VII

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Pedro tragó saliva nervioso, no era posible, tenía sus ciclos perfectamente calendarizados, no estaba en celo. ¿Cómo fue que aquello que pensó tener tan controlado surgiera de esa manera de él?

Su pensamiento fue interrumpido cuando Alfred le mordió suavemente el lóbulo de su oreja, y él sintió caer de nuevo en una hipnosis. El mexicano alejó coquetamente el rostro, dejando completamente expuesto su cuello, a merced de lo que el otro muchacho quisiera hacerle.

Idiota. Despierta, despierta. No hagas esto.

Por supuesto, el estadounidense no desaprovechó la oportunidad y dejó un par de besos en la piel tierna y pulsante. Provocando un profundo suspiro en Pedro, quien a su vez despertó un impulso primitivo en Alfred para tomarlo de las caderas y restregarse despacio en él.

Por favor Alfred, tú también, despierta.

Pedro intentó con toda su fuerza de voluntad alejarse, pero aquel ser dentro de él era tan terco como sí mismo. Se negaba a soltar al otro chico, como si fuese entre sus brazos el lugar donde pertenecía.

Al carajo ¡No me jodas!

Se sentía tan estúpido e indefenso. Tuvo la oportunidad perfecta de huir de ahí, pero la había perdido, y ahora tenía que enfrentarse no solo a Alfred, sino a su alfa e incluso a su propio omega.

—Así no... así no... —murmuró con voz ronca Alfred con los ojos cerrados, cuando los abrió, un resplandor fiero iluminaba sus pupilas.

De pronto Pedro se dio cuenta de algo, Alfred seguía luchando consigo mismo, estaba tan confundido y turbado como él. Trataba de controlar esa fuerza violenta que nacía de sus entrañas. Tenía que ayudarle a despertar, que volviera a ser el Alfred de siempre, pero ¿cómo?

Recordó que momentos antes pudo "romper el encanto", incluso él se liberó.

¡Pero claro!

Piensa en una estupidez. Ocupa tu mente en cualquier tontería, piensa tan solo... cualquier mamada.

Y ante la última palabra, la imagen mental que tuvo Pedro no ayudó a su situación. Su temperatura corporal se elevó, sus mejillas se arrebolaron, miraba con deseo a Alfred directo a los ojos y este le sostenía la mirada.

¡No de esas, pendejo!

—Eres tan... y tus ojos... —Alfred estaba embelesado, se acercaba directo a sus labios.

Pedro seguía con su pelea interna, quería darle un cabezazo a Alfred directo en la frente, pero su omega le impedía con todas sus fuerzas que lastimara al muchacho. Mientras más se oponía a los deseos de su ser, este más lo desafiaba. Necesitaba un punto medio, algo en lo que ambos estuviesen de acuerdo.

No quiero que me bese, solo no... así...

Se sinceró a sí mismo. Y justo antes de que Alfred alcanzara su boca, pudo desviar el rostro, para luego acomodarse en un abrazo donde un beso en los labios sería difícil de concretar. Con los pechos pegados, y apoyando su barbilla en el hombro del rubio.

El cuerpo de Alfred se tensó ante el evidente rechazo, pero las manos de Pedro se posaron en su espalda alta y le ofreció unas reconfortantes caricias, hasta que sus músculos se relajaron. No era su intención despreciarle, en lo absoluto.

El moreno suspiró, una parte de él con alivio, y la otra con resignación. Al sentirse "a salvo" se permitió cerrar los ojos, concentrándose en los sonidos más allá de donde se encontraban, sus sentidos parecían haberse afinado, podía escuchar hasta ahí los ecos de la fiesta.

—¿Te asustaste?

—¡¿Eh?! —Se sobresaltó Alfred, al no saber a qué se refería el jovencito.

—Cuando me viste, a punto de caer.

Hubo un breve silencio antes de que el chico contestara.

—Claro... pudieron culparme de intento de asesinato —bromeó.

Ahí estás pensó reconfortado Pedro.

Pero por increíble que pareciera, ya no quería soltarle. No era tan malo estar así, se sentía a gusto, quizás era que por fin había llegado a un aparente acuerdo con su omega, o tan solo era que estaba ya tan cansado de oponerse a él. Toda la situación lo había dejado exhausto, habían sido demasiadas emociones en muy poco tiempo. Tal vez era por las altas horas de la madrugada, o que por fin ese era el Alfred que reconocía.

¿Quién sabe?


—Es el fin del camino.

—¿Qué dices?

—La canción, ¿no la escuchas? —Pedro hizo una pausa, se relamió los labios y reacomodó en el otro chico antes de continuar —Es la promesa de vida, en tu corazón.

Ambos chicos podían escuchar la música en vivo proveniente del alejado salón. Bossa nova.

—¿Sabes portugués?

—No.

Hubo un silencio, y Pedro pudo sentir el cuerpo de Alfred temblar suavemente, el estadounidense no podía aguantarse la risa.

—¡¿Te lo estás inventando?! No estás ebrio, estás loco Juan Pedro Sánchez.

—No —repitió adormilado Pedro.

No lo estaba inventando, esa era la letra de la canción, pero tampoco había mentido en que no sabía portugués. Pero no importaba, en ese momento en que Alfred le mecía suavemente al ritmo de la música las explicaciones sobraban.

Esto no está mal ¿cierto? Podríamos, simplemente quedarnos así... por siempre.

—¿Estás... ronroneando?

—No.

—Mentiroso —dijo Alfred y volvió a apretarle contra él.

Ni el cuerpo ni la mente de Pedro pudieron más, cayó en un profundo sueño. No importaba, Alfred estaba ahí, era él, ya no el alfa, y no le haría daño. ¿No es verdad?








Escuchó ruido, diversas voces y percibió aromas intensos.

Ahí había más de un alfa.





Cuando abrió los ojos pudo ver a Itzel, acompañada de Catalina y Carlos.

Él estaba recostado de lado en el piso de la terraza, con el saco descubriéndole los hombros, la corbata de moño desatada y algunos botones de su camisa sueltos. Lejos de él, los chicos rodeaban a un confundido Alfred que solo alcanzaba a alzar las manos en pose de rendición.

Itzel estaba furiosa, Coco le jalaba del brazo intentando separarle de Alfred, y Carlos parecía tan confundido como el rubio, pero eso no evitaba que soltara insultos a diestra y siniestra.

La escena era un caos.


—Son las... aguas de... marzzz...—canturreó Pedro bajito con una risita traviesa, y un peculiar brillo en los ojos, para luego volver a caer dormido.








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Capítulo doble, porque como siempre me quedó muy largo :)

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