11. Sentimientos incomprendidos

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V estaba empezando a ser feliz.

—Ahora... ¿Si podremos salir? —preguntó V con inseguridad.

Después de haber comido, la noche había caído y el paisaje cambió radicalmente. Ya los diferentes tipos de amarillo, naranjado, e incluso rojo habían desaparecido; regalándole la entrada a la bella luna en el cielo oscuro. Desde la ventana se podía apreciar todo con detalles incluidos, las estrellas en lo alto y el canto de grillos.

V observó lo lindo que se veía Jimin enfundado en la ropa de adolescente que la mujer encargada de cuidar la mansión le había traído. Ella, en seguida, se había marchado. Se trataba de una camisa holgada de color rojo, con pantalones de mezclilla ceñidos a sus piernas, zapatos Converse grises. Tenía un aspecto infantil. A Jimin le había gustado cómo se notaba al espejo, V lo había notado por sus ojos brillantes, sus labios cereza casi curvados en una sonrisa.

V esperó que las palabras salieran de aquella linda boca, tan delgada y apetecible. Jimin yacía terminando su omelet de jamón y queso. Dio pequeños sorbos a su zumo de naranja y se limpió los labios con suma delicadeza. Desayuno bastante americano.

V le dedicó una sonrisa subiendo su mano sobre la gran mesa, no estaban sentados muy separados por lo tanto no existió esfuerzo. Había pasado mucho desde que los dos habían probado un bocado de comida, V lo había preparado todo dado que para él no suponía un gran problema recordar cuando estaba en la cocina en casa de sus padres simplemente observando a su madre cocinar, cuando el aburrimiento era demasiado. A él no le gustaba recordar episodios donde deseaba tener un caso que consumiera algunas de sus tantas neuronas, porque la ansiedad llegaba a su anatomía. Sin embargo, por Jimin hacía lo que fuera. Incluso si se dañaba a él mismo.

—Por supuesto. —dijo el muchacho, bajando su rostro. V sonrió mostrando sus alineados dientes, sus labios arqueados en la parte superior fue lo que Jimin quedó viendo ensimismado. Y el escarlata profundo no solo invadió sus mejillas, sino también sus orejas, su cuello. Ese lindo cuello. Todo Jimin era lindo.

Con la afirmación que dio el rubio, el cerebro de V de una vez empezó a trabajar. Sabía que sería difícil ganarse su confianza después de haberle ultrajado. Posteriormente, como cereza del pastel, lo había convertido en su rehén. Lo sabía, pero la prueba final que alumbraba en letras de neón su contenido fue cuando, casi asustado, Jimin separó su mano de la suya. Evitando contacto físico.

De igual manera... era predecible su actitud. Suspirando, V se propuso esa noche hacerle sonreír, tal vez hasta obtener un beso. Por muy apresurado que sonara lo anterior, el rizado tenía claro que el tiempo con Jimin estaba escurriendo, que quizá esa sería su última vez a su lado. Que sus padres le estaban buscando, que Jimin estaba equivocado con respecto al hecho de que sus padres no le querían.

V estaba informado en demasía que el tiempo con Jimin se le estaba escapando como agua entre los dedos, y que pronto no tendría a estos muy unidos... una fuerza mayor le obligaría a abrir la palma. Dejar fluir el agua. Dejar ir a Jimin. Incluso si lo amaba y quería de verdad lo mejor para él, V sabía que no estaba en condiciones de salvarse: ni si quiera con la ayuda de Namjoon, porque le había cubierto muchos errores en antaño, como cuando asesinó a Hoseok. O cuando sobornó a la familia del niño muerto para que no presentaran cargos en contra del otro pequeño crío. Tan infantes. Pero ese caso estaba fuera de sus manos, solo que su hermano aún no se daba cuenta.

"¿En serio cree usted, señor, que mi hermanito ha asesinado a su hijo? ¡Ha podido ser cualquier enfermo mental! Y, déjeme decirle que, si usted no sigue mis consejos y abandona sus estúpidas ideas, no será Hoseok el único hijo suyo que estará metros bajo tierra."

Fijó sus profundos ojos en los contrarios, de un negro más oscuro, rasgados y algo hinchados. Jimin otra vez se sonrojó, o quizá simplemente no lo había dejado de estar nunca.

Susurró, con confianza, seguro de que era un galán—. ¿Te parece si vamos a conocer el pueblo? Podemos ir caminando, hay muchos lugares preciosos por esta zona. —propuso.

El rubio asintió con parsimonia, tan paulatinamente que pareció procesar las palabras que su secuestrador le había dedicado.

—E-esta... bien. —tartamudeó el chico. V enredó su mano derecha con la izquierda de él.

Jimin se incomodó, más no intentó soltarse. La simpática mueca de ternura que hizo cuando recibió un pequeño beso en la nariz de parte de V, fue lo que terminó de descolocarlo.

La mansión quedó en penumbra infinita cuando ambos salieron, V siendo el encargado de manejar la situación. Caminaron en silencio abandonando los terrenos de Namjoon, y siguieron derecho hasta dar con la calle principal del pueblo. Algunas casas extremamente hogareñas cuya chimenea expulsaba humo, llamaron la atención del rubio. La calma reinaba el ambiente de su entorno, como una burbuja de paz. V, de vez en cuando (traducción: siempre) miraba de soslayo a Jimin, grabando en su mente sus facciones bonitas, su cuerpo tan pequeño y tierno, imaginando su voz trémula hablarle.

Jimin, en cambio, era un lío de pensamientos contradictorios. Se sentía mal consigo mismo y con sus principios por estar al lado de su violador con tanta pacificación de por medio, se sentía enfermo porque aquel hombre le había ablandado el corazón, se sentía asqueado porque él le había tocado sin su consentimiento y, no obstante, Jimin yacía a su lado como si nada.

Pero había algo en su presencia que le llenaba de seguridad. Un millón de sentimientos inexplicables, indescriptibles..., incomprensibles incluso para él.

Psicosis | VMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora