IV

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Si las miradas mataran, al príncipe Luciano Da Silva seguramente le hubiese explotado la cabeza.


Los gemelos tenían ya 15 años cumplidos, cuando por fin un miembro de la joven realeza de Latam fue declarado alfa. El gigante del Sur Luciano, heredero de la nación de Brasil.

La celebración no se hizo esperar, el reino organizó una fiesta grandiosa, un desfile lleno de música, carros alegóricos, fuegos artificiales y bailarines sensuales con trajes espectaculares. Un carnaval en pleno julio. La samba escuchándose en todos los rincones de la nación, e incluso en los barrios más pobres podía oírse las batucadas uniéndose a la festividad. Sin duda alguna, el príncipe Luciano era amado por todos.


O quizás no por todos.


Terminado el desfile, los invitados de la realeza y algunas celebridades, fueron dirigidos al palacio imperial para una fiesta exclusiva. Ahí Pedro miraba intensamente con el ceño fruncido desde un rincón al heredero de Brasil.

—Qué fea es la envidia hermanito —murmuró con una sonrisita Itzel acercándose al chico.

—¿Envidia? ¿Qué tengo que envidiarle? —dijo irguiéndose en toda su altura e inflando el pecho.

—Veamos... —La chica apoyó la cabeza en el hombro de su hermano y señaló al príncipe. —Mira nada más esos brazos, debe tener tremendos músculos, es un morenazo de fuego, su sonrisa es taaan bonita y... es un alfa.

Si bien las otras cualidades de Luciano no le importaban a Pedro en realidad, cuando la joven mencionó lo último su mal humor se acrecentó. Él realmente se había esforzado en ocultar su condición, seguía de forma minuciosa sus ciclos, se ejercitaba para verse más atlético y ganar fuerza, y también se había vuelto más temerario, aunque esto último fue una secuela no deliberada. Lejos estaba de haber superado el hecho de haber nacido omega.


Yo debí ser un alfa pensó, sin embargo lo único que pudo decir fue:


—¡Y-Yo también tengo una sonrisa bonita! —Y se alejó refunfuñando.

—Pedro estoy jugando. ¡No te enojes!

Pero antes de que Itzel pudiese darle alcance a su hermano, la princesa Catalina le bloqueó el paso.

—Hola Itz ¿Podemos hablar a solas?

—Coco...





En el salón principal los adultos cenaban y charlaban amenamente acompañados con música bossa nova en vivo. Pedro se asomó ligeramente para asegurarse que sus padres seguían ocupados en lo suyo. Una vez confirmado, se acercó sigilosamente a un camarero y tomó una copa de champagne de la bandeja que llevaba para los invitados en otra estancia. De pronto sintió una mirada penetrante en su espalda y volteó a ver a su alrededor, cuando escuchó una voz.

—¿Tus padres te permiten beber?

Y al girar el rostro se encontró con Manuel, el futuro gobernante de Chile.

—¡Oh hola! Sí, claro que sí, solo de a poquito —mintió al verse descubierto.

—Mis padres son iguales, solo me permiten pequeñas degustaciones. Deberías probar los vinos, mi familia obsequió una selección especial para esta fiesta.

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