Aquella noche dormí al raso pues no pude encontrar ningún lugar donde resguardarme. Estaba al borde de la frontera con Liyue, podría haberla pasado el día anterior pero algo me lo impidió. Supongo que en el fondo estaba asustado… no, yo no le temo a nada, no podía ser eso. Pero era normal sentir una pequeña añoranza hacia aquello que iba a dejar atrás. Mi familia; el gremio de aventureros, mis amigos… Me acurruqué lo más cerca que pude de la madera humeante donde antes había existido un fuego cálido. Muy levemente cálido, casi frío. Aquella noche tiritaba. Abracé más a Dodoco. Me sentí un niño inútil.
Recordaba a Fischl, que traía montañas de sus libros favoritos y los leía con voz misteriosa mientras Razor y yo la escuchábamos bajo el árbol, protegiéndonos del sol de verano. Yo en algún punto me quedaba dormido y Fischl me despertaba enfadada. Después esperábamos a Bárbara a la salida de la catedral, ya al anochecer, y caminábamos por las tranquilas calles de Mondstad de noche, alegres y cálidas, pero no agobiantes. Razor se iría entonces hacia el bosque, a veces sólo, a veces yo lo acompañaba. Si no, me quedaba con las chicas hasta que Bárbara tuviera sueño y regresábamos a casa.Recuerdo tardes de otoño con Razor, donde él me enseñaba a cazar y comíamos juntos. Yo hablaba, él escuchaba, pero con él no me sentía una carga.
Recuerdo cuando mi equipo de aventureros sí tenía miembros. Pero todos se fueron.
Recuerdo cuando un día, de aventuras, me hice daño. No pensé que fuera tan grave como lo era realmente. Estaba solo. No pensé en volver, y a mitad de camino perdí el conocimiento a causa de la pérdida de sangre. Muchos dirán que fue la adrenalina que no me dejó sentir el verdadero dolor, y por eso no me percaté de lo grave que estaba, pero realmente, me ha pasado más veces. Heridas graves, que apenas siento, incluso ya vendadas, no me dañan si las toco o las rozo. Quizá es porque estoy acostumbrado al dolor, pero no lo sé, quizá sea algo mío. Al despertar seguía donde me había desmayado, solo que a mi lado sentía una fuente de calor. Mis heridas habían sanado dando paso a unas cicatrices. Y ahí estaba, acristalada y ardiente, una visión de fuego a mi lado. Me incorporé y la tomé entre las manos. Era hermosa, y me sentía atraído hacia ella. Me sentía fuerte, renacido. Mi nueva amiga, que nunca se separaría de mí.
Aquella noche apenas pude dormir, y pasé mucho frío. Creo que era un frío interno. Me sentía vacío. Tomé mi visión que colgaba de mi cinturón con la esperanza de obtener así algo de calor, pero el roce tibio del objeto ya no era suficiente.
Al día siguiente desperté cansado, apenas había dormido un par de horas y no había comido mucho. Antes del mediodía ya me encontraba en la frontera. No había nada señalándola, pero yo sabía que estaba allí. Sin miedo, la atravesé emocionado. Nunca había ido más allá de ese punto y aún quedaba mucho para llegar a la ciudad de Liyue como tal, pero eso era un gran avance. Estaba en otros dominios, en tierras nuevas. Al medio día me encontré con un pequeño carro tirado por un caballo, que avanzaba hacia Mondstad. Le pedí a la mujer que viajaba algo de comida y a cambio de unas monedas me dio un pedazo de carne y pan que devoré hambriento mientras caminaba.
Al anochecer me aparté del camino y subí por una ladera de pasto cada vez más dorado. Encontré una zona con árboles de abedul que se veía tranquila. La primera noche fuera de casa. Ni siquiera me molesté en prender una hoguera. Me sentía extremadamente cansado y débil. Era cierto que apenas había comido desde que me fuí, un poco lo que había podido. ¿Cuántos días habían pasado ya? ¿Una semana? Había perdido la cuenta. De hecho casi ni recordaba lo que había hecho aquél día… ¿Había comido? Mi mente estaba espesa y sentía mi cuerpo pesado, creo que nunca antes había estado tan lejos de casa por tanto tiempo seguido, o al menos, no solo. Solo, no podía cambiar eso ahora. Simplemente dejé que mi mente reposara y pronto caí en algo más que un sueño.
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La suerte es para los necios [TERMINADA]
FanficNo me sorprendió ver una espada apoyada en la pared del comedor. Mis ojos se iluminaron con un brillo fugaz bajo la tenue luz del atardecer, que se filtraba entre las cortinas blancas. Cuando rocé el mango del arma mi visión emitió un ligero destell...