Tao
Ficção CientíficaSi tuvieras la oportunidad de viajar hasta un satélite artificial para obtener un superpoder, ¿lo harías? Y si supieras que tendrás que robárselo a tu propio tío, que no sabes pilotar una nave espacial y que obtenerlo te dolerá hasta el punto de sen...