𝓒. 03

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LEILA BECKETT

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LEILA BECKETT

¿No es hermosa la naturaleza mostrándose a sí misma?

Nunca tengo tiempo de apreciarla correctamente, siempre me encuentro en apuros que hacen que todo lo qué hay a mi alrededor sea irrelevante y ese es uno de mis muchos defectos. Nada importa cuando me centro en mis cosas.

Voy camino a la casa de mis padres que se encuentran alejados de la civilización urbana. Lo admito, a veces le tengo envidia a su forma de vivir, tan tranquilos y despreocupados, alejados de todo lo estresante.

el autobús pasa por el característico bosque que me hace dar cuenta de que estamos a unos minutos de llegar a mi última parada. Esta lleno de árboles altos, curvos, etc. Me encanta esto.

Me da miedo que mis padres se alarmen por el gran moretón que se encuentra en mi cara después de lo que había pasado hace unos días, pero necesitaba venir a visitarlos y pasar tiempo de calidad con ellos.

El autobús se detiene en su respectiva parada y con mi pequeño bolso de viaje desciendo de el mismo. La parada solo cuenta con un cartel rojo y un banco de madera que lleva siglos en ese lugar.

Camino hacía el pequeño pueblo donde habitan mis progenitores, desde donde me encuentro, a pesar de los árboles, puedo apreciar las pequeñas casas.

Voy pasando casa por casa hasta llegar a mi antigua residencia. Puedo ver como mi padre está arreglando el techo de la misma, así que decido sorprenderlo.

—No vayas a caer, señor Beckett—Le digo de forma sarcástica, pero para mi sorpresa, el solo responde de manera rápida.

—Llevo años haciendo esto, no me subestimes—Me dice sin siquiera levantar la cabeza, esta claro que no sabe de quién se trata.

—Creí que me extrañaste, papá—Le digo y el levanta la cabeza a mi dirección, se queda asombrado por mi presencia y creo que por un segundo olvida que está a más de 3 metros de altura y se mueve atolondradamente, se vuelve a acomodar e intenta bajar por la escalera de madera que se encuentra pegada al techo, luego de fallar unas cuenta veces, lo logra y baja.

Rápidamente corro a abrazarlo, restándole importancia a mojarme los zapatos por el pasto mojado.

—Princesa, ¿como viniste?

—Autobús—Le digo sonriente.

Él frunce el ceño cuando se percata de la gran marca de mi mejilla.

—¿Que te pasó, Leila Beckett Green? Oh, no, sabía que no debías ir a la ciudad, deberías volver aquí, allá solo hay perjuicio.

Me pongo roja de los nervios y cabizbaja le miento descaradamente.

—Me caí de las escaleras de mi edificio y mi mejilla sufrió las consecuencias, pero ni siquiera duele, no te preocupes.

El duda si creerme o no, pero decide dejarlo así, estoy segura de que no quiere arruinar nuestra pequeña reunión repentina. Me siento muy mal por mentirle, pero si le cuento lo que de verdad paso, me obligará a volver a Ullapool y yo creo que estoy muy bien en la ciudad.

Ephemeral ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora