Lo primero que hice esta mañana al levantarme, fue pensar en el jodido sobre negro y fui de inmediato a buscarlo. Lo saco de la cartera y lo llevo conmigo hasta la cocina y lo dejo en la mesa sin perderlo ni un solo momento de vista.
Largo rato después, aún me mantengo concentrada y con la mirada muy atenta sobre él. No creo en brujas, pero de que vuelan... vuelan y ese maquiavélico sobre me ha demostrado fehacientemente que es un maligno y endemoniado que me ha obligado a abrirlo, sin pensar en las consecuencias que ello me conllevaría.
Voy por una barra de pegamento a mi tocador para ver si puedo remediar el desastre y repararlo, pero el problema es que lo he destrozado tanto, que ni David Copperfield, podría desaparecer evidencias tan contundentes.
¡Joder! ¿Y si lo deslizo por debajo de su puerta sin que nadie me vea? Siiiiii, esa sería una idea fantástica y me evitaría este tremendo lío en el que me he metido yo solita.
Voy por un par de guantes de goma porque ni loca pienso volver a sujetar al precioso con mis manos, se de lo que es capaz el muy perverso y no pienso volver a caer en la tentación. Me afecta de la misma manera que al chico del anillo, así que evitaré tocarlo de cualquier manera.
Voy a mi guardarropas y saco una gorra para evitar que alguien llegue a reconocerme, ropa de deporte lo suficientemente cómoda y por supuesto lo más importante de todo... los guantes. No queremos dejar huellas dactilares en el caso que se inicie una investigación... ¿cierto? Soy una chica muy precavida.
Una vez lista, me dirijo a la sala y observo por la mirilla que no haya nadie en el corredor. Cuando confirmo que no hay moros en la costa, abro la puerta cuidadosamente y camino de puntillas para evitar hacer cualquier ruido que despierte la atención de alguno de los vecinos.
¡Madre mía! Que tengo el corazón acelerado, pero no logro descifrar si es por el miedo a ser descubierta o si es por la emoción que me causa hacer algo tan arriesgado como esto. Me siento como si fuera una espía internacional a punto de salvar a su país de una catástrofe sin precedentes.
Me acerco a la puerta de mi vecina y en mi mente comienza a sonar esa música que suelen colocar cuando inicia la parte más comprometida de una película. ¡Madre mía!, que estoy que flipo de la emoción y Juro que ni Lara Croft, se ha enfrentado a una situación tan arriesgada como esta.
Giro mi cara hacia ambos lados del corredor y no hay señales de vida humana a mi alrededor. Así que saco el sobre del bolsillo de mi pantalón y me agacho para dejarlo correr por debajo de la puerta. Los decibeles de la música se elevan exponencialmente dentro de mi cabeza y comienza a retumbar dentro de ella, disparando la adrenalina a niveles impresionantes.
―Buenos días... señorita.
¡Mierda, mierda, Mierdaaaaaa! Que me he cagado y no de la risa.
Devuelvo el sobre de inmediato a mi bolsillo y me levanto del piso como si fuera un resorte. Esta vez, puedo detallar al hombre extraño de la otra noche y me quedo impresionada con el espécimen que está parado frente a mí. Que si fueran otras circunstancias, juro que me lo como de poquito a poquito en pequeños bocaditos y me reservo algunos trozos para el resto de la semana.
―Bu... bu...―aclaro mi garganta―, buenos días...
Siento que la lengua se me ha paralizado al igual que mi cerebro y la voz se me ha escuchado como si fuera la de una gallina turuleca. El hombre da un par de pasos y se acerca a mí, como si fuera una fiera al asecho.
―Y... ¿estás buscando a alguien?
¿Y ahora que digo? ¡Joder! Que yo solita me meto en estos lío y ni que llame al 911 me salgo de él.
ESTÁS LEYENDO
Su sumisa por equivocación
RomanceUna invitación a una fiesta muy particular, desatará uno de los mayores enredos en la vida del Dr. Esteban Guardiola. Él nunca imaginó que su aparición en esa fiesta, sería el motivo que ocasionaría la situación más confusa y disparatada, en la que...