Relevo

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La escritura de obras que fascinaban a muchísimas personas, era algo que siempre le había encantado, por eso amaba las telenovelas, sobre todo aquellas de historias turbias y problemáticas. La implementación de la tragedia y el drama como generador de morbo le atraían, ¿A quien no?, no se quejaba de hecho, aun y cuando estas eran exageradas a niveles que rozaban lo cómico. Cuando le llego la oportunidad de demostrar que también había algo que podía aportar al mundo en esta forma, no lo desaprovecho. No era Gael García Márquez o Virginia Cleo Andrews, pero el diablo estaba en los detalles. Ambos compartían similitudes en un tópico, de eso sin duda.

Al principio no tenia mucha fe en sus escritos, recordaba que de no haber sido por la propia Mirabel y quizá un poco su madre, jamás se hubiera atrevido. Como siempre, a la espera de alguien mas que cargue el saco. Cuando estos fueron aceptados por una editorial pequeña en Barrancabermeja que decidió instalar una sucursal simple en Encanto, encontró su vocación. Su familia estaba feliz que después de años de rechazo, el miembro mas apartado de todos, por fin encontrara su paz, un lugar, un espacio en el mundo donde se sintiera libre y pleno. Aunque su don no le fuera de utilidad, el no podía estar mas alegre, no era necesario sentir la culpabilidad de predecir una catástrofe o la caída de alguien por las escaleras. Nunca pensó que su ideal se concentrara ahí para empezar.

Ahora, cada 3 meses, Javier Gómez, su editor, se pasaba por la casa Madrigal para observar, evaluar, corregir y recoger su progreso en obras que encantarían a generaciones. Sin embargo, ¿Cuándo fue?, ¿Cuándo noto un patrón tan centrado en sus obras?, ¿Cuándo sus personajes dejaron de sentirse distantes a el?, ¿Cuándo descubrió que en el papel, dejaba fluir sus mas profundos pensamientos, sus anhelos mas enterrados, su deseo y pasión?

Si se percato a tiempo, probablemente nunca lo sabría. La pintura era otro de sus pasatiempos en los que, debía admitir, no era muy bueno, pero, ofrecía ese refugio que necesitaba cuando sus pensamientos lo abrumaban a niveles altos mientras mas analizara lo que acababa de escribir. En el lienzo blanco, podía transmitir por colores y tonalidades, todo aquello que nunca reconocería en palabras, con ello podía respirar tranquilo nuevamente y dormir como un bebe. El limite no existía.

Pero...todo lo que comenzaba tarde o temprano habría de acabar. Su escapismo al parecer, tenia fecha de caducidad.

Esa noche, se dispuso a terminar con esa pintura maldita. Como su sobrino mayor a la espera de que nadie descubra lo que acaparaba en comida a altas horas de la madrugada creyendo que nadie prestaba atención. No sabiendo que siempre hubo alguien siendo testigo de su crimen tras las maderas de decoración de árbol en la cocina. La situación se repetía, pero había pasado de victimario a victima. Todo por lo que no se expuso, lo que había querido esconder en pequeñas partes al mundo de su bestia interna y todo por lo que se había reprimido, destruido, como los cristales de sus visiones. Todo por la hermosa figura femenina que ahora lo miraba en tenue silencio.

¿Cómo no previo eso?, veía el futuro por Dios. Se lo había prometido, después de esa cena aquella noche, se prometió que lo que paso no debía repetirse jamás, no importa cuanto lo deseara, cuanto añoraba los labios, los toques, los jadeos ajenos. Lo resistiría. Por el bien de ellos, de este hogar al que por fin había vuelto sin malas miradas. Falló, le falló a todos, le falló a su madre, a su hermana, a Mirabel y a el mismo. Al terminar ese cuadro, al ser descubierto con las manos en la masa, al exponer lo que aun sentía por la morena, falló. Si tan solo nuevamente pudiera desaparecer, si tan solo todos volvieran a prohibir si quiera mencionar su nombre, si tan solo aun existiera ese capullo seguro tras las paredes de casita, si solo...si solo...

-Si crees que eso va a asustarme te equivocas- una voz calmada fue la que respondió. Lo miraba con un cariño casi doloroso, parecía lastima, pero no, ella nunca lo insultaría de tal manera. Solo se acercaba con cautela, como si fuera una depredadora con temor de ahuyentar a su presa. ¿Por que había decidido acorralarse sentándose en ese banco entre ella y el caballete?- tío Bruno...eso es justo lo que quiero.

Por el calor de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora