CAP 5 - Mejora

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Desperté bajo el sonido de la noche. Miré a mi alrededor con cuidado. Notaba mi cuerpo frágil, como si fuera de porcelana. Sentía que mi mente se había abstraído de mi cuerpo ligeramente. Me sentía vacío. No me incorporé porque no tenía fuerzas para ello. Estaba cansado, muy cansado. Mi mente mezclaba conceptos, ¿había sido todo un sueño? Pero.. Esa no era mi cama. Estuve en una extraña duermevela hasta el amanecer. Mis ojos se molestaron por la luz cuando esta comenzó a colarse de manera tibia entre unas suaves cortinas de un blanco roto. Pero así como cuando la luz ilumina la cueva, el oso despierta sabiendo que ha terminado el invierno, aquella luz me prestó su fuerza para poder incorporarme. La habitación era pequeña pero acogedora. El suelo era de madera oscura y había una alfombra de colores naranjas, marrones y dorados que cubría parte de la superficie.
Sentado, me apoyé en el cabezal de la cama. No, aquella no era mi casa. Y, sin poder ni querer evitarlo, mis ojos se aguaron y dejé que las lágrimas recorrieran mi rostro hasta caer. Nunca me imaginé que el corazón pudiera doler de verdad, pero notaba esa presión en el pecho que casi no me dejaba respirar. No era a causa de que estuviera enfermo, ni porque me hubiera ido de casa. Simplemente fue ese momento de darme cuenta de que estaba pasando. De que no había vuelta atrás a eso. De que estaba realmente allí. Miré a mi izquierda, y vi que sobre la mesita de noche, apoyado en la lamparita, estaba Dodoco. Me sequé las lágrimas como pude, y al tomar al muñeco y abrazarlo no pude evitar sonreír un poco. No era una sonrisa de alegría ni de tristeza. Era una sonrisa de añoranza, de recuerdos.
Apoyé los pies en el suelo. Respiré hondo y tomé fuerzas. Me levanté sujetándome en la mesita de noche. Una vez me sentí estable me solté de mi apoyo. Notaba las piernas inestables, pero me las arreglaría. Me di cuenta de que estaba vestido con una especie de bata de color café y unos pantalones largos y cómodos. Mi ropa reposaba limpia en una silla al lado del escritorio. Me fijé también que me habían vendado las heridas más grandes, una de ellas me la hice en la pelea contra los ladrones. Los ladrones, ahora lo recordaba... ¿que habría sido de la chica? ¿Me habría traído ella aquí? Me dolía un poco la cabeza pero me había despertado con energías renovadas, así que me vestí y salí de la habitación para intentar averiguar dónde estaba. Mi visión brillaba de forma tibia en mi cintura y llevaba a Dodoco de la mano. También el broche que me había dado Venti iba enganchado a mi cinturón. Ya me había olvidado de eso.
Bajé unas escaleras hasta algo que parecía una especie de recepción. Me asomé a donde había una chica.

- ¡Hola!

- La chica se apoyó en el mostrador.

- ¡Ah! ¡Eres tú! ¿Cómo te encuentras?

- Algo mejor, gracias... Espera, ¿cómo sabes...?

- Me alegro, tenías muy mala cara cuando te trajo...

- ¿Sabes quién era?

- ¿Kequing? ¡Por supuesto! Es una de las siete estrellas de Liyue ¿cómo no la iba a conocer?

- ¿Siete estrellas de...?

- Si, personas importantes vaya.

- Y... ¿y donde está ella ahora?

- Ella está tomando el desayuno abajo, pero...

- ¡Gracias!

Bajé de nuevo las escaleras aunque a medio camino me tuve que detener para parar un poco el ligero mareo que se estaba comenzando a formar. Abajo había una especie de patio de la posada en la que había varios merenderos. La distinguí inmediatamente. Era como recordaba. Cabello lavanda, dos coletas largas. Un vestido morado y corto, combinado con unas medias negras y unos zapatos púrpura con un ligero tacón. Sus ojos de un amatista oscuro también se fijaron pronto en mí y me saludó.

- ¿Cómo te encuentras? - fue lo primero que me preguntó cuando me senté junto a ella.

- Algo mejor, gracias.

La suerte es para los necios [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora