Capítulo 3: 1993. Lirio

71 10 0
                                    

1993. Lirio

«Harry». Su nombre no dejaba de aparecer en mis sueños. Cuando desperté, sentí encogerse mi corazón en el pecho. Al lado de mí había un papel arrugado. Lo cogí como si me fuera la vida en ello. Un número, escrito de forma desarraigada. Un número que me llevaría a un mundo nuevo, desconocido y aterrador.

—Louis.

Levanté la cabeza y allí estaba. Escondí el papelito bajo las sábanas y parpadeé. Calliope, con su pijama morado a rayas y el pelo alzado en una coleta mal hecha. Estaba enfadada, lo veía en su mirada y en la forma en que cruzaba los brazos.

—¿Dónde te metiste anoche? Me dejaste tirada.

La lengua de Harry empezó a deslizarse por mi cuello y yo mantenía mis dos manos presionando su fibrado cuerpo. Contuve el aliento y el paró.

—¿Has hecho esto antes? —preguntó con una voz grave y rasposa.

Negué con la cabeza y el apoyó la cabeza en mi hombro.

—Yo tampoco —le escuché decir —. No con un hombre.

Me cogió de la mano y, antes de que pudiera decir nada, nos escabullimos del local. Harry me llevó a su moto y me pasó un casco.

—No —dije —. Ni de broma.

—¿No confías en mí?

Le acababa de conocer. No habían cruzado ni tres frases. No sabía ni su nombre. Solo sabía que besaba como el infierno y que tenía aspecto de íncubo venido a la Tierra para arruinarme la vida. Solo sabía que tenía los ojos verdes más bonitos que había visto, y que quería que mis dedos se cortasen al tocar sus pómulos, y que quería pincharme con las espinas del tatuaje de su estómago.

—No. Pero vamos.

Me subí a la moto tras él y me aferré a su espalda. Antes de que arrancara, le llamé.

—¿Cómo te llamas?

—¿Qué?

—Que cómo te llamas. Si voy a hacer esto, necesito al menos saber tu nombre.

—Harry. Me llamo Harry. ¿Tú?

—Louis.

Él asintió y arrancó. Y yo, por primera vez en mucho tiempo, sentí que la sangre recorría mis venas.

Calliope aguardaba una respuesta pacientemente.

—Lo siento. Me agobié allí dentro, sabes que no me gusta estar con mucha gente. Fui a pasear.

—¿Toda la noche?

Me encogí de hombros. Calliope negó con la cabeza y salió de mi habitación. Yo, una vez solo, hice algo vergonzoso: Me llevé el papel a la nariz y aspiré con fuerza. Era el mismo olor que me embargó cuando sus labios tocaron los míos. El mismo olor que noté cuando apoyé la mejilla en su espalda mientras nos envolvía el aire de Nueva York.

Lirios. El chico de la rosa olía a lirios.

el chico de las flores ; lsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora