CUATRO

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Madeleine sonrió satisfecho, dejó el burrito recién preparado sobre la mesa, limpió los frijoles de su boca con ayuda de una servilleta ¿Dónde podría tomar la fotografía? Con la vista buscó los sanitarios, varias galletas hacían fila para esperar su turno ¿De verdad iba a defraudar a su nuevo ligue con aroma a cafeína? En ese caso era conviente buscar a otro para la velada frenética que planeaba.

Dio una revisión a las segundas opciones.

"Este usuario te ha bloqueado"

"Este usuario te ha bloqueado"

La oración se repetía a lo largo de la pantalla, Madeleine descendía buscando a algún miembro de la bandeja de mensajes que no haya incomodado, una tarea difícil, en el milagroso caso que la aplicación no arrojara esa frase el último mensaje que solía mostrar era "Jodete". Desde que fue expulsado como paladín se complicó la tarea de buscar parejas o las que estaban dispuestas exigían algo más serio, eso ya estaba fuera de consideración.

Madeleine prefería morir solo a repetir la misma historia en la que llegaba a casa para encontrar a su esposo trabajando sin parar, desabotonar los botones de su camisa para retar al instinto y terminar viendo programas de farándula mientras devoraba tres órdenes de nachos con queso extra. Eso quedó atrás.

Al parecer Exceso de Cafeína era el único lo suficientemente frustrado para aceptar divertirse.

Madeleine tuvo una idea.

Una idea asquerosa.

Los empleados del establecimiento se hallaban ocupados atendiendo al resto de consumidores, un hombre le gritoneaba al desafortunado cajero que pasaba por la mala suerte del primer día. Él aprovechó la oportunidad, tomó ventaja de la distracción del gruñón en turno que ahora cogía al pobre empleado del uniforme para escupirle toda queja.

Madeleine se bajó la bragueta luego de asegurarse que nadie andaba observando, liberó a su amigo, después echó el burrito caliente sobre la mesa para coger el cartón en el que solían servirlos. La sonrisa pícara apareció cuando depositó la divinidad genital sobre el recipiente como un chiste de mal gusto, entonces apuntó la cámara del teléfono y con su pulgar oprimió el círculo para capturar el momento.

Olvidó desactivar el flash.

Atrajo la atención de varios cosumidores, especialmente del hombre histérico que ya había adoptado un tono truculento. La forma en que giró su cabeza hacia el estúpido rubio fue digna de una escena en una película de terror, sus dedos se abrieron para liberar al cajero, este perdió el equilibrio por lo que tuvo que aferrarse al mostrador para no caer. Madeleine sonrió nervioso al ver aquel hombre de unos cincuenta años con labios gruesos , cabello teñido de amarillo, piel rosada, sin mencionar la imponente estatura se acercaba a él con pasos agigantados que resonaron por su cabeza.

-¿Acaso estás tomándome fotografías? -Interrogó amenazante, la herramienta del cartón ciertamente redujo su tamaño.

-Para nada, buen ciudadano -Madeleine levantó su mano desocupada en señal de paz -Tomaba una foto a mi delicioso burrito de pollo -Agarró su alimento para justificar su respuesta -¿Lo ve?

-¿Qué escondes en tu otra mano? -Inclinó el cuerpo sobre la mesa.

-Amigo, tus preguntas son un tanto innecesarias -Madeleine se rascó la barbilla, el hombre se aferró a la camisa blanca para levantarlo.

Los espectadores ahogaron un grito.

Su belleza íntima quedó expuesta a los clientes ¿Cómo pudo llegar a esto? La vida perfecta poco a poco se tornó en una mancha borrosa, el arma perfecta para reprocharle a Madeleine el fracaso más grande de su vida con una situación tan desfavorable y malinterpretada que no dio oportunidad de explicar los sucesos.

Efectos Secundarios  | Madeleine x EspressoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora