La sonata de la pareja discontinua: El Vampiro de Nazaret

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La inseguridad es terrible, pensó.


El vecino los vio entrar cogidos de la mano, como si se conocieran de toda la vida, cosa que no era cierta. Eran dos desconocidos, sólo se habían juntado por placer.


No hay razón alguna para no tener sexo con un desconocido. No hay razón alguna para no tener sexo con una desconocida. Eso pasaba por la mente de cada uno en pleno éxtasis, en fracciones de segundos, porque sus mentes yacían en la cama. 


El vecino tocaba con su saxofón, como todas las noches. ¿Por qué Martin había traído a una chica que acababa de conocer a su morada?, se preguntó el vecino entre análisis referentes a la sociedad y al ser humano en sí. Dennis, la mujer que le succionaba el miembro, quizás, era la máxima sospechosa en el asesinato de su padre. Obviamente Martin no sabía esto, ninguna mujer decía algo tan importante como una investigación policiaca rodeándola, mucho menos a un desconocido con el cual tendría sexo horas después.


Martin tampoco era un santo, afirmó en su mente el vecino. Había golpeado a su mujer antes de que ésta fuera encontrada degollada en un río cercano, Martin también era el principal sospechoso. Vaya sabandijas que intercambiaban fluidos, pensó el hombre en una pausa musical.


El vecino, Jake, lanzó su saxofón por la ventana, el estruendo asustó a los muchachos que feliz y escandalosamente cogían. Jake escuchó el gemido, pero del susto, de Dennis, junto con la palabra "demonios", de la boca de Martin. Jake tomó su bloc de notas y escribió una canción, El Vampiro de Nazaret. Tomó su sierra, su martillo y su navaja.


Jake no era un muchacho, tenía su edad, sabía sus trucos. Había planeado sigilosamente todo, incluso había descubierto una entrada relativamente secreta a la casa de Martin. Los vio, de nuevo, esta vez riéndose, ya habían olvidado el saxofón. Jake se aseguró de respirar hondo, quería que lo escucharan. Los muchachos percibieron el sonido. Jake tomó su celular, lo colocó en el suelo pero posteriormente dejó Lepaca Kliffoth sonando. Martin se levantó de la cama de golpe, buscando el sitio de donde venía la música junto con las groserías de siempre. Jake tomó el martilló y le propinó un fuerte golpe en el pie, Jake estaba escondido al costado de donde había dejado el celular. Martin lo reconoció. Era Jake Turnbull, el padre de Elizabeth Turnbull, su ex mujer. Dennis preguntó a gritos en dónde estaba Martin.

 -  ¡Está aquí, pequeña perra! ¡También tengo algo para ti!

Dennis salió con una pistola, no temblaba, había matado a alguien con esa arma, dedujo Jake.

      

      - ¡Dispárame! — gritó Jake con la sierra en su mano izquierda, seguidamente, Dennis le disparó en el hombro, tenía pésima puntería — ¡No, no puedes matar a algo que ya está muerto, querida!


Martin se abalanzó contra Jake, ambos peleaban en el piso mientras Dennis intentaba apuntar. Dennis gritó, le dijo que no disparara, sabía de su pésima puntería. Dennis consiguió quitarle la sierra pero a cambio recibió un duro golpe con el martillo en la cabeza, cayó en el suelo. Dennis le disparó a Jake en la pierna, también cayó. Jake gemía del dolor.

-        Ah, cuánto dolor. Vamos, mi cabeza está esperándote — señaló la parte indicada - ¿Crees que esto fue al azar? ¿Crees que vine a matarlos porque me molesta el enorme ruido que hacían hace tan sólo instantes? No es así, pequeña ardilla, todo esto fue planificado, aquel bastardo — señaló a Martin como pudo — mató a mi hija, incluso cuando ésta fue un pan de Dios con él.

Dualidad AmorosaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora