Dolores Madrigal

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Querido tío Bruno:

Aún no quiero irme a dormir. Todavía me pregunto dónde estás y lo peor de todo es que sé que no estás lejos. Siento que puedo escucharte, sé que puedo, pero nadie toma en cuenta a una niña pequeña a pesar de ser bendecida con un oído tan fino.

Cuando nos sentamos a la mesa es como si estuvieras también a unos pasos de nosotros y no puedo más. No puedo soportar saber que te oigo y no poder ir a buscarte. No sé lo que a la familia le gustaría, pero yo quiero que vuelvas y saber por qué te alejaste.

Pero nadie más quiere saberlo, nadie más me toma en serio. Tanto es el nivel que ya no sé si te oigo o creo oírte y eso es tan frustrante.

Si esta carta llegara a tus manos a penas podrías leerla por todas las lágrimas que he derramado. Es que... ¡Oh, tío Bruno, de verdad no sé si te escucho! pero lo que sí sé es que si tu pudieras oírme a mí me encantaría decirte que te quiero, me encantaría pedirte que volvieras. 

A BrunoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora