Casitas Conquistadas

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Draco habia llegado al lugar. Iba furioso, quería destrozar de nuevo todo. Él era bueno en quidditch, alguno de los del equipo lo sabían. Incluso al llegar le habían dicho que ya tenía asegurado su lugar en su segundo año. Él amaba volar, practicaba, había practicado ya con el equipo de su casa. Las reglas eran claras ¿no? Nadie de primero podía entrar a los equipos. Pero ahí estaba Potter, odioso y repugnante Potter. Sí, él había lanzado la recordadora, pero no cometió ninguna falta ¿cierto? Potter cometía una falta y lo premiaban.

Su furia iba aumentando a cada paso que daba, estaba por sacar su varita cuando vio la pila de piedras que había hecho unos días atrás. Estaba sorprendido. Su cara lo demostraba, abrió los ojos y la boca.

- Pero ¿qué mierda!

Draco habia querido hacer una casita, pero no era tan bueno y no tenía forma de hacer que la casita tuviera ventanas o puertas. Ni siquiera había pensado en una forma de adherir las piedras para que se sostuvieran. Y ahí estaba SU casita con obvias mejoras; tenía ventanas, una puerta, las paredes estaban unidas con lo que parecía ser cemento. Era su casita mejorada. Sonrió. Soltó un bufido, pero este tenía la intención de ternura y alegría. El enojo se fue.

Se acercó a la casita para verla en más detalle. Estaba fascinado. Había pequeños detalles que la hacían muy tierna, quien fuera que lo hizo le puso cariño. Draco se fijo que había algo más adentro de la casa. Metió los dedos por la puerta para sacar el papel.

"A los trabajadores nos gusta comer caramelos de frambuesa y trufas de chocolate mexicano"

Draco sonrió, en cualquier otra situación se hubiera enojado, pero ahora esa nota sólo le causó risa y lo llenó de algo cálido en su corazón. Miró de nuevo la casita. Se imagino por un momento que podría escaparse a esa casa y ser feliz con quien escribió la nota y vivir de caramelos de frambuesa y chocolate. Se lamento de no llevar una pluma con él este momento.

Se paro y se fue corriendo hacia el castillo. Unos minutos después Draco regreso con un papelito y lo dejó en la casita. Se volvió a ir sonriendo.

Fred se sorprendió. Pensó que cuando había corrido ya no iba a regresar, así que verlo regresar de alguna manera lo asombro. Había visto su mirada furiosa pasar a una sonrisa cálida y cariñosa. Con las quejas que había escuchado de Ron y Harry se habría hecho una mala imagen del chico ese, pero verlo en ese instante cambiaba mucho de esa mala imagen.

Amores de una vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora