15. Hermanos que engatusan

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Al cumplirse las dos semanas desde la desaparición de Park Jimin, Namjoon no sabía qué hacer viendo la desesperación y el agotamiento que inundaba a su pareja. Jungkook estaba, literalmente, tan envuelto en su compromiso de hacer que sus superiores y subordinados entendieran que el hermano suyo no tenía nada que ver con la pérdida del adolescente, mientras, por supuesto, intentaba encontrar el paradero del Park menor.

Todo apuntaba a que no descubriría nada. Namjoon se había sentido culpable, entonces decidió hablar.

Había estado toda su vida poniendo de primeras las necesidades de su hermano menor que había olvidado que él también merecía ser feliz. De alguna manera, su corazón había sido capturado, él amaba a alguien por fin; sabía que los sentimientos eran un problema, pero ya no le importaba.

Estaría dispuesto a entregar a su hermano, estaba dispuesto a dejarse ver por Jungkook, necesitaba saber si lo seguiría queriendo si era conocedor de su horrible secreto. Todos aquellos años en que su única felicidad rondaba alrededor de lo que quisiera V, de mantenerlo estable porque eso significaba mantener su propio experimento en perfil bajo, todos aquellos sobreesfuerzos habían acabado.

Ahora Jungkook era su centro, V y todo lo que representaba no le preocupaban más de lo estrictamente necesario. Sabría que, eventualmente, la culpa desaparecería, porque resultaba más importante la historia que marcaría después de ser descubierto.

Al comenzar a confesarle a su novio que V, en realidad, sí tenía que ver demasiado con el secuestro del joven Jimin, lo sopesó mil veces por segundo. No podía estar haciéndole eso V, no podía estar haciéndose eso a él mismo. Estaba condenándolos. Estaba escribiendo el final de la historia, y todo por amor.

Pero, ¿acaso sus acciones no le habían condenado? Él mismo había escrito su destino un par de años atrás, cuando había decidido jugar con la cabeza de V, cuando se permitió crear a Jin, aquel fantasma que atormentaba a su hermanito que tanto confiaba en él. Ahora tendría que recorrer los frutos de lo que había sembrado, estaba empezando a sentir que ser reconocido por algo de lo que se sentía tan orgulloso valdría la pena.

Así que cuando lo vio, supo que V no era el mismo. Cuando sus ojos dieron con los de él, pilló la luz que se asomaba como el sol en las mañanas. Park Jimin, efectivamente, estaba allí.

No se esperó los llantos desesperados del rubio, pidiendo que no le separaran de V, como tampoco se esperó la tranquilidad que empleó su hermano frente al caso. Lo habían esposado, lo habían llevado al carro rumbo a Seúl. Sería el final V, de ambos.

Namjoon no estaba bien. Sabía, cuando tomó la decisión de decirle la información a Jungkook, lo que sucedería. Y cómo. Pero simplemente, no lo podía terminar de sopesar. Conocía dónde lo había llevado desde que su madre le dijo el tipo de ropa que había llevado en su maleta. De igual manera, dedujo que V tenía en mente que todo sucediera de esa manera, pues las fechas que le había dado a su madre no coincidían con el tiempo que se estaba quedando al lado de Jimin; además, V nunca le mentía a su madre.

Él ya lo tenía todo planeado.

Y así había sucedido.

Sin embargo, había algo que V no tenía permitido saber, y era el desenlace que toda aquella historia traería consigo. V no sabía quién era el culpable de su mente trastornada, y si tan solo supiera la gravedad de su enfermedad, nunca habría sospechado que su perfecto hermano mayor era quien había desembocado todas las calamidades que lo habían hecho tildarse siempre de sociópata.

Vio a Jungkook hablar con un Jimin sollozante, totalmente rojo y con ojos hinchados. Vio gente moviéndose de aquí para allá, vio cámaras y luces. No se podía concentrar, sus nervios le hacían escuchar los latidos acelerados de su corazón directamente en sus oídos.

—Tranquilo, niño —susurró Jungkook—, todo saldrá bien.

Jimin, sin embargo, miraba con ansias a un V dentro del auto policial.

Namjoon se permitió sonreír. ¿V quizá tendría algo preparado? ¿Quizá se escaparían? Nada más ver los orbes de su hermano, supo la respuesta.

No le agradó.

—¿Cómo está? —preguntó a su novio.

Jungkook suspiró antes de contestar—. Creo que estamos frente a alguien que padece Síndrome de Estocolmo. Dice que se ha enamorado, que V es la persona que siempre buscó y que no piensa estar sin él —confesó con una mueca inescrutable en su rostro, Namjoon pensó que se veía más apuesto dentro de su zona de trabajo—. Nam, sé que esto resulta difícil para ti, pero es lo correcto. V debe pagar lo que ha hecho. Es que... ni siquiera lo había considerado como un supuesto victimario, Yoongi tuvo la razón. Aun así, mi verdadero miedo es cómo te sientes. Yo...

Namjoon suspiró, no creyendo la perfección de hombre que se había encontrado – y ganado. Incluso si había ocultado todo aquel tiempo información valiosa, Jungkook seguía preocupándose por su salud. Así que habló—. Debo admitir que he decidido decirte por dos razones —dijo, sin mirarle—. Si bien te sentía tan perdido en el caso que necesitaba ayudarte o morirías, esa no era mi única meta. Yo... conozco a mi hermano como nadie, esto él ya lo había planeado. Todo tan... él. Jungkook, solo prométeme que tratarás de ayudarle en lo que sea.

Jungkook no articuló palabra. No obstante, sucumbió a su petición. Sucumbió a los ojos negros de su Namjoon. Y él ya había contado con esa reacción.

Taehyung y él tenían talento convenciendo, engatusando.

Jimin y Jungkook lo sabían muy bien. Pero les encantaba.

Psicosis | VMinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora