5. Una pequeña poeta

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          Diana había recibido las cartas de Akko, le había agradado que Akko se las enviara a la antigua, las releería una y otra vez, le encantaban leer esas hermosas palabras, me sorprendía la memoria y la dedicación puesta sobre la carta pese a no ser la mejor prosa. Salía a veces para poder tener una mayor inspiración, pues tenía un hobby que le demandaba poco a su trabajo de médico. Era bueno para despejarse después de las rutinas en el hospital, pero, se sentía bastante sola. Cuando caminaba por las concurridas calles de Londres, podía ver a un mundo lleno de color y de sonrisas con la notable excepción de ella; imaginaba que pasaba ese gris día junto a Akko y sería suficiente para poder traerle algo de alegría a la monótona rutina. Le agradaba lo que hacía y era buena, sus habilidades podían ser explotadas de la mejor manera y se sentía bien con ella misma; y aún así, se sentía vacía.
Un vacío tan lúgubre y frío, le era caminar en Escocia en los días más fríos del invierno, con la nieve cubriendo sus pies, congelándole los huesos, presionando su cuerpo para mantener el calor a cualquier precio, como una lucha brutal para sobrevivir un segundo más. Desde que Akko se apartó de su vida se volvió a las viejas costumbres; tenía muchas responsabilidades para esa corta edad, tanto como persona como la cabeza de la familia Cavendish. Se pudo arreglar para llevar la carga, que cada vez era más pesada, sobre sus hombros, Diana siempre lo ha llevado sola y se había acostumbrado a la pequeña soledad de que se formaba. Hannah y Bárbara eran buenas amigas que la ayudaban cuando sentía que no podía. Eso le había recordado a ese momento en el que se sentía fatal por su encuentro con Akko.

Sus días eran oscuros y un pequeño destello de luz le ayudó a salir, era el pequeño empujón que necesitaba y llegó justo a tiempo para no dejarse seducir por la oscuridad que había querido devorarla desde muy pequeña. La chica asiática Atsuko Kagari fue quien la sacó de ese camino lleno de infelicidad. Pero parecía manifestarse de nuevo cuando su espíritu y corazón la orillaban a estar junto a Akko ya no como amiga, sino como algo más y tener una relación seria, donde abundara el amor y respeto, porque, después de todo, Diana le tenía mucho respeto por lo que había logrado siendo una chica sin magia. EL día en el que le confesó sus dudas al respecto, cayó en un malentendido que la dejó rota por muchos días. Hannah y Barbara habían acudido con Holbrook y Finnelan pues no sabían cuál era la causa de su comportamiento extraño y su estado actual. Ambas maestras estaban muy sorprendidas por las palabras dictadas por las amigas cercanas de Diana, así que inmediatamente fueron para realizarle un diagnóstico junto a otras maestras que pudieran auxiliarla. Diana fue sorprendida al ver el alboroto y bulla de las maestras que estaban en la puerta de su cuarto. Fueron unas tres horas en las que Diana fue estudiada al más mínimo detalle; las maestras consultaban distintos libros para asegurarse de que no fuer una maldición o magia desconocida o negra. Finalmente no se llegó a un veredicto; Diana les explicó que solo era una recaída por los estudios y problemas familiares. Se dudó un poco al respecto, especialmente Holbrook, puesto que conocía en cierta medida la relación tan estrecha que tenía con Akko, aunque no conocía si es que acaso lo llevaron más allá. Le dieron una semana de reposo y podía tomarla cuando quisiera, con la condición de que las maestras estuvieran al pendiente, la salud e integridad de Diana Cavendish era prioridad. Se rehusó a tomar este privilegio, no le era necesario y podía continuar con sus clases; sin embargo, fue tanta la insistencia que lo tomó a muy regañadientes. Los días siguientes fueron con cierta tranquilidad, pues Diana intentaba evadir a Akko por aquella amenaza que presentaba en ese sueño de ese ente que le mostró "la verdad". No quería dañar a Akko de nuevo y jamás durante su estancia mortal ni en las siguientes vidas, si es que acaso la reencarnación fuese real. No recordaba haberle dicho el porque de sus acciones a Akko o a sus amigas más cercanas, algo de lo que se arrepiente hasta el presente, tenía esa inseguridad de que Akko la odiara o simplemente no quisiera saber nada de ella, especialmente por lo que ocurrió en la biblioteca. Diana la besó y se marchó sin decir ni una sola palabra; recuerda amargamente que no salió de su cuarto y lloró como nunca, estaba al nivel cuando perdió a su querida madre. No daba crédito a lo que había hecho, y muy cobardemente se fue y dejó a una Akko confundida que parecía querer arreglar las cosas. Era ya muy confusa la situación, puesto que Akko estaba muy confundida y Diana al no entender ni saber que hacer se convencía de una idea cada vez más errónea; lo que mantenía los sentimientos de Diana a flote era el escribir en su diario, poemas malísimos y retratos tanto de ella como de Diana con carboncillo, el arte, por más burda y poco profesional que fuera, era la forma de plasmar lo bello que era ese sentimiento.

Y entonces, mi espíritu volóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora