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Beatriz, cuando Cuviert vino a la cerrada y oscura estancia de piedra, que era uno de los refugios subterráneos del palacio y le contó que Reynald estaba vivo y todo lo que mandaba a decir, entendió de inmediato que había sido su sobrino político, el que hizo alguna treta para que Darcy estuviese haciendo todo esto. Él los había traicionado y lamentó no haber hecho caso a William, cuando siempre tuvo sospechas sobre su primo, pensando que a su hijo se le nublaba el juicio por la animadversión que le sentía a Reynald. Desgraciado. Ella hasta se había puesto triste, cuando se había enterado que supuestamente había muerto en la guerra y hasta había temido que William hubiese tenido algo que ver en eso. Que engañada la había tenido Reynald. Era un infeliz traidor.

—¿Qué aconsejas que haga Cuviert? —preguntó Beatriz al ministro consejero, mirando que Elizabeth se veía muy nerviosa, luego de lo que escucharon contar a Cuviert.

—Aceptar hablar con él y escuchar cual es el supuesto mensaje que le quiere dar del rey Darcy —respondió Cuviert, con voz resignada. —Igual, si no los escucha van a entrar a la fuerza en quince minutos como su sobrino amenazó y será peor. Se va formar un fuego cruzado y nos matarán a todos por tener el más bajo número de soldados. El final por los dos caminos sería el mismo, ya que al ustedes no poder escapar por el estado de gestación de la duquesa, quedarán aquí y morirían de todas formas. Pero al menos si habla con él, puede intentar mediar para que les perdonen la vida.

Beatriz sabía que quizá eso no pasaría, ya que sus existencias eran un peligro para el nuevo régimen que querían imponer en Baulgrana, pero nada perdía con intentar rogar que al menos perdonaran la vida de Elizabeth.

—Bien, hablaré con él—decidió por fin, mientras Elizabeth le rogaba preocupada que no fuese.

—Muchacha trata de calmarte. Estaremos bien—le aseguró Beatriz, luego miró a Cuviert y dijo—Como estoy segura que tratarán obligarme a firmar algún papel de que estoy de acuerdo con el nuevo regimen, usaré eso que necesitan de mí, para conseguir que al menos tu sobrevivas Elizabeth. —miró a su nuera, quien los ojos se alteraron ante la idea de que se sacrificara. —Tienes que sobrevivir hija, para que William cuando regrese, te encuentre y sean felices, criando a su hijo. Él te necesita. Ustedes deben estar juntos.

—A usted tambien la necesita, alteza—replicó Elizabeth —William la adora y se moriría si nos pasara algo a cualquiera de las dos.

Beatriz asintió vagamente, sabiendo que era cierto porque su hijo había vuelto a quererla, pero no se permitió llorar en ese momento. Lo que hizo fue ordenar a Cuviert que dijese a Reynald que lo recibiría en el salón del trono.

—Cuviert, pase lo que pase, ustedes deben ponerse en mi contra y rendirles tributo a ellos para asegurar su supervivencia. —le advirtió Beatriz al primer ministro, y cuando vio que el hombre iba replicarle seguro que jamás podría hacer eso, se apresuró a decirle—Es necesario que ustedes sobrevivan para cuando mi hijo pueda regresar, lo ayuden en una revolución.

—Sí, su alteza—inclinó la cabeza Cuviert, pareciendo a punto de derramar lágrimas, entonces se marchó a cumplir su anterior orden, mientras ella agarraba a Elizabeth y a su dama de compañía para ir por otro pasadizo que llevaba al salón de trono. La dama de compañía y su nuera se quedarían escondidas dentro del pasadizo, la primera cuidando a la segunda, mientras ella llevaría la conversación con los enemigos. Necesitaba que Elizabeth estuviese cerca de ella, ya que no quería perderla de vista porque temía que mientras ella estuviese hablando con Ambrose, fuesen a matarla, sin ella poder siquiera mediar para que perdonaran su vida.

La reunión finalmente se llevó a cabo, más tarde en el salón de trono, como Beatriz pidió. Lugar donde esperó a su sobrino político, junto a algunos guardias rodeandola, sentada en su trono de reina madre, conservando el porte digno de reina, que siempre había tenido desde hacía veintiséis años que había llegado a Baulgrana. Nunca le quitarían su dignidad, por mas vencida que estuviese, pensó, ya que tambien portaba su corona de gemas. La que perteneció a la primera reina madre. La madre de William II

La prisionera del rey LIBRO 2.5 Lucha de reinos (CAPITULOS DE MUESTRA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora