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La vista del camino recóndito, entre bosque y más bosque, a través de la ventana, inundaba la mente de Chuuya en mil preguntas. Empezando en...¿Cómo rayos se había dejado enredar por su imprudente valor y aceptar cuidar a un paciente psiquiátrico desconocido en medio de la nada? Ok, tal vez no enmedio de la nada. El auto estaba frente a la entrada que se abriría para seguir aún otro camino, pero desde ahí ya se visualizaba una enorme casa, no eso no era una casa.

-Es mounstruosa...-susurró Chuuya.

-¿Di... Disculpe?-dijo el jóven chófer de cabello como el de chuuya.

-Oh, no jaja-rió apenado el enfermero-Sólo digo qué es enorme, y no me digas de usted tengo 22 ¿De acuerdo...eh?.

-Tachihara Michizo-completó el chófer-y gracias Nakahara pero sino lo trato de usted entonces el tampoco lo respetará-dijo apretando el volante con temor.

-¿El paciente?-preguntó Chuuya. Tachihara sólo asintió y él lo dejó pasar-En fin ¿Cuántas personas viven aquí? No esperaba tener tanta compañía...

-Una-respondió el chófer y Chuuya lo miró con los ojos bien abiertos-Dentro de la casa solo vive una persona y con usted serán dos, un kilómetro atrás está la casa dónde vivimos los trabajadores, el chófer-se señaló así mismo-mi linda esposa que se encarga de limpiar y cocinar-sonrió con los ojos cerrados-y el mayordomo que sirve a su paciente.

Chuuya no entendía porque si la casa era tan grande los empleados tenían que vivir apartados a un kilómetro antes, aunque en sí todo el terreno de la mansión era enorme seguía siendo algo extremista en su opinión. Mientras divagaba en sus pensamientos se dejó hipnotizar por la vista que aparecía ante sus ojos conforme se acercaban a la casa y los árboles abrían paso para admirar. El camino unos metros pocos al pórtico estaba despejado de los frondosos pinos y ahora se enfilaba una cadena de pequeños cerezos sin florecer. Parecía tener más de 3 pisos. La casa tenía como 20 ventanas de frente dos pares grandes debajo y arriba el resto siendo pequeñas, algunas con balcón. Y algunas sobre las enormes columnas que rompían la simetría y le daban una forma más parecida a un castillo, era una mansión impresionante. La fachada estaba pintada por un rojo merlot y cubiertas por algunas enredaderas secas. De pronto el auto estaba frente a la enorme entrada, con un pequeño pórtico de tejas negras como el resto del techo de la casa, con unos pilares de roca que tenían detalles, una serpiente envolviendo estos, y una enorme puerta negra de madera de ébano. Chuuya podría jurar que si existía la puerta al infierno seguro no le haría mucha competencia.

-¡Bueno, jóven Nakahara!-interrumpió Tachihara con una enorme emoción porque al fin llegaron-puede entrar con su maleta de mano y en un rato le subirán su equipo a su habitación, adelante-sonrió y le señaló con la palma levantada a la casa.

-¡Espera! ¿No vas a entrar conmigo?-preguntó Chuuya aún afectado por la presencia del lugar.

-Oh no, yo no puedo entrar ahí-rió Tachihara-de hecho casi nadie, es muy afortunado eh-le guiñó el ojo.

Chuuya se encontraba frente a la puerta sudando por un instante y luego negó con su cabeza para sí mismo.

-Basta, no es nada-trago saliva-has podido con peores y podrás con más-sonrió con los ojos cerrados. Y cuando estaba apunto de tocar se escuchó un ¡Crag! Y un gritó de un hombre.

Por lo que olvidó sus modales y abrió la puerta de una patada, se adentró en el recibidor interno y corrió hasta el medio frente a unas escaleras.

-Bienvenido jóven Nakahara-dijo una voz tranquila de un hombre mayor con cabello canoso y un monóculo-empezaba a creer qué se había perdido Tachihara de nuevo.

¿Osamu or Dazai?•(Soukoku)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora