Tocando fondo

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El calor en Santander podía llegar a ser infernal si se lo proponía desde tempranas horas de la mañana. Amanecer con la poca ropa que uno usaba para dormir, pegada de mas al cuerpo, no era sorpresa. Aun y cuando se tratara de un pueblo alejado de los ruidosos estragos de la urbanización, en medio de un valle de inmensas montañas.

Esa seria su situación en esos momentos, si no fuera porque no pudo pegar un ojo en toda la noche. La falta de inspiración y constantes retrasos de sus manuscritos lo tenían en un trance eterno, sintiendo en cada oportunidad la urgencia de comenzar a teclear en la vieja maquina y no poder pasar de la parálisis que sentía en sus dedos una vez estos se acercaban a las teclas. Lo único que podía hacer, era leer una y otra vez "Letter 22", por encima del teclado y volver a recargarse en el respaldo del sillón rojo de gamuza, listo para volver a repetir.

Sin duda el verano era el peor amigo de la concentración. No ayudaba que, a pesar de toda la magia que las rodeaba, las habitaciones no eran climatizadas. El calor que uno sentía estando en cualquier otro lado de la casa era el mismo que había dentro de ellas y esto, lo tenia irritado a un punto que con algo de brusquedad, se paro de aquel asiento caliente e incomodo resignado a que no conseguiría nada estando así.

La mejor manera de recuperar la concentración, era relajándose y buscar hacer algo que a uno le gustara. Lo bueno de no tener un don útil mas que para traer malos augurios (aun cuando ya se le había rectificado que este no era el caso), era que te evitaban tareas de mas y con ello pudo permitirse conocer hobbies nuevos mas allá de reparar grietas y cepillar a sus viejos compañeros de cuarto peludos. Camino en una dirección conocida escaleras arriba mientras despegaba un poco su camisa blanca pegada a su cuerpo por el sudor y se dispuso a disfrutar de la nueva adquisición de su cuarto obtenida con el regreso de la magia.

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Mirabel sabia que amar el verano era una decisión problemática cuando su nivel de tareas no se comparaba con el del resto. Sin embargo, luego de que estas se redujeran considerablemente una vez la problemática de su familia fue resuelta, podía disfrutarlo abiertamente, sin necesidad de actuar igual de irritada que los demás. Le encantaban sobre todo las ropas de verano, eran frescas y alegres así como ella, igualaban su personalidad y la hacían transmitir el sentimiento a los demás.

Cuando el paso entre las montañas que encerraban al Encanto del resto del mundo, fue abierto. La comercialización fue mucho mas común y fácil, se podían vislumbrar todo tipo de objetos y ropa que no eran comunes en el pueblo. Esto por supuesto, obtuvo la atención y seguimiento de la joven mujer, que ahora, se dedicaba a ir por allí luciendo y admirando todo tipo de artilugio nuevo que pudiera conectarla con algo mas allá del lugar que la vio crecer.

Aunque al principio de usar aquellas prendas nuevas, obtuvo mas de una indiscreta mirada de los miembros de su familia. Esto no tardo en caer en el olvido y la cotidianidad del pasar de los días, tanto así, que incluso hubo quienes se le sumaron y decidieron adaptarlo a su nuevo estilo. Entre ellos, su querido tío Bruno.

Verlo lucir algo mas que su vieja ruana le daba la confirmación de algo que efectivamente ya sabia. Su tío era un hombre atractivo aun para su edad, le sorprendía que ahora luciendo un estilo mas nuevo y siendo un poco mas extrovertido que lo que supo, era antes, aun así, no llamara la atención de ninguna mujer en el pueblo. Mas de alguna debió notarlo ya y si no, no sabia que rayos pasaba por sus mentes. Si fuera ella...

-Buenos días, amor- la voz de su madre interrumpió sus pensamientos y la hizo recordar lo que estaba haciendo antes de comenzar a delirar. Le tocaba ayudarla con el desayuno ese día y estaba mas que lista para poner todo su empeño en que saliera perfecto. Había prometido a su tío (hablando del rey de Roma), que sus habilidades culinarias habían mejorado casi al punto de ser idénticas a las de su madre y quería que el diera el veredicto final. Cuando fuera el momento de comer, lo comprobaría.

Por el calor de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora