Capítulo 4: 2000. Clavel

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2000. Clavel

—Vas a tener que quitarte la camisa.

Louis me miró como si tratara de descifrar el significado oculto tras mis palabras, pero asintió. Se quitó la camisa blanca y se quedó en una camiseta interior de tirantes. Traté de no sonreír cuando mis manos se aferraron a sus bíceps. Por supuesto, también traté de que no se me notara lo afectado que estaba teniéndole tan cerca y, de alguna forma, tan vulnerable.

—¿Dolerá mucho?

—¿Quieres el tatuaje o no?

—Sí —asintió con convicción —. Pero me da miedo.

—Soy bueno en lo que hago —le tranquilicé, y añadí en un susurro —: Además, voy a estar contigo todo el rato.

Tal vez me distraje un poco, un segundo, un momento, como quien dice. No pasó nada, pero nunca antes me había distraído. Era la forma en que cerraba los ojos con fuerza y entreabría la boca. La manera en que se pasaba la lengua por los labios. Tan solo un segundo, y luego volví a centrarme en su piel. Más bronceada que la última vez. Unos músculos más fuertes.

—¿Duele? —susurré de forma burlona mientras la aguja se clavaba en su piel.

—Sí —confesó.

—¿Y qué hace un hombre de bien como tú tatuándose?

Sonrió, nervioso. El sudor le recorría el rostro.

—Tomar las riendas de mi vida.

—Este es un tatuaje perfecto para un aspirante a florista, ¿verdad?

Louis me miró. Fue como trasladarme de vuelta a aquella noche, sentados en el puente, mirando amanecer. Sus dedos rozando los míos y su voz confesando su mayor deseo.

—Me alegro de que al menos uno de los dos haya conseguido su sueño.

Me encogí de hombros.

—Todavía hay tiempo. ¿No querías tomar las rindas de tu vida?

Louis no dijo nada más, y yo me dediqué a tatuar su piel, en completo silencio. Cuando anuncié que había acabado, antes de poder girarme para coger el bote de crema, noté sus dedos en mi cuello. Quedé paralizado. No me moví mientras Louis acercaba sus labios a los míos. Le cogí de la muñeca para que no rozara el brazo con nada. Con la mano libre rocé su mejilla. Se sintió como la primera vez. Me hizo creer que podría arriesgarlo todo.

Al separarnos, Louis deslizó la mirada hacia mi pecho.

—No eres solo el chico de la rosa —murmuró, con las mejillas rojas y los ojos húmedos —. Eres el chico de las flores.

Cogió entre los dedos el colgante que llevaba al cuello y lo examinó.

—Es un clavel —dije.

—¿Qué significa?

—¿Qué significa la gardenia?

A regañadientes, lo aparté de mí para coger la crema y el papel film.

—Amor secreto —susurró.

—¿Tienes un amor secreto?

Louis rio.

—Soy un amor secreto.

el chico de las flores ; lsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora