III

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Una vez en la entrada de la cabaña donde fue citado, dio un par de golpes y la puerta se abrió levemente dejando salir una voz por la ranura.

—¿Prometes que todo lo que escucharás en esta reunión, lo mantendrás en secreto?

—Ya déjame entrar narizón.

—Bien, has pasado la prueba, esto comprueba que eres el verdadero Pedro. —Se escuchó la voz solemne.

—¿A qué otro Pedro le dejas notas en su cabaña? —preguntó con ironía aun a sabiendas de que no le responderían.

Una vez le dejaron libre la entrada, el chico ingresó a la estancia que se encontraba en penumbra. Pedro rio de lado y puso los ojos en blanco por el ambiente misterioso, cuando de pronto se puso en alerta al percibir a otra persona más además de Martín en el lugar.

—¡Bienvenido Pedrito! —gritó el argentino a su lado sobresaltándolo. —Sebas este es Pedro, Pedro este es mi primo Sebas. Creo que ya se conocían.

—Hey.

—Hey.

Se saludaron ambos chicos al mismo tiempo, efectivamente se habían visto en alguna ocasión, pero su relación era más de compañerismo y tener amigos en común. Sebastián se levantó del sofá en el que estaba sentado y se acercó a Pedro ofreciéndole el mate que estaba bebiendo.

Pedro no era fanático de la bebida, pero estaba consciente que tomarla era como fumar la-pipa-de-la-paz entre Martín, Sebastián y Daniel.

—Mmm qué... rico —dijo esforzándose por no hacer caras por lo amargo, después de haberle dado un largo sorbo a la bombilla.

Sebastián le sonrió, tomó el mate en sus manos y también bebió.

—Te prepararé más —sentenció con su típica voz relajada yéndose a la cocina.

—Ay no, no te preocupes, estoy bien así —pidió el moreno, más porque no deseaba seguir bebiendo que por el hecho de causar molestias. Pero el otro chico ya se había retirado.

Martín que estaba alimentando el fuego de la chimenea -lo que ayudó a iluminar más la salita de la cabaña- invitó a Pedro a tomar asiento en el sillón, posteriormente él mismo se sentó en otro. Quedando así de frente al mexicano.

—¿Y bien? ¿De qué querías hablar?

—Pedro ¿qué tanto has escuchado de la situación de Dani? —preguntó Martín con el rostro serio.

—¿Daniel? Pues que es un omega y eso, ¿no?

—Un omega... ¡Un omega Pedro! ¡¿Sabes lo que eso significa?!

—Prepárate para el desahogo —dijo Sebastián acercándose a Pedro y poniéndole el nuevo mate en las manos. Para después sentarse largo y tendido en el sofá.

—Le dije al pibe que decirlo era una mala idea ¿Pero me escuchó?

—No, no escuchó a ninguno de los dos.

—Ya no podemos confiar en nadie del Sur, pareciera que todos tienen intenciones escondidas.

—¿Intenciones con Dani? —preguntó Pedro atento.

—Por supuesto, deberías haberlo visto. Apenas al segundo día se arremolinaron como lobos a su presa, algunos ni siquiera saben si sus herederos serán omegas, pero ya estaban enviando propuestas de matrimonio. ¡Dani tiene 14 años!

—Le ha llegado incluso una solicitud desde Taiwán —añadió Sebastián.

Pedro escuchaba todo con la boca ligeramente abierta.

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