09. El despertar

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Los días, para Jimin, pasaban lentos. No diferenciaba cuándo había sol y cuando, en cambio, salía la luna. Pero no era como si tuviera tiempo para suponerlo cuando la mayor parte del mismo estaba lamentándose de todo lo que no había hecho, las veces que no se había disculpado, las ganas de volver a su familia. Y aunque las cosas entre ellos no hubieran estado en buenos términos, Jimin en realidad les quería.

En su soledad pensaba más de lo que debería. Le hacía mal, porque entre más se convencía de que era un error no querer disculparse, su mente le recordaba que ellos estaban en su sangre. La oscuridad del cuarto le arrullaba como a un bebé, uno que se sentía en demasía lastimado. Había recorrido las instancias de "su alcoba" y, por suerte, encontró un cuarto de baño que utilizar. Se había dado una ducha, llorando como nunca antes y tallándose la piel con frenesí, uno que jamás utilizaba. Su cuerpo entero estaba lastimado, su ano le dolía como los mil demonios y Jimin quería morirse. Se sentía usado, frágil y sucio.

No obstante, también quería salir de ahí.

El hombre que le tenía secuestrado era un poema para Jimin. A veces sus ojos tan transparentes y legibles reflejaban maldad, malas intenciones; y el rubio juraba que cuando le dijo que lo amaba, no había mentido. No le gustaba que su buena actuación hubiera tenido efecto en él. Para Jimin, aun así, era imposible tan solo pensar en perdonarle cuando le ultrajó interior y exteriormente como ningún ser humano debe ser ultrajado. Le había violado.

Un día había pasado de la escena en la que V le había dado el gran discurso de reivindicación. Sin embargo, Jimin intentaba lo más posible ignorar la revolución en su interior al ver sus ojos cristalizados, su boca fruncida al finalizar, sus facciones resumidas en desesperación. Desesperación para que él intentara entender lo que sentía. Jimin no tenía por qué ser buena persona para con él, si bien V en realidad parecía sincero y hasta convencedor... seguía siendo su violador.

No extrañaba su vida en la escuela, sus "amigos". Pero sí extrañaba su familia.

No había comido desde hacía mucho tiempo, todo su ser seguía doliendo y aunque pasara horas con agua sobre su escuálido y esquelético cuerpo, seguía sintiéndose sucio. Estaba sucio.

Las noches eran, quizá, más tristes para él que los días. Viendo la luna se preguntó si sus padres le estarían buscando, entonces sonrió burlón. Probablemente no...., porque a ellos no les interesaba él. Nunca había sido así. Siempre su hermana fue el centro de atención, la perfecta chica de mamá y papá, la de perfectas notas, la dama que sueña con el príncipe azul por el que esperar. Se carcajeó, porque Lisa no era todo lo que ellos anhelaban, después de todo. Quiso que lo supieran, para que al menos la decepción que les causaba pensar que tenían un hijo homosexual disminuyera..., porque también tenían una hija lesbiana. Una niña que no pensaba en niños, como la norma exigía. Una niña que amaba las cosas de niños como un niño que amaba las cosas de niña. Ellos nunca la aceptarían, incluso si todo lo demás en ella fueran simples y llanas maravillas.

Ellos estaban cegados

Ellos no lo querían.

Los rayos del sol no se filtraban por su ventana porque a él no le agradaba la luz, en la oscuridad aprendía, de a poco, a sentirse protegido. Queriendo llegar a su casa y vivir su vida nuevamente, con normalidad, pero no queriendo que esa idea se realizara y que se volviera su presente. Jimin se sentía vacío. Tampoco quería seguir siendo violado por un extraño (un extraño muy guapo), pero estar alejado resultaba más atractivo que seguir siendo violado por un extraño (un extraño muy guapo), pero estar alejado resultaba más atractivo.

Además, el extraño no le había buscado desde hacía dos días. Exactamente desde que le había dicho un "Te amo" que le dejó anonado, estupefacto. Pero no con ganas de vomitar

No entendía. Estaba tan enfermo como V. Él... ¿estaba sintiendo compasión, tal vez? No podía ser. Él era su rehén. Pero..., sin embargo, para Jimin, que era un alma que carecía de amor verdadero, resultaba difícil reconocer amor en otras personas, con V lo había percibido. Y las ondas románticas tiraban a su dirección y le golpeaban furiosamente.

Se dio un baño refrescante, como siempre. También, como siempre, se preparó mentalmente para la llegada de V a "su" habitación. O, mejor dicho, donde yacía. Había estado desnudo todo el tiempo, lo que le tenía por demás de incómodo, pero no sabía si era de buena educación esculcar por el lugar... aunque, por Dios, estaba secuestrado allí.

No podría salir, y si lo hacía, quizá no con vida. A V no le importaban sus sentires incluso si era verdad la afirmación que había hecho, de que lo amaba, puesto que... lo había violado. Entonces, embarrado en valentía, se paró frente al gran armario frente a la cama donde solía dormir cuando no lloraba toda la noche hecho un ovillo en el suelo, imponente. Le llevaba muchos metros de altura.

No le fue difícil abrirlo y encontrar ropa demasiado elegante para su gusto, no es como si esperara vestimenta hecha a su talla... o tal vez sí. El gran dilema oscilaba en si V se enojaría. Pero Jimin no le dio tantas vueltas al asunto, se sentía valiente, y pronto se vio a sí mismo escogiendo una camisa de mangas largas de un blanco lozano, la más pequeña entre la ropa cara. Hallar pantalones que se ajustaran en su minúscula cintura fue una verdadera odisea, sin embargo, lo logró. Cuando terminó, se vio en el espejo de cuerpo completo, no queriendo. Y suspiró ante la imagen. Su imagen.

Si cuando estaba inmerso en su vida relativamente normal estaba delgado (esquelético) ahora lo estaba mucho más. Se dio asco. Sus ojeras eran gigantes, sus ojos negros estaban rodeados por el rojo que causaba el incesante llanto, sus cabellos rubios hechos nudos. Pasó por su mano queriendo comprobar cuán mal se veía, y notó tan marcadas las costillas como las clavículas. Sus muñecas estaban rojas del agarre bruto que V siempre ejercía en ellas, el resto de su delicado cuerpo seguro seguiría así... pero Jimin no quería verse y que el valor que tenía de sí mismo disminuyera más de lo que en los últimos tiempos lo había hecho.

Quería quererse, esa siempre había sido su meta... pese a todo, no podía. Había sido violado por su secuestrador: uno para nada feo. Le era indiferente a la belleza de V hasta que él le dijo te amo. Jimin estaba tan necesitado de amor, de atención.

Los acordes formados, quizá por un violín, se inmiscuyeron en sus oídos. Jimin se sorprendió de que algún sonido insultara el silencio sepulcral que siempre reinaba. Cerró los ojos disfrutando de cada melodía, lo arrullaba. Era... glorioso. Caminó hasta la cama de dos plazas en la mitad de la gran habitación, recostando su cabeza en la almohada y queriendo dormir de un momento a otro. Casi inesperadamente, Jimin estaba dormitando, cabeceando y tratando de no caer en los brazos de Morfeo.

Jimin abrió sus ojos desorbitado, no sabía dónde estaba, ni siquiera su nombre. Pero, de pronto, todos sus recuerdos llegaron a su mente cual vaso de agua fría sobre su cerebro desnudo. Despertándolo.

Psicosis | VMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora