Liberación

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Calor, todo lo que pasaba por su mente era como el fuego. Recorriendo desde la raíz de su cuero cabelludo donde finos ríos de sudor empapaban los rizos hasta la punta de sus dedos enroscándose sobre la tela de la prenda favorita de su tío. Cada roce, cada fricción, cada movimiento era una nueva ola de fervor aumentando sobre su ser. Aquellos dedos, largos y callosos que no dejaban pasar nada por allí donde recorrían, como un mapa del tesoro que tenia que ser bien estudiado. Por supuesto que así era, no por nada sus labios se sentían hinchados, sus pechos de igual medida y ni se dijera lo que estaba sintiendo con la lengua del hombre mayor sobre un área tan escondida de su anatomía.

Era como el fuego, el era ardiente como el calor de verano. Si las obras escritas por su puño y letra pudieran hablar, revelar lo que alguna vez vieron, probablemente serian la mejor historia de vida que tendría. Adoraba leerlas, porque sin quererlo, de alguna manera supo que su inocencia acabo una noche gastando las hojas de la impresión que robo en secreto de la colección de su tía Pepa. Aquella que reposaba sobre el estante donde acomodaba la ropa limpia con aroma al sol que las había secado esa tarde. Al parecer su tía había estado de buen humor ese día, por algo habrá sido. Reconoció que era la ultima historia que había sacado su amado tío, pero nunca le dio por enterarse la magnitud de sensaciones que despertaría sobre ella todo lo que allí se relataba.

Mientras la vela de su habitación se apagaba, ella revivía una y otra vez la escena leída entre Miranda y Braulio Muñoz. Dos amantes, destinados a separarse y vivir un amor prohibido por la relación consanguínea que compartían. Tía y sobrino. Culminando al fin en una escena completamente sórdida, audaz y pasional con lujo de detalle. Una escena que la hizo descubrir que había mas sensaciones en ella de las que se reconocía. Esa noche, se masturbo por primera vez.

Las imágenes que recorrían su mente eran vividas, como las de los televisores que solo encontraba anunciando a través de los cristales del negocio de don José. Al principio, la clara figura de Braulio era quien trazaba líneas y movimientos en el cuerpo de su tía, pero, conforme ella adentraba sus dedos en una incomoda pero deliciosa sensación, en mera fantasía, esta cambio. Su cabello corto fue remplazado por unos rulos obscuros largos entrelazados de claros signos de edad, su figura de un joven fuerte y altivo se transformo en la de un hombre escuálido pero firme y sus ojos, esos ojos fieros, cambiaron. Desde la coloración achocolatada a una avellana, hasta los sentimientos que transmitían. Eran sinceros y tiernos, ella reconocía esos ojos, los reconoció sobre todo, porque a quien estaban mirando, ya no era la figura imaginaria de Miranda, si no a ella misma.

Su mano se aceleraba, su corazón no se quedaba atrás y conforme ella alcanzaba un clímax primerizo, de esos que asustan pero siempre quedan pidiendo por mas. Un gritillo abandono sus labios, uno que ahogo con éxito pero del que salió algo en limpio. Un nombre.

-Bruno...- su voz la despertó de ese recuerdo. Aquel donde todo empezó para ella, o tal vez había algo mas atrás, no importaba. Había sido una ocasión, una tan aleatoria y fugaz, que su mente la olvido quizá demasiado rápido. Lo siguiente que se le fue enterado, ocurrió el día en que lo descubrió pintando y reconoció su deseo hacia el profeta, sin embargo, no había sido suceso de una sola ocasión y ahora, lo sabia. Pese a los jadeos que salían conforme las lamidas se intensificaban, sonrió.

Las manos que se mantenían apretando por tiempos la mata de cabellos de su recuerdo fueron su ancla para despertar. El musculo de carne que presionaba sobre sus nervios, de arriba abajo, era extasiante. Podía vislumbrarlo por partes, cada que abría los ojos cuando una oleada de placer pasaba, estaba concentrado y sabia su tarea, se preguntaba quien habría sido la afortunada que le enseño tales técnicas. Un pinchazo en su corazón paro en seco ese pensamiento y decidió mejor centrarse en las vibrantes emociones pasando a lo largo de su cuerpo.

Por el calor de veranoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora