Capítulo 17. Pareja destinada

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Vil entró en la habitación con los nervios a flor de piel. No era bueno agachando la cabeza y siendo sincero porque no le gustaba mostrar su lado frágil, siempre era algo que le resultaba extremadamente difícil.

Leona estaba tumbado en la cama, como se esperaba de él, dando la espalda a las ventanas. El rubio se acercó y se sentó en el borde de la cama, tomó aire y tocó el brazo del mayor, agitándolo para que se despertase. El león se revolvió y se giró, golpeando a Vil en el proceso con la pierna.

-Ten un poco de cuidado al menos -se quejó el menor.

-¿Qué quieres de mí? -bufó el moreno sin abrir los ojos-. Déjame tranquilo.

-No te duermas, tenemos que hablar.

-No, gracias. -Leona intentó darse la vuelta de nuevo, pero Vil le agarró del brazo y le arañó con fuerza, lo que sobresaltó al mayor y le hizo abrir los ojos mientras se erguía-. Joder, eso duele. Se supone que son los gatos los que arañan.

-Tengo las uñas largas, vuelve a ignorarme cuando estoy intentando solucionar las cosas y te haré sangre.

-¿Sabes? No estás siendo justo conmigo.

-Lo sé.

El príncipe subió una pierna a la cama y se acomodó sobre ella. Llevaba el pelo recogido en una trenza que le caía por un hombro, y Leona vio como sus dedos no tardaban en ponerse a jugar con el final del cabello en un gesto nervioso.

-Cuando era pequeño, antes de que me hicieran la prueba de sangre para saber si era alfa, beta u omega, todo el mundo parecía estar convencido de que sería un alfa -comenzó Vil con voz firme-. Yo nunca pensé en ello porque tampoco lo entendía realmente, para mí era lo mismo una cosa que otra. Pero un día empecé a hacerlo, empecé a pensar en las diferencias que había entre ser un alfa, un beta o un omega. Sucedió cuando tenía cinco o seis años, no recuerdo muy bien. Mis padres me llevaron a una fiesta en otro país. Era la primera vez que iba a un evento social fuera de casa, así que me agobié un poco y me alejé de donde estaba reunido todo el mundo. Me terminé perdiendo y llegué a los jardines. Allí conocí a un niño. Imagino que hablamos de algo, no consigo recordar de qué, pero hay una cosa que recuerdo, y es que dijo que era un omega. Le pregunté cómo podía saberlo, y su respuesta fue que acababa de ser reconocido como alfa y un alfa reconocía a su omega. Yo era un crío, ni siquiera comprendía lo que estaba pasando, pero le prometí que, si de verdad era un omega, me casaría con él y sería su omega. -El chico suspiró y negó con la cabeza-. Soy consciente de que es estúpido que esté enamorado de un recuerdo y me aferre a algo que ni siquiera sé si es real, pero he revivido ese momento durante años en mis sueños desde que confirmaron que era omega y... no puedo dejarlo ir así como así. Necesito encontrarle y saber que fue real, aunque él no se acuerde de mí.

-¿Y en serio piensas que ese encuentro fue cosa del destino?

-Sé que lo fue, tú no lo entiendes. Él fue la primera persona que vio quien era en realidad. Cuando me dijo que era un omega, que era su omega, me gustó. No lo dijo como otros alfas, insinuando que los omegas somos algo que poseer, fue... diferente, pude notar que quería...

-Cuidarte -interrumpió el león-, protegerte.

-Sí. Por eso necesito saber quién es, necesito encontrarle. Llevo buscándole años y sé que daré con él tarde o temprano.

-¿Y qué harás si lo encuentras y ya está unido a otra persona?

Lo había considerado, de hecho. Sería incapaz de exigirle que abandonase a su pareja por él, nunca sería tan egoísta como para hacerle tanto daño a alguien por su propia felicidad. Sin embargo, no podía negar que le dolería saber que el hombre al que llevaba tanto tiempo buscando había encontrado el amor y no era con él. Quizá le dolería para siempre.

Eres mi Alfa y mi Omega [LeoVil || Twisted Wonderland]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora