Capítulo 3 La invitación

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Hoy es viernes. El día se presenta para mí bastante complicado, sobre todo, porque debo hacer sesiones fotográficas y eso me toma bastante tiempo. El modelaje puede consumirte la vida, no es un trabajo fácil y es en extremo agotador. Pero bueno, yo no me complico, al menos, me permite sufragar los gastos y de momento con eso me basta.

Observo mi reflejo en el espejo y como siempre, me veo divina, tanto que hasta yo misma me provoco... que les puedo decir soy exquisita, para que negarlo, pero bueno, no me hagan caso, tiendo a ser un poco loca, pero... ¿Y quién no lo es?

Recojo de la encimera del tocador, la vajilla que anoche dejé sucia y bajo a la cocina por algo de desayuno. Hoy es un día en el que es imperativo cuidar mi alimentación, debo evitar a como dé lugar, comidas que acentúen mi barriguita y los rollitos en mi cintura, que en nada me favorecen para las sesiones fotográficas. Así que me como un par de rebanadas de pan tostado, una ración de queso, algo de frutas y un jugo natural sin azúcar.

Instantes después que termino de comer, tocan a la puerta. Apenas son las 7.30 y me sorprende que alguien aparezca a estas horas de la mañana. Observo por la mirilla antes de abrir y consigo parado en el corredor a un chico de lo más extraño. Últimamente rondan hombres muy peculiares por este lugar... ¿será solo una coincidencia?

―Sí, buenos días... ¿en qué te puedo ayudar?

Entrecierro los ojos cuando observo la manera particular en la que el chico está vestido. Traje de levita muy elegante y formal, exagerado a mi parecer para esta hora de la mañana, aunque... mirándolo bien, la prenda no le sienta nada mal ―lo repaso de arriba abajo, como si fuera un caníbal que no ha visto carne humana en semanas―, sobre todo por la manera en que se ajusta a esos magníficos músculos que sin duda alguna han sido bien trabajados en un gimnasio, haciendo presión en los lugares exactos en los que debe hacerlo.

¡Madre mía! Tanto tiempo sin sexo, me tiene a toque y a punto del desmadre.

―Muy buenos días, señorita, tengo una entrega especial para usted.

¡Joder! ¿Es que en este edificio ahora solo aparecen hombres con vozarrones moja bragas?

Extiendo mi mano y recibo un sobre negro muy sobrio y elegante. Los detalles de filigrana en tonos dorados, le dan un aspecto elitesco y muy exclusivo. Lo observo con mucha curiosidad, intrigada por su contenido. Le doy la vuelta y descubro que la funda viene sellada con una especie de símbolo al relieve. La imagen es un círculo geométrico y curvilíneo, formado por tres brazos en espiral unidos desde un punto central.

No tengo idea que significa, pero estoy más que dispuesta a averiguarlo de inmediato.

―¿Puede firmar aquí por favor?

Retiro mi atención del sobre y tomo el lapicero que me ofrece para firmar el acuse de recibo, solo que al leer, no es mi nombre el que aparece, ni tampoco lo es mi dirección.

Cuando estoy a punto de devolverlo e indicarle al chico que ha cometido un error, descubro con sorpresa, que la dirección que se describe en el documento es la de mi vecina, así que reconsidero y luego de pensarlo dos veces ―que por supuesto es más que suficiente―, decido aceptarla sin ninguna vergüenza. Hay algo que he aprendido en esta vida y es que... "Cuando la oportunidad llama, no espera mucho tiempo a que le abras la puerta".

Y ya que mi puerta está abierta... bienvenida sea.

Finalmente, firmo el escrito con gran desparpajo y con una inmensa sonrisa en mi cara despido al chico con un guiño de ojo, no sin antes, darle un repaso cuando está de espaldas, para aprovechar de mirar como la cola de su levita se ajusta a su culito redondo y respingón... ¡Madre Santa! Si así es el infierno... que me lleve el diablo.

Su sumisa por equivocaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora