2. Cuanto más pienso en ti, el corazón duele

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Luna Nova. 6:48 pm
          No se podría tener tantas expectativas de vida, pensaba la joven Diana al mirar por su ventana, el sol se ocultaba muy lentamente, era una vista más que agradable, hacía que su imaginación volara y se olvidara por un momento los problemas y las responsabilidades que tenía por ser una Cavendish. «Quiero ser un poco más como Akko». Había transcurrido un año desde que, junto con Akko, detuvo el misil de Croix. El mundo pareció cambiar su opinión sobre la magia, había ahora más esperanza de que, sin una necesidad total con la magia, el mundo sería mejor; Luna Nova también tuvo cambios importantes. Lo más notorio fue el incremento de alumnos en la academia, desde chicas con pocos dotes para la magia, hasta primogénitos de familias con poco prestigio; de este último grupo eran los más numerosos , muchas familias al ver que aquella academia que se encontraba en decadencia, volvía a engrandecerse, por lo que decidieron darle una nueva oportunidad, tal y como antaño las antiguas generaciones hicieron.
Diana parecía no compartir el entusiasmo que sus superiores, no por una falta de interés, sino que más bien, tenía una duda que le quieta a su sueño por las noches: ¿de verdad amo a Akko? Pocas veces en su vida ha tenido sentimientos tan profundos y fuertes hacia una persona. Ejemplos muy contados, está sus amigas y, la persona más importante la cual no tuvo la oportunidad de estar más tiempo con ella: su madre. Aquella mujer que le dió la vida se fue muy pronto; debía continuar después de todo para llevar orgullo a su familia, pero sobre todo, a su difunta madre. Sin embargo, las cosas no fueron como ella lo esperaba. Tuvo que dejar muchas cosas para poder la chica que ahora tanta buena reputación tiene; socializaba muy poco, los juegos de niños tuvieron que ser suprimidos y, sobre todo, dejar e incluso olvidar aquello que llenaba su alma y corazón de alegría. Todo cambió cuando Akko llegó a su vida, fue como una luz de esperanza para su lúgubre vida, le hizo volver a creer en ella misma y salir del esquema que su tía quería que siguiera, uno muy riguroso y que limita a la supervivencia del apellido Cavendish. Se mantenían en las viejas costumbres que ya debieron de haber muerto hace muchos años atrás, era hora de adaptarse a los nuevos tiempos, que el legado de su apellido, que tarde o temprano "muera", pueda irse con la dignidad que merece.
Su atención fue rápidamente puesta hacia la puerta, dejando que ese mar de pensamientos se esfumara, aquellos golpecitos eran rápidos y un poco fuertes, seguro se trataba de algo importante.
—Un momento por favor -exclamó Diana mientras se arreglaba un poco.
Se dirigió a la puerta con paso asegurado, y al abrir la puerta, pudo ver a una Akko jadeando y con un rostro serio, podía escuchar la agitada y pesada respiración con claridad. Esto no le sorprendió, tal vez Akko necesitaba de ayuda ya que seguro se metió en problemas.
—¿Qué necesita señorita Kagari? -preguntó Diana cortésmente con una pequeña sonrisa boba.
—Ne..., necesito hablar contigo, es muy..., importante... ¿me dejas pasar?
—Por supuesto, pero para la próxima no corras como alma que lleva el diablo. Puedes lastimarte.
—Lo que tu digas.
Akko entró y se recostó como si nada en el sofá de la habitación, estaba realmente agotada, su pecho subía y bajaba con bastante rapidez. Diana sonreía al ver a su querida asiática, le encantaba ver esa parte de Akko, como si fuera un corcel indomable. Se acercó a un pequeño mueble para preparar algo de té, tomó su varita y comenzó a hacer su magia, no le gustaba presumir, pero Diana era una experta con el té.
—¿Gustas algo de té? -preguntó Diana a la fatigada Akko, que apenas y logró voltear a verla.
—Sí, por favor Diana.
Los minutos pasaron y Akko se sentía cada vez más incomoda, teniendo en cuenta a lo que venía a ver a Diana, quería confesarle todo lo que siente aunque aún no estén claros, pensaba en que esta era la mejor manera, puede que se correspondan estos caóticos sentimientos y le den algo de orden, o suceda todo lo contrario y le lleven a una muerte prematura de sus emociones, ya que, Akko era bastante sensible a diferencia de Sucy, en ese aspecto, Lotte parecen coincidir. «Bien, llegó la hora de la verdad, espero no arrepentirme de esto». Diana se sentó en el sofá adyacente con dos tazas en mano, dejó una en la pequeña mesa de al frente.
—Disfruta Akko, este té es muy bueno.
Se acomodó y ahora estaba sentada, miró de reojo a Diana para después tomar el té y darle un pequeño sorbo. En verdad estaba delicioso, aunque ahora luchaba por no gritar por el ardor que le produjo el agua caliente en su lengua; ya estaba divagando mucho, la ansiedad la consumía poco a poco, comenzando a temblar un poco y su frente se llenaba poco a poco de sudor por la tensión que ella mismo se había provocado e intentaba parecer lo más normal posible, pero la discreción no era lo suyo, así que Diana rápidamente se dió cuenta de la inquietud de Akko.
—¿Ocurre algo? -preguntó Diana con algo de preocupación dejando a un lado su taza.
—N-no es nada Diana, no te preocupes, s-s-solo estoy algo estresada.
Akko no era la mejor mintiendo, ni siquiera el ser más tonto podría creerse la supuestas mentiras. Diana fue con ella y la tomó de las manos, quería que hubiera confianza entre ellas en ese momento, y a decir verdad, era solo una excusa para poder tocar a Akko, mirarla con más atención y poder apreciar, lo que para su juicio significaba, una meta inalcanzable.
—Por favor Akko, dime qué es lo que te preocupa, soy tu amiga, tenme algo de confianza. Nada de lo que digas saldrá de esta habitación.
Por unos momentos, Akko parecía que iba a perder la cabeza, imaginaba todos los posibles escenarios si es que se le confesaba, el miedo la detenía en seco, su fuerza de voluntad luchaba para que finalmente su boca y corazón cedieran. Era una lucha interna que parecía eterna en todo el sentido de la palabra, el ver los hermosos ojos de Diana no ayudaba mucho. «Es el momento Akko. Acaba con esto de una vez». Se levantó de golpe y abrazó sin más a Diana, por poco y pierden el equilibrio por ese movimiento tan brusco.
—¿Pero qué...
—Shh -le interrumpió Akko-. No digas nada, déjame hablar...
Diana estaba por alguna razón emocionada, un leve rubor en sus mejillas se hizo presente, su sangre parecía correr más rápido; su respiración se volvía más pesada y su mirada se perdía en un vació indescriptible, solo le quedaba escuchar lo que sea que Akko quisiera decirle.
—Estas últimas semanas -Akko prosiguió-, me he sentido muy confundida por lo que siento hacia ti. No sabría describirlo, pero solo puedo decirte que es una sensación que jamás que sentido. Quiero decirte que yo te quiero más que a una amiga, tu..., eres especial, ya no puedo verte como una amiga...
           Entonces, pareció alzarse entre ambas una pequeña sombra y una brisa las golpeó, y lo más extraño fue que no había forma posible de que el viento soplara. Diana estaba más que sorprendida ante la revelación de Akko; pudo sentir su hombro humedecerse, era ahora evidente lo que ocurría y no quería romper el corazón de la pequeña Akko. También estaba dandole vueltas al asunto, su confusión era incluso mayor que la de Akko. «Me duele verte así, pero no puedo decirte que de verdad te amo... No quiero decírtelo, oh, mi dulce Akko, pero debo hacerlo. Quiero que meditemos sobre la situación y, si es qué hay una posibilidad, intentarlo». La tomó de los hombros y la apartó gentilmente. Akko tenía el rostro hacia abajo, sus sollozos eran como una estocada cada vez mas profunda en el pecho de Diana; no existía el orgullo en su ser en ese momento, solo quiere darse un tiempo a ambas, sin necesidad de apresurar el paso, prefería galopar como una pequeña yegua, a querer correr como un caballo sobre terreno desconocido y hostil.
—Akko, de verdad aprecio tus palabras, me llena de dicha saber que hay un lugar especial para mi en tu corazón. No podría expresar la alegría que me provocas. Sin embargo, no puedo darte una respuesta aún concreta -hizo una pequeña pausa, tomó suavemente la barbilla de Akko y la levantó para que pudiera verla-. Mi corazón se encuentra en una gran incógnita, yo también quisiera que esta caótica sensación correspondiera, pero no es tan sencillo..., ojalá y podamos hacer que estos sentimientos florezcan como una bella flor en el más hermoso de los jardines del Edén. Quisiera liberarme de esta tortuosa situación, y poder tomarte de la mano y vivir como si nada hubiera ocurrido, solo un pequeño tropiezo para un futuro que no sabemos si estamos preparadas. Solo quisiera que este momento fuer más hermoso. De verdad lo lamento.
          Sus ojos bien abiertos, no daba crédito a las palabras que había pronunciado Diana, las lagrimas ahora eran como un río desbordado y se mostraba una profunda tristeza: Akko interpretó mal esas bellas palabras. Fue como caer de un árbol muy alto y aún esperando la caída; su corazón aparentemente arrancado, que aún palpitaba, la llama de esa pasión se extinguía, apenas las cenizas sobrevolaban el ambiente, el vacío se hizo tan presente en el rincón más inhóspito de su espíritu, la maldad que parecía estar extinta renace como un fénix, sus ojos carmesí ahora se volvían grises, si una pizca de aquella alegría que le hubiera gustado experimentar, ese amor que creía sincero, era solo un montón de palabrería que le escupía veneno; ahora estaba contaminado con lo que ella creía que era veneno.
—E-e-entre..., do... Mejor me retiro.
          Dió la media vuelta y salió del cuarto corriendo, Diana intentó detenerla pero algo en su interior se lo impidió y dejó que se marchara. «¿Por qué lo hizo? No puede ser. Oh..., no, he metido la pata...». Se tiró al suelo de rodillas, ahora ella era la que lloraba y se lamentaba. La razón le ganó en sus palabras, expresó lo que explícitamente no debía, le dió a entender que la rechazaba rotundamente, y que solo eran dudas absurdas. No eran ya sollozos, eran lamentos, lamentaba lo ocurrido, la oportunidad de poder entablar una relación con la persona que era claramente la correcta se desvaneció, tan rápido como el aleteo de un colibrí. No podía hacer más que abrazarse mientras las lagrimas brotaban y caían bruscamente al suelo, poco a poco se quedaba sin voz, perdía fuerza, el ceño fruncido en un absurdo intento por  aliviar la angustia y el dolor. Escuchó unos pasos acercarse rápidamente hacia ella, Diana no quería ver, no quería hacer nada mas que lamentarse en su miseria.
—¡Diana! ¡¿Qué ocurrió?! -esa voz era la de Hannah, estaba enfrente de ella al igual que Barbara.
—N... o... E-e... e-e..., es..., mi culpa. Lo arruiné t..., todo...
          Hannah y Bárbara la abrazaron para intentar consolarla, aún a sabiendas de que era inútil, tenía un corazón demasiado dolido como para que pudiera repararse, al menos sin que dejara una marca tan profunda que perduraría hasta el fin de sus días. Se hundía en el pecho de su amiga Hannah, poco a poco la vista se nublaba, se sentía más cansada, hasta que, en un intento desesperado para que dejara de sufrir, cayó dormida.

Y entonces, mi espíritu volóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora