Epílogo

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La era del terror manufacturada por los temibles hordianos, la incertidumbre de saber si podrías llegar vivo, sino serías una víctima de la Horda de los sin escrúpulos, que seguían ciegamente las órdenes desde arriba, o quizás nunca conocieron algo más allá de la frialdad de los colores industriales característicos de la zona del terror, donde durante generaciones etherianos se arrullaron con los sonidos mecanizados de los engranajes y silbidos de los vapores de las avanzadas máquinas, el aire caliente en las interminables noches de ardiente clima, o la crueldad del frío cuando el sol parecía agonizar en ese lugar conquistado brutalmente y que construyó un imperio sobre las cenizas de otro, destruyendo y ocultando cualquier vestigio que no fuera importante.

Aquellos años de sombras y oscuridad que casi logran asfixiar la última llamarada de esperanza, que se mantuvo tal vez un tiempo avivado por los motivos equivocados, más no de las personas, murmullos suaves de vocecitas que se aferraban a una pequeña inocencia de promesas, incluso si la crueldad de su entorno las quisiera asfixiar y condenar a repetir la misma historia. Dos pequeñas que se vieron crecer, en los momentos obscuros e iluminados, en el odio, la envidia, el dolor, la pérdida y el perdón.

La amazona, la salvadora de Etheria y del mismo universo, la mágica mujer gigantesca de dos metros y musculosa que llevaba proezas y la esperanza que todos necesitaban, a la mujer leyenda que amaron y luego aprendieron amar a la portadora del símbolo, que no era para menos de ver, una rubia con un corazón dorado a pesar del peso que casi la destroza más allá de sus costillas, Adora, la niña que realmente tenía un futuro brillante, pero tan brillante como doloroso, encontró alguien.

Catra, nadie sabe si es su nombre real, pero creció con este, su identidad que llegó al punto que su propia identidad con la que toda la vida se le había señalado que ella es la villana, la bestia indomable, la sombra, lo peor de la escoria hordiana, la identidad que todos escogieron para ella, y que ella se resignó a aceptar, ¿qué más podría hacer? Si todo lo que conocía de ella eran sus terribles fallas como ser en sociedad, si siempre le mostraron un lado terrible de la vida, y cuando lo único que apreciaba e iluminaba su visión acromática y la coloreaba en vibrantes colores, a que más podría aferrarse si lo que creyó conocer la abandonaba. Era de esperar que su espíritu se corrompiera, por lo que trató de rechazar, hasta las últimas consecuencias. Después de todo, siempre sería la culpable de ser apuñalada por la espalda, y que la única forma de dejar de ser la víctima era volverse el verdugo que la oprimió, incluso si esto nunca fue lo que ella quiso. No fue una sorpresa que ella misma comenzará a atormentarse con la culpa de fallarse a sí misma y volverse la verduga de la cual siempre repudió, de lo que tanto su Adora le había dicho que ella no era. Catra tardó en conocer el otro lado de la vida, y al conocerlo, aprendió a apreciarlo con cada parte de su alma que trataba de sanar, y sin la sensación de soledad física o emocional.

Fue por esto, que tal vez en sus primeros años de retoñar no eran los indicados para ambas el afrontar sus emociones, el camino espinado les enseño y más que nada a valorar lo que tuvieron, y el momento dolorosamente correcto había llegado. Aquellas secuencias sesgadas en traición, dolor, tortuosamente lentas, llegaron a su cúspide del comienzo del perdón, donde sentían que morirían de la manera más románticamente posible incluso si nunca hablaron de sus emociones, hablando de manera figurativa y literal, sonando de manera cliché que su amor prevaleció en que esas dos cabezas huecas sobrevivieran aquel acontecimiento universalmente histórico.

Pero eso no significa que sería tan fácil darle vuelta a la hoja, el nuevo capítulo de sus futuros se escribiría con el mismo esfuerzo como el de sus inicios, y por lo que incluso tras de tres años después de esos eventos, en el castillo de Brightmoon, las heroínas para el pueblo o amantes trágicas yacen recostadas.

She is gone...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora