El viento frío cortaba mi rostro y mis piernas temblaban ante la velocidad. Mis manos estaban rojas por el frío y me dolía respirar tan rápido con el aire helado. Cuando los vi en la distancia aceleré aún más. A un lado del camino se encontraban luchando Kaeya, Razor y Fischl y alzado sobre ellos se erguía un mecanismo metálico de alas extendidas y dagas por manos. Se parecía al guardián de las ruinas que había luchado junto a Xiao y Ganyu, pero este volaba y era mucho más rápido.
- ¡RAZOR! - Mi grito resonó en la noche mientras corría hacia ellos.
- Bennett - la voz de Kaeya sonó en tensión mientras esquivaba los disparos del enemigo - Saca a Fischl y a Razor de aquí, ¡rápido!
No hubo abrazos de reencuentro ni lágrimas de alegría. Mis ojos solo se cruzaron con una mirada que devolvía desesperación.
Me fijé en que la pierna de Kaeya sangraba de forma notoria. Razor temblaba en el suelo, tenía un corte en el abdomen que no se veía bien, mientras que Fischl, con la espalda raspada y encogida, disparaba débilmente al monstruo con su arco de madera.
Temblando por la impresión tomé a mi amigo y lo ayudé a levantarse y apoyarse en mí. No sabía cómo haría para sacarlos a los dos de ahí. El monstruo tenía su vista fijada en Kaeya, pero la espada del caballero apenas le hacía nada a la piel metálica del monstruo. Comencé a andar con Razor para sacarlo de ahí y luego volver a por Fischl, pues él parecía más grave.- No dejar… Kaeya solo - lo oí murmurar.
- Lo ayudaré, no te preo… - pero como si el monstruo comprendiera nuestras intenciones sacó entonces unos cañones los cuales apuntó directamente hacia Fischl.
Ella gritó, incapaz de moverse, quizá tuviera algún hueso roto o quizá el pánico la hubiera paralizado. Kaeya fue más rápido y se interpuso velozmente entre ella y la máquina cuando las balas doradas cayeron. En el fondo sabía que no había manera de sobrevivir a eso. Las balas habían levantado la tierra creando una humareda baja. Desde donde estábamos, Razor y yo vimos como la silueta de Kaeya se derrumbaba sobre Fischl y ella gritaba de puro terror.
Dejé a Razor en el suelo y corrí hacia ella. Junto a Fischl logramos apartar el cuerpo inerte del caballero, que para nuestro alivio, aún respiraba milagrosamente. Mientras, el monstruo recargaba.- Oh, Fischl, no sé cómo vamos a salir de esta - sollocé.
- Súbeme.
Comprendí lo que me decía. Cuando robabamos manzanas de los árboles del vecino ella siempre se subía a mis hombros para alcanzar las frutas más dulces.
Con ayuda se subió a mi espalda. Desde allí ella tenía más estabilidad y altura, por lo que con las manos alzadas sujetando el arco, lanzó un disparo certero que se clavó en el ojo del monstruo, aturdiéndolo. Este bajó al suelo derrotado. No hubo tiempo de festejos, teníamos que sacar a Kaeya de allí cuanto antes y huir nosotros. Mientras intentaba mover el cuerpo del de la visión cryo, vimos que Razor se había acercado al monstruo inerte y lo golpeaba con su mandoble.- Razor! ¡Sal de ahí! - le advirtió Fischl.
- ¡Correr! - nos contestó en respuesta.
No había tiempo para negociar. El monstruo se levantaba de nuevo más enfadado. Este sacó entonces sus cuchillas.- ¡Razor no! - sollozó Fischl.
Pero el monstruo no aremetió contra él, sino que se acercó a nosotros de forma precipitada y pronto todo se tornó negro.
Recobré la conciencia segundos después, cuando rodábamos por el suelo. De nuevo todo oscuro. Torné en mi de nuevo y estaba tirado en el suelo, mirando las estrellas. Intenté levantarme. No podía. Ya no tenía frío.
Fischl se arrastró de forma dolorosa a mi lado y tomó mi rostro entre sus manos.- ¿Me oyes?
Yo jadeaba en busca de aire. Pero por cada respiración notaba un doloroso gorjeo en mi garganta. Escupí la sangre.
Aquel dolor era afilado y áspero, y llenó mi mente, que se revolvía de forma intensa luchando contra aquella sensación de sopor que pronto había tomado mi cuerpo. Entre espasmos de dolor notaba a veces ligera calma, pues mi cuerpo se anestesiaba de forma natural después del primer impacto. Mi visión era cada vez más borrosa, puede que por las náuseas que hacían que mi cuerpo entero se estremeciera o por las lágrimas que habían saltado a causa del dolor, pues aún no comprendía qué estaba ocurriendo. Mis oídos pitaban de forma desagradable. Mi cuerpo aún luchaba por conseguir aire, pero respirar dolía y era muy cansado. Fischl se recostó en mi abdomen, derrotada, y podía sentir su latidos veloces sobre mi pecho que subía y bajaba de forma arrítmica. Mi mano halló pronto un tacto cálido que se había aferrado a mí. Su palma era raspada, y podía distinguir pequeños cortes en ella. La identifiqué al instante, una mano que había sujetado antes. La mano de mi amigo Razor. Los tres nos quedamos ahí tumbados, juntos, con la mente en blanco. Nunca había imaginado que moriría de aquella manera. Había imaginado mi muerte muchas veces antes, pero nunca de esta manera. Muertes grandiosas, muertes heroicas, nunca tirado en el suelo, sin fuerzas para levantarme de nuevo. Notaba la mano de Razor temblar. ¿No era triste? ¿Arrastrarlos conmigo? Oh, yo nunca quise esto. Nunca nunca. Pronto me inundó un dolor tan profundo, tan profundo que hubiera podido gritar de desesperación, dar un discurso que nadie nunca escucharía, o al menos, susurrar unas últimas palabras, pero todos estos sonidos se ahogaron en mi saliva para nunca ser escuchados. Un dolor no por mis heridas ni por lo que vendría después, un dolor tan profundo y arraigado como la vida misma. No sabía si era tristeza por perderlos o por perderme a mí. Era un dolor instintivo que me erizó la piel y me revolvió las entrañas. Mis labios se curvaron en un llanto ahogado que se interrumpía por respiraciones adoloridas. Mi voz era débil y temblorosa. Y mis latidos se acompasaron con los de Fischl pues ella sentía lo mismo. Y los dedos de Razor se entrelazaron con los míos. Ya no tenía frío. Mi piel ardía en desesperación. Mi mano se soltó y aparté el cuerpo inmóvil de mi amiga. Ninguno de los dos se quejó. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que caímos? Quizá menos de lo que había parecido, pues el monstruo estaba recargando con su daga, manchada de sangre, para rematarnos. El cuerpo de Kaeya yacía inconsciente a pocos metros de donde estábamos. Cuántos errores había cometido en mi viaje, había perdido la cuenta ya. Es cierto que había cambiado. Podía culpar a la suerte, pero la suerte es para los necios. Tambaleante, me incorporé. Primero un pie, luego otro. Todo daba vueltas. No tenía espada, por lo que fue mi mano, aún tibia por el tacto de mi amigo, la que se prendió en llamas. Quería matarlo. Quería matarlo. El monstruo levantó la daga, divertido. Me veía tan pequeño a su lado… Solo deseaba acabar con él… Mi mente sabía que quedaba poco tiempo, así que pensaba rápido, cubierto de una nueva adrenalina que me hizo olvidar mis heridas. El fuego ardía feroz en mi mano, quemándola, creando llagas y quemaduras que jamás sanarían del todo. Retrocedí un paso para tomar carrerilla, pero mi pie pisó una tela. La capa de Razor. Al verlos ahí de nuevo recordé para qué había atravesado corriendo aquél puente. Vi a Ámber y a Bárbara. Recordé el mar que, feroz, se había tragado mis miedos. Pero la sal también curaba heridas. Podría jurar que, cuando Bárbara me sonrió aquella vez, me dio la receta para amar. El fuego de mi mano no perdió fuerza, y el broche de Venti ardía en mi costado y bailaba una danza de luces, como si fueran los fuegos artificiales, con mi visión. Comprendí que realmente si aquél monstruo vivía o no me era irrelevante. Tomé aire, y mis pulmones se llenaron de manera dolorosa, como cuando caí al agua con Chongyun. Di unos pasos torpes pero calculados, como Kequing me enseñó. Me hubiera gustado ayudar a Ganyu y a Xiao cuando se hicieron daño por mi culpa. No quiero estar solo. Y Fischl se veía tan rota al llorar… Mi mano, entrecerrada, conteniendo un calor que luchaba por escapar entre mis dedos no fue dirigida al monstruo, sino que la golpeé contra el suelo dejando al fuego libre creando olas de calor. Olas de un mar en calma, que inundaron los cuerpos de Razor y Fischl, el de Kaeya, el mío propio.
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La suerte es para los necios [TERMINADA]
Fiksi PenggemarNo me sorprendió ver una espada apoyada en la pared del comedor. Mis ojos se iluminaron con un brillo fugaz bajo la tenue luz del atardecer, que se filtraba entre las cortinas blancas. Cuando rocé el mango del arma mi visión emitió un ligero destell...