Capítulo 5 Akenatón

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Mis ojos están a punto de salirse de mis orbitas apenas piso la entrada del club. En medio del gran salón emergiendo de un agujero en el techo, hay un aro de metal que pende sobre la cabeza de una chica que lleva sus ojos tapados con una máscara de cuero negro, su boca amordazada y que se encuentra totalmente desnuda... ¡sí, en cueros!... tal como lo digo. A su lado, un hombre con cierto aire oscuro, de mirada profunda y penetrante y gestos algo tenebrosos, que la observa como si fuera el plato de su menú favorito del día. Espero que al menos el tipo no sea un caníbal y vaya a devorarla delante de todos... ¡que nervios!

La pareja es observada con atención por una gran multitud que se arremolina a su alrededor, mientras otros permanecen tranquilos en sus conversaciones y disfrutando de sus tragos, como si fueran ajenos o poco les importase lo que está sucediendo en aquella habitación.

En cambio yo, me mantengo perpleja, viendo todo aquello que me parece tan inusual y surreal, pero que llama mi atención de una manera hipnotizante. Me atrevo a cercarme más para observar en primera fila todo lo que está a punto de suceder con aquella chica, que permanece tan tranquila y relajada y con una especie de salvajismo jovial y desenfrenado.

Simplemente no puedo apartar mis ojos de ellos, estoy absorta y concentrada en los movimientos de aquel hombre que se mueve alrededor de ella, como si fuera una especie de semi Dios cuyas manos llenas de magia y poder, recorren su cuerpo con absoluta maestría.

Pasado un rato, el hombre se dirige hasta una mesa que está ubicada muy cerca de ellos, en las que se encuentra una bandeja de metal sobre la que hay una serie de objetos clasificados y ordenados según su tipo. Entre ellos alcanzo a ver una sucesión de paletas de distintas formas y tamaños, un látigo con tiras de cuero trenzado, unas pinzas con pequeños cascabeles, cuerdas, una mordaza y un juego de esposas. Mi mente comienza a dar vueltas tratando de armar el rompecabezas para juntar sus piezas y adivinar de que se trata todo esto. Pero lo que se me ocurre produce un intenso escalofrío por mi espina dorsal.

He de confesar que estoy un poco asustada, sin embargo, me mantengo expectante y sin ser capaz de alejarme de allí, mucho menos de apartar la mirada de la atrayente pareja. Esto es como una especie de buffet erótico en el que la chica es el plato principal y los ingredientes para cocinarla serían cada uno de los objetos que reposaban sobre aquella mesa.

Aquel hombre se acerca a la chica y en un acto salvaje y posesivo, la toma por el cabello y la obliga a echar su cabeza hacia atrás, para luego darle un beso tan demandante y exigente que puedo sentir como mis músculos se tensan ante lo erótico del momento. Luego se aleja de ella y vuelve a la mesa para aferrar en su puño el juego de cuerdas que luego entrecruza y ata con nudos alrededor del cuerpo desnudo de la chica, con la destreza y laboriosidad de un artesano. La situación es extraña, pero demanda intensas y desconocidas sensaciones en mi interior, cuando observo la carne siendo comprimida por el entramado de cuerdas que se expanden por todo su cuerpo y el aro aguardando por ella sobre su cabeza.

Una especie de excitación recorre todo mi cuerpo, produciendo pequeños cosquilleos sobre mi piel que la erizan completamente. Instantes después, la chica está cubierta y totalmente inmovilizada por la cuerda que ahora forma una hermosa figura sobre su piel. Finalmente, es suspendida colgando del aro. La visión es mágica y sorprendente.

Mi corazón se acelera y el calor se dispara como una hoguera dentro de mí, cuyas llamas arden intensamente, provocando que mis entrañas se compriman y las puntas de mis senos se tensen contra la tela de mi vestido.

Sin embargo, el espectáculo no acaba allí. El momento se recrudece, cuando aquel hombre con aires de señor que todo lo puede y lo controla, toma una paleta de entre los accesorios que esperan pacientemente por ser tomados en cuenta por él, y comienza a golpear el culo de aquella chica, que al primer impacto la hace estremecerse y quejarse entre gritos que se mezclan con el dolor y el placer.

Su sumisa por equivocaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora