Demonios, olvidé enchufar los auriculares, pero la desolación impide que alguien me reclame. No tengo destino, eso es muy cliché, ando en senderos peligrosos en donde a los extraños nos disparan a quemarropa. ¿Acaso los conquistadores sintieron lo mismo que siento ahora al tocar estas tierras en donde sólo faltan los taparrabos?
Abro la puerta con mi llave, es mi casa, me miento de vez en cuando. Subo directamente las escaleras, algún insecto me susurró que cómo me había ido, levanté el pulgar con indiferencia, es sarcasmo corporal. La puerta de mi habitación está abierta, como la dejé, la ventilación es importante cuando estamos en verano. Pasivamente coloco mi morral en la cama, deseé haberlos tirado, pero ya era demasiado tarde, continué con el ritual: acostarme boca abajo.
Miré mi antebrazo, había escrito que debía ir a buscar a Camille. Eran las tres de la tarde, me bañé, me puse ropa cómoda. Bajé las escaleras, el zancudo ahora era algo humanoide, con una pequeña - grande - deformación en el abdomen, cierto, es un hombre ya casado. Usualmente lo ignoro, pero no necesité hacerlo, sólo escuchaba música, sin audífonos, gritos musicalizados, voces que alguien en internet había definido como "parte del pensamiento maligno". Contesté a todo sí, con una sonrisa, diciendo también que yo estaría pendiente, seguramente me preguntaron por una sesión de sexo anal a mi regreso, vaya tonta que soy. Ni leí sus labios desgastados quién sabe de qué. Yo sé de qué, pero no lo quiero recordar...ahora lo recordé, qué asco. Alcancé a entender una pregunta en cuanto a mi destino, dije que buscaría a Camille tan lentamente que mi papá pensó que estaba en drogas - tiene años pensándolo -, pero lo negué alegando que su mesada no era suficiente.
No había sol. Sí estaba drogada, de una forma "sensual", diría yo. Oliver Custer define como "adicción mental" a todo aquel ser cuya mente sea poderosa y que no pueda controlarla, es decir, la creatividad. Todos lo somos, hasta cierto punto, la droga no nos mata, nos matamos nosotros, eso está más que claro.
El verano estaba siendo cortés, el sol todo un caballero. Caminé un par de cuadras hasta llegar. Entré, mi primer paso vino con el sonido de una pequeña campana, dulce pero en mi estado era algo similar a lo que sienten los peces cuando uno toca la pecera con los dedos - aún sabiendo lo que hacemos seguimos haciéndolo dado que es divertido -, no tengo idea qué clase de fuerza me mantuvo de pie. Pregunté por Camille, la mujer de dientes deformes dijo que estaba mucho mejor, que ya la habían dado de alta. Me largué.
Si Camille no estaba en la clínica significaba que estaba con Custer. No recordaba en dónde quedaba la casa de Oliver, revisé mi celular y la encontré. Aproveché y le envié un mensaje a Oliver, de camino a su casa él me contestó un "Está acá, la busqué a eso de la una, me hacía falta. Te esperamos." De nuevo aquella sensación de haber vivido un evento antes, siempre me pasaba al hablar con él. Quisiera relacionarlo a que en otra vida también fuimos pareja, pero no, sería mucho sentimentalismo, me basta con decir que tenemos una conexión especial, eso también es sentimentalismo, pero no mucho, algo intermedio.
Oliver vivía en un edificio amarillento, ese amarillo desgastado que parece ocre. Vivía en el quinto piso, el elevador nunca funcionaba. Aquellos peldaños alargados parecían enormes a mi vista. Lo estaba llamando cuando apareció con nuestra hija en brazos: Camille. Es una gata, aún sigo indispuesta a dejar que el cuerpo que tanto trabajo me ha costado logrado sea maltratado tanto por una cría como por un doctor, espero no ser denunciada por haberle dicho cría a un niño.
Me dio a Camille apenas me vio. Veía cómo le expresaba el poco amor que me sobraba a la gata, luego me preguntó si podía subir las escaleras. Contesté sí, pero él, como pocos hombres, sabía la diferencia entre un sí y un sí de una mujer. Me ayudó a subir, bromeaba diciéndome que estaba más ebria que ambos juntos la vez que fuimos a ese bar de comida asiática, al día siguiente nos enteramos que él era alérgico al 99% de los ingredientes.
Camille se recostó con nosotros en el sofá desgarrado, olía a cualquier cosa menos a perfume, me había acostumbrado al "Caos Custeriano". Le pregunté a Camille que cómo se sentía. Custer dijo que bien. Oliver se levantó y le preparo la repulsiva comida para gatos. Regresó al sofá y veía cómo la niña comía.
Quisiera pedirte que dejaras las drogas pero yo hago lo mismo. Sé cuidadosa.
Odio cualquier tipo de sermón, incluso los de Oliver, pero la pequeña diferencia es que los de él no los odio tanto. Nunca esperé conocer a alguien como Oliver Custer, estoy muy segura que él nunca esperó conocerme, puedo verlo en sus ojos cafés recién abiertos luego de un beso. Desde un tiempo para acá quise ayudarlo con esa tristeza en sus ojos, él me gritó y me dijo que él era el único capaz de dejar esa tristeza de lado, no entendí en ese momento. Recordé que para entonces habíamos terminado.
Quiero responder concisamente quién es Oliver Custer pero no tengo un concepto completo, puedo decir, brevemente, que es mi proveedor de felicidad.
28 - ene - 2015
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Dualidad Amorosa
RomanceMujer y hombre, pene y vagina, besos de azúcar y besos de carbón, dualidad sexual e intelectual.