Capítulo 6 El regreso

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Hace una semana, recibí la invitación para la reunión de este sábado. Estaba ansioso por salir de esta rutina de mierda que ya me tiene hastiado. Un poco de distracción no me caería nada mal, sobre todo, cuando hace más de un mes que no he tenido a una sumisa entre mis manos, luego de que dejara en libertad a Kimmy.

Guardo la invitación en la gaveta una vez que escucho que tocan a la puerta de mi consultorio. Nacho quedó en pasar por aquí luego de que terminara de ajustar algunos asuntos con su nuevo proyecto. Aun no me ha dicho de que se trata, pero sé que no tardará en contármelo... aunque yo también tengo mis propios secretos muy bien guardados y espero que dentro de poco, pueda estar revelándoselos a mi hermano, bueno, al menos algunos de ellos.

―Adelante.

Efectivamente es Nacho y trae una gran sonrisa que le abarca toda la cara... viene por fin a decirme de que se tratan sus continuas escapadas.

―Esteban, por fin pude zafarme de mis ocupaciones... es hora de que te cuente lo que he estado haciendo últimamente. Pero no quiero hacerlo aquí. Necesito tomarme algunos tragos contigo antes de regresar a casa.

¡Bingo!

―No he oído mejor proposición que esa, salgamos de aquí ahora mismo.

Decidimos dejar nuestros autos en el estacionamiento de la clínica, porque es posible que necesitemos más tragos de los necesarios. Al menos pienso emborracharme hasta los tuétanos.

Al poco tiempo ya estamos instalados en nuestras butacas y con par de whiskies servidos.

―A ver, Nachito, que es eso que te traes entre manos... no creas que no me he dado cuenta que pasa mucho más tiempo fuera de la casa y eso a Dalila, la está volviendo loca.

Sé cómo son las mujeres de venáticas y toxicas cuando se le mete una idea en la cabeza... razón por la cual, prefiero mantener mi pene autónomo e independiente.

―Sabes bien que hace poco que Dalila y yo nos comprometimos y desde entonces no he pensado en otra cosa que darle la vida y el hogar que ella se merece ―¡Ay!, Nachito, estás empeñando tus bolas y te aseguro que a tu pajarito le darán a comer la misma comida a partir de este momento―, así que, hace un mes comencé a construir nuestra casa, en un terreno que compré muy cerca de aquí, porque sé que ella no quiere alejarse de esta zona... y estoy trabajando duro para obsequiársela como mi regalo de bodas.

Por eso es que digo mejor solo que mal acompañado. Esas vampiras te chupan hasta la última gota de sangre y no dejan para nadie más. Yo prefiero mantenerme solito y gozar de las oportunidades que me brinda mi vida de soltero.

―Sabía que algo te traías ―le doy un sorbo a mi vaso de licor―, espero que a tu mujer no le dé un ataque tóxico y piense que le están montando los cuernos. Ellas en eso son unas expertas, se cuaimatizan a nivel anaconda.

No estoy diciendo nada que no sea cierto... cuando se sienten dueñas tuyo, te apretujan hasta asfixiarte... pobre Nachito, lo compadezco.

―Calla tu puta boca, pendejo ―suelta iracundo y yo solo me río de él―, que la vida en pareja no es como la pintas... al menos yo, no me arrepiento de haber dado ese paso. Ella y yo nos entendemos muy bien ―¡hasta que saque sus garras! Pienso―, somos el uno para el otro.

Creo que Nachito, se está engañando a sí mismo, lo conozco desde que éramos prácticamente unos niños y sé bien que Dalila, no es la mujer indicada para él. Pero no soy yo quien se lo dirá, espero que se dé cuenta a tiempo antes de que cometa un grave error. Sé que él desea esa vida a la que yo le huyo... una mujer, hijos... una familia. Pero creo que el tiempo se encargará de demostrárselo.

Su sumisa por equivocaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora