Prólogo

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La luz del amanecer empezaba a iluminar el que había sido el reciente campo de batalla.

Allí se encontraba Tanjiro Kamado, llorando, arrodillado frente a quien se suponía que iba a ser su maestro: Kyojuro Rengoku. El pilar compartía sus últimos momentos, con una sonrisa en su bello rostro machacado por la batalla, con la compañía de aquel joven que sollozaba desconsolado por su inminente muerte.

Era su fin.

No había forma alguna de curar sus heridas provocadas en la batalla contra la luna superior tres: Akaza.

Un agujero atravesando la boca de su estómago, costillas rotas, hemorragias internas y un ojo machacado. Incluso con la mejor atención médica no podría sobrevivir, pero iba a irse sin remordimiento alguno.

Había salvado a toda la gente del tren, con eso se iría más que satisfecho.

La veía, veía a su madre a lo lejos observándole fijamente y con su siempre estoica expresión. La hermosa mujer de ojos rubís le dijo lo siguiente:

No morirás, Kyojuro.

Y de repente, entre Tanjiro y Rengoku se hizo una luz cálida y cegadora que no dejaba ver lo que pasaba a su alrededor. Casi como un ángel que bajaba de los cielos para llevarse a Rengoku.

¿Casi?

De eso nada.

Cuando la luz desapareció, Tanjiro y los chicos se encontraban totalmente solos y sin rastro de Rengoku.

– ¡Señor Rengoku!

Sangre de Ángel [Renkaza/Akaren] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora