Parte/41/Vanas esperanzas

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Después de la marcha de Altagracia Max fue directamente a la casa de Lidia iba furioso, cuando la tuvo frente así, tuvo el impulso de golpearla, pero se contuvo. 

─¡¡Ya estarás contente!! Altagracia me abandono gracias a tus intrigas!! Que pretendías con eso. Acaso creíste que si mi mujer me abandonaba iba a venir corriendo a pedirte matrimonio ¿Ese era tu plan? ─ Y, tomando a la mujer por el cuello, le grito.

─Te lo dije una y mil veces, no te quiero, para mí solo existe una mujer en mi vida y es mi esposa y aunque se haya ido de mi lado siempre será la señora Leduc, porque nunca me divorciare de ella, ni mucho menos casarme contigo.

Enseguida arrojo a la mujer lejos y salió de la casa, sin siquiera hacer caso de los gritos de su hijo que lo llamaba insistentemente.

Lidia pensó, maldito seas, pero ya regresaras y me las pagaras tú no puedes vivir sin mí ni yo sin ti.

Cuando se supo que Altagracia había abandonado a Max, desfilaron parientes y amigos para hacerla desistir, pero ella estaba resuelta en no volver con su marido éste finalmente acepto que Altagracia nunca iba a volver a su lado, Lidia estaba segura que Max iba terminar viviendo a su lado, espero pacientemente. Él seguía visitando a su hijo tal como lo había hecho anteriormente, pero no reanudó su relación sentimental con la mujer, Lidia al fin comprendió que Max nunca le iba a pedir que fuera su esposa, llena de despecho tomo una resolución, ella su hijo y sus padres se fueron a vivir a un país desconocido, esa iba a ser su venganza, nunca se volvió a saber nada de ellos, un mensajero le llevó la llave de la casa a Max que habían ocupado su hijo y ella junto con una carta.

─Max, tenía la esperanza de que recapacitaras y vinieras a vivir a casa junto a tu hijo, pero veo con tristeza que ninguno de los dos te importamos, es por eso que nos vamos lejos, muy lejos ¿A dónde? ni yo misma lo sé, lo único que sí sé, es que nunca volverás a ver a tu hijo, después de todo él no estaba en nuestros planes.

Espero que tu mujercita te perdone, porque yo, te odio con toda el alma.

Atentamente,

Lidia Echeverria, L.

Cuando Max termino de leer la carta o más bien la breve nota, crispo los puños y con una voz llena de rabia mascullo entre dientes.

─Maldita, maldita, mil veces maldita, y ni como reclamar a mi hijo si legalmente, no lo es.

Era un golpe muy duro para Max, perdía a la mujer que más amaba en el mundo y, además, a su hijo, un hijo del cual se sentía muy orgulloso.

El tiempo no se detiene, Max y Altagracia nunca más volvieron a vivir juntos, ni siquiera existía amistad entre ellos, sin embargo cuando era necesario alternar lo hacían civilizadamente, fueron muchos eventos a los que asistieron juntos, tanto en los felices como en los tristes, tal fue el caso cuando sus hijas hicieron la primera comunión, lo mismo pasó cuando fueron presentadas en sociedad, en su graduación y posteriormente cuando contrajeron matrimonio.

Guillermina, los hizo abuelos de dos hijos un niño y una niña, Carlota fue madre de una niña, a los tres años de casado se divorció y algunos años más tarde se volvió a casar, desde que era unas niñas, tomaron partido, Guillermina siempre apoyó a Altagracia y Carlota a su padre, tanto Altagracia como Max nunca más tuvieron parejas sentimentales, y si las tuvieron nunca se supo, Altagracia vivía feliz en el rancho, ahora era libre de recibir tanto a familiares como a amigos sin la zozobra de que su marido llegara borracho y los corriera, cuando don Jorge murió le heredo al rancho a su hija Catalina ya que desde que sus hijos se hicieron hombres, se hicieron cargo de su administración, tanto catalina como Julieta también emigraron a Guadalajara trayendo a su madre con ella, entre las tres hermanas se hicieron cargo de ella, Victoria murió a la edad de noventa y siete años.

Al paso de los años, Max fue perdiendo a sus familiares directos, abuelos, padres, hermanos, solo le quedaban en el mundo sus hijas sus nietos y sobrinos, los cuales lo visitaban regularmente, Altagracia también perdió a sus abuelos, sus padres y su querido hermano Jorge, pero afortunadamente aún le quedaban sus hermanas, Carlota era dueña de una compañía de mantenimiento, la cual consistía en arreglar todas las reparaciones, del hogar, tanto albañilería, fontanería, electricidad, jardinería etc. Ella monto sus oficinas en la casa de Max, así ella estaba al pendiente de su padre, llegaba en la mañana desayunaban y comían juntos, por la tarde ella se marchaba a su casa, hacia eso de lunes a viernes.

Cuando Max cumplió 65 años empezó a padecer Diabetes, esta se le fue complicando por la necedad del hombre en no seguir las indicaciones del doctor, su salud se fue deteriorando a pasos agigantados, por lo cual Carlota se vio en la necesidad de contratar a un enfermero nocturno para que estuviese al pendiente de su padre por la noche, a Altagracia, fue diagnosticada con un cáncer de mama, que gracias a la quimioterapia y a los cuidados de su hija Guillermina salió vencedora, Max estuvo al pendiente de ella aunque no personalmente, si por medio de su hija Carlota, cuando su hija le dio la buena noticia de que ya estaba completamente recuperada, la llamó por teléfono, cuando Altagracia contesto la llamada, Max sintió una alegría indescriptible.

─Altagracia no me cuelgues por favor, soy Max.

─No tengo porque colgar, ¿Dime en que te puedo ayudar?

─Solo quiero decirte que me da mucho gusto que ya te encuentres bien de salud.

─Muchas gracias por tu preocupación ya me dijo Carlota que estuviste al tanto de mí, todo el tiempo que estuve enferma.

─También quiero pedirte perdón de todo el mal que te cause.

─Tienes mi perdón desde hace mucho, no te guardo ningún rencor.

─Si, es así, ¿Por qué no intentamos volver a vivir juntos?

─No Max de eso nada, yo ya no podría vivir a tu lado, así como vivimos, estamos bien, así sigamos.

─Si no aceptas es por una razón, y esa razón no puede ser otra, que no eres sincera cuando dices que me has perdonado.

─No te confundas, cuando te digo que te perdone, es que así es, tú siempre vas a ser el padre de mis hijas y el abuelo de mis nietos, ese lazo siempre nos va a unir, pero yo nunca volveré a tu lado.

Conflictos,Donde viven las historias. Descúbrelo ahora