El plebeyo

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El regreso de Kenma al pueblo provocó una avalancha de ovaciones por parte de niños y adultos. No existía nadie alrededor de la zona de su hogar que le odiara, porque él era un joven ejemplar, dispuesto a ayudar en el trabajo de todos los habitantes y en divertir a los más pequeños cuando los padres pasaban largas jornadas de trabajo en el campo.

Kenma era encantador, porque lo habían criado con encanto.

Su madre le proporcionó amor y cariño a cada uno de sus hijos, los acobijó antes de dormir y los despertaba con el sol entrando por los huecos de la casa.

Por aquellas épocas, ella era una prostituta de burdel, ejerció hasta que el hermano menor de Kenma, que en aquel momento tenía unos seis años, la siguió hasta el trabajo y la descubrió. Tras ese día, la madre se retiró, quedándose con una profunda vergüenza en el pecho y sin saber como podría terminar de criar a cualquiera de sus tres hijos, todos de distintos padres, y de los cuales solo Kenma conocía a su progenitor.

El padre de Kenma -que nunca más volvió a aparecer frente a la mujer- era un soldado del reino; lo único que hizo por su hijo fue enseñarle a leer y escribir, y el plebeyo se dedicó a enseñárselo también a sus hermanos y los niños del pueblo. Siempre decía: no solo los ricos tienen que poseer el conocimiento de las letras.

Kenma era hábil y sabio, trabajó siempre con el cuerpo y con la mente, así que a sus catorce años ya era jefe de carretas en el palacio. Él vigilaba qué traían los vendedores y qué se iba del reino; con eso, ayudó a su madre en todo lo que pudo.

-Los niños no tienen que trabajar -Le decía a Kuroo cuando pasaban las largas noches recostados en el césped del palacio; el azabache lo miraba sorprendido, con un brillo peculiar en sus pupilas que reflejaban la admiración que sentía por el pequeño Kenma. -Tienen que jugar y estudiar, no trabajar. Y cuando crezcan, las mujeres no tendrán que depender de nadie, podrán ser lo que quieran.

-¡Tienes razón! cuando sea rey, me aseguraré de ello. ¡Y tu serás un gran maestro!-le contestaba el príncipe sonriente, pactando sus sueños y su amor debajo de las estrellas.

Ni el príncipe ni el pebleyo imaginaron lo que les pasaría años después; aquél pueblo que le abrió los brazos a Kenma ante su llegada, pronto le dedicarían la espalda y los peores insultos.

Pero aún faltaba tiempo para ese momento.

El rey -kuroken (Kuroo x Kenma)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora